Decía Arthur Charles Clarke que
“La única posibilidad de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo imposible.” Estos días estamos viendo cómo esta frase tiene mucho sentido. Que un escritor nacido a principios del siglo XX, autor de “2001: una odisea espacial”, hablase entonces de los límites de lo imposible nos dice que el
debate de los límites en la ciencia es muy antiguo, que siempre está ahí, que su regulación y sus límites no son fáciles. Siempre hay un momento en el que se llega a ese punto que nadie imaginó y se supera, se genera un nuevo límite que parece inalcanzable y termina por superarse. La ciencia, su evolución, sus conocimientos son imparables y, con ello, cómo afectan a la medicina nos generan
nuevos dilemas éticos, deontológicos, morales, sociales, de derechos y libertades.
Estamos ante una nueva situación límite. Lo que se ha llamado “gestación subrogada” o “vientre de alquiler” está en el debate más actual. No por el cómo es posible técnicamente, no por si hay que poner o no límites a la evolución de las técnicas de reproducción asistida, sino por ser portada de prensa rosa a raíz de un caso que afecta a un personaje público, por generar opiniones más de índole ideológica que otra cosa.
La evolución científica, la investigación en cualquier rama de la ciencia, parece no tener límites. Cada día se avanza un poco más en conocimientos, se descubren nuevas cosas, se evoluciona en las ciencias aplicadas, se hacen posibles cosas que se conocían en sus teorías y que ahora se pueden demostrar y aplicar. Es una constante, la evolución de nuestra sociedad y todo aquello que nos acompaña en la vida, que ha facilitado vivir mejor, más años, en mejores condiciones, es consecuencia de la superación de límites que parecían insalvables y que se acaban superando y, con ello, planteando nuevos límites que terminan de nuevo por ser superados. No es el momento de recordar algunos de ellos, todos podemos pensar en muchos casos y darnos cuenta de esta realidad.
La medicina tiene en estos momentos muchos límites que están siendo superados y que generan nuevos problemas a enfrentar. Todo el mundo que rodea a los trasplantes y las técnicas de reproducción asistida, son buenos ejemplos. ¿Dónde ponemos los límites? ¿Qué se puede o debe limitar? ¿Quién debe poner estos límites? ¿Deben autorregularse los propios investigadores? ¿Lo deben hacer los políticos y legisladores? ¿Sobre que base? ¿Ética, deontología, moralidad, reglas como sociedad…?
El caso que tenemos ahora encima de la mesa, que llena espacios de televisión, que genera opinión pública, posicionamientos varios, opiniones políticas diferentes, objeto de profundo desconocimiento por parte de tertulianos habituales, el de la “gestación subrogada”, el “alquiler de un útero” para implantar un óvulo de una donante fecundado por esperma de un hombre ya fallecido, su posterior entrega a la madre de este último, que primero la presentan como madre de la niña recién nacida y, posteriormente, ya como abuela de la misma, es un buen ejemplo de lo que hablamos.
Los límites técnicos para realizar estas técnicas están más que superados, hace ya años que la evolución de la ciencia ha permitido que casi no existan límites en las posibilidades de reproducción, pero sí que se generan unos dilemas legales, éticos, sociales, que habrá que tratar.
"La ciencia ha permitido que casi no existan límites en las posibilidades de reproducción, pero sí que se generan unos dilemas legales, éticos, sociales"
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El problema es que en estos casos hay que pensar en diferentes actores. Por un lado, están los “padres” biológicos, por otro la mujer que “presta” su útero, sea de forma altruista o retribuida, también lo que marca la Ley en los diferentes países, cómo se regula la situación legal del nacido por esta técnica en un país dónde se permite y su posterior regreso al país de origen, dónde no se permite.
¿Qué pasa con los derechos del recién nacido? ¿Qué hacemos para no perjudicar a quien es inocente en todo esto?
¿Si sabemos quien es el padre o la madre biológica y, por tanto, su ascendencia familiar, se le quita la custodia para darlo en adopción cómo proponen algunos? ¿Se valora la situación y se “legaliza” y doto de todos los derechos? Complicada situación y solo una solución. No es otra que
plantearse un acuerdo, un consenso que permita sacar esto del debate partidista y que se regule de forma clara y con respeto a todas las partes.
El problema de estos casos es que los diferentes países no coinciden en cómo regular y limitar estos temas. La sociedad, la ética, la moralidad, las creencias, etc. son diferentes en cada país y, por ello, creo que sería necesario regular estos temas en organismos internacionales tipo ONU, OMS, dónde sea oportuno, para que, al menos, tengamos un marco regulatorio reconocido internacionalmente. Se que es casi imposible, que los diferentes países son muy celosos de guardar sus derechos, de “ceder” espacios a la regulación internacional, pero de no hacerse así estaremos destinados a seguir viendo cómo cada día se producen nuevas situaciones límite que se superan y generan nuevas polémicas. Porque,
lo queramos o no, no podemos poner límites a la investigación, a la aplicación de técnicas contrastadas, y la ética de cada cual es la que es, más allá de la que quieran marcar organizaciones, sociedades, legisladores, etc.
Nadie podrá poner puertas al campo, ni tampoco a la investigación, al menos puertas que no se puedan abrir y que alguien las abra.