Estamos en campaña electoral y en ella aparecen los clásicos de nuestra política. Medias verdades, promesas, ideas e 'ideíllas', incluso mentiras burdas, son la tónica general del discurso político de nuestros insignes dirigentes. Todo vale para ganar un voto. Decía Homero que “al que está necesitado no le conviene ser vergonzoso”; pues bien, nuestros políticos son fieles seguidores de Homero y aplican esta frase de forma concienzuda.

Da igual hacia dónde mires, a derechas e izquierdas, lo cierto es que oyes hablar de Sanidad en la campaña electoral y todo son repeticiones de frases hechas, de promesas que ya se hicieron o aprobaron antes, de “vamos a…”, “nosotros proponemos…”, “si gobernamos…”, etc.

Todos están necesitados, todos han perdido la vergüenza.

Hay quién anuncia solemnemente que invertirá 580 millones en modernizar los centros de salud, los mismos que ya anunció hace meses; hay quien propone jornadas de 4 días, sin haberse solucionado lo más básico, que es que se cumpla al menos con lo que se establece como jornada semanal máxima; hay quien propone una inversión milmillonaria en Sanidad, sin saber muy bien de dónde y de quién saldrá el dinero; otros hablan de reducir las listas de espera; los hay que dicen que habrá tiempos máximos de espera para acceder al médico de familia o pediatra, incluso si es necesario alguno se atrevería a decir que la manipulación genética que pondrá en marcha nos hará a todos ser más altos, más rubio y más guapos.

Mentir es gratis, tener ideas y pensar que la gente se las creerá, ya no es tan sencillo. Los ciudadanos leen, tienen acceso a redes sociales, a internet, se informan, bueno también es cierto que hay un nutrido grupo de fieles que solo ven lo bueno de “los míos” y lo terriblemente malo que son “los otros”.

Los problemas de la Sanidad


Lo cierto es que, si repasamos los problemas de la Sanidad, vemos que en la campaña, en los mítines que buscan esos horarios coincidentes con la conexión a los telediarios, se dicen las más solemnes mentiras, ninguna propuesta realmente sustentada en la evidencia, todo son artificios ideados a mayor gloria de nuestros políticos, ideados por esa cohorte de asesores que buscan la frase ganadora, la idea del millón, esa iniciativa que ilumina la esperanza de los suyos, el chascarrillo más gracioso, el minuto de gloria.

Cuántas elecciones llevamos encima y oímos que la Sanidad esto y lo otro, que se van a solucionar las listas de espera, que se contratarán tropecientos mil médicos, construir centros de salud aquí y allá, incluso se ponen carteles anunciándolos, unos carteles que pasan 4 años llegan nuevas elecciones y ahí están, sucios, viejos, deteriorados, pero dispuestos para su nuevo anuncio.

- Las listas de espera, un problema crónico, no solo no se solucionan, es que se incrementan

- Unos hospitales y centros de salud que se quedan obsoletos, muy deteriorados y con equipos cada día más necesitados de renovación

- Problemas de falta de médicos que se cronifican y no solo no se solucionan, es que cada año empeoran por falta de planificación e inversión

- Necesidad de reformar, actualizar, modernizar nuestro ya sobrepasado Sistema Nacional de Salud

- Tomarse en serio el cambio del obsoleto y mal modelo “estatutario” para el facultativo, cada día más claramente constatado que precisa de un modelo propio, me da igual que se llame estatuto, acuerdo marco, convenio, o cómo se quiera denominar.

Lo cierto es que nuestro Sistema Sanitario necesita un profundo cambio, inversión, renovación, presupuestos finalistas suficientes, etc. De eso, de eso no se habla en las campañas, al menos no de forma seria, con propuestas, presupuestos, planificación, un proyecto serio y sustentado en la realidad y posibilista.

Quién lea esto pensará que soy un exagerado, que esto no es así, que si alguien tiene unos “míos” enroscados a modo de boina en la cabeza verán que todo esto lo harán los “suyos”. Yo me declaro huérfano político, escéptico, desilusionado, decepcionado y totalmente preocupado por el futuro de nuestra Sanidad, a la que veo cada día más necesitada y que parece no importar a quienes tienen la obligación y las posibilidades de defenderla y mejorarla. Para terminar, decir que me gustaría que los políticos tuvieran, al menos, un poco de vergüenza, aunque es difícil que Homero se equivoque. Yo me entiendo.