Decía Albert Einstein: “la vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”.

A primeros de agosto escribía en esta misma tribuna de opinión un artículo que titulaba: 'Tengo miedo y hay que decirlo'. En el decía textualmente que “Hoy me siento especialmente preocupado y pesimista. Parece que estamos destinados a sufrir la segunda oleada de esta trágica pandemia y que no hemos aprendido nada”. Creo que no estaba equivocado, que la realidad es que estamos ante una segunda ola y nos llega sin haber hecho lo suficiente para evitarlo.

Cada día vemos cómo los casos diagnosticados se incrementan, cómo los pacientes que requieren ingreso hospitalario aumentan y cómo los ingresados en UCI son cada día más. ¿Qué nos recuerda esto? El inicio de la pandemia allá por el mes de marzo. ¿Qué hemos aprendido? Nada. Sabemos más del comportamiento de la enfermedad, sabemos más de como afrontarla desde el punto de vista clínico, pero no sabemos o no hemos querido saber de cómo prevenirla. O, mejor dicho, si lo sabemos, pero no hemos sido capaces de poner en marcha las medidas necesarias.

Se ha escrito mucho sobre la pandemia, sobre que hacer, cómo actuar, como prevenir. Se ha aconsejado que disfrutemos del verano, que salgamos de vacaciones, que reactivemos el sector del turismo, nuestro principal motor económico. Los ciudadanos han cumplido con estas recomendaciones, han viajado, han salido de vacaciones, pero también han olvidado que el uso de mascarillas, mantener distancia física de seguridad y la higiene constante de manos eran necesarias.

Hemos asistido a escenas terroríficas. Macro fiestas abarrotadas de gente, sin distancias de seguridad, sin mascarillas, en espacios cerrados, con algún animador musical esparciendo bebida sin control ni medidas de seguridad; macro botellones de jóvenes sin ningún control y con cierta permisividad por parte de las autoridades; terrazas abarrotadas; bares llenos, etc. Muchas imágenes cargadas de irresponsabilidad máxima. Todo sea por la reactivación económica que pedían los dirigentes políticos. Pero al final, veremos si no ha sido peor el remedio que la enfermedad.


"La Atención Primaria, abandonada hace muchos años, en la que los gestores y políticos no creen, está al borde del abismo, si es que no está ya cayendo por el precipicio"


Por otra parte, desde los propios profesionales, no politizados, simplemente conocedores de la situación, se han propuestos medidas razonables y fácilmente realizables. Potenciar la Atención Primaria y la Salud Pública y tener actitud proactiva ante la pandemia parecían dos recomendaciones mas que necesarias y posibles. Pero ¿qué ha pasado? Es sencillo, no nos han hecho caso.

La Atención Primaria, abandonada hace muchos años, en la que los gestores y políticos no creen, está al borde del abismo, si es que no está ya cayendo por el precipicio. Diezmada, sin recursos humanos y materiales, limitada al máximo, necesita una nueva redefinición y diseño adaptado a los tiempos actuales, mas allá de vivir de “Alma Ata”. Pero hay un problema y es que no tiene rédito político, que no vende entre los “votantes”, no deslumbra, no utiliza alta tecnología, 'solo' soluciona el 80% de las necesidades de salud de los ciudadanos y eso no parece ser suficiente.

Y qué decir de la Salud Pública, el hermano pobre de la Sanidad. Siempre lo ha sido, no atrae ni a los profesionales. Basta con ver cuando se elige la especialidad de Medicina Preventiva y Salud Pública por los MIR. Siempre necesaria, poco reconocida y habitualmente maltratada laboral y económicamente. Tampoco da rédito político.

En cuanto a propuestas de acción integrales si que hemos tenido al menos una propuesta bien trabajada por un grupo de profesionales, que concluyen con cinco recomendaciones factibles de realizar y que al menos deberían tener en consideración las autoridades sanitarias. La que se ha llamado “una estrategia integral”. ¿Lo harán? Yo no tengo dudas al respecto y no creo que me equivoque si digo tajantemente que no, no lo harán.

Es más rentable, en todos los sentidos, construir un hospital de pandemias, aumentar las camas de agudos o de UCI, comprar respiradores, TAC a pie de cama, o anunciar la contratación de profesionales para los hospitales. ¡Eso sí que vende! ¡Eso sí que da votos! Y, por desgracia, ya estamos en esta fase.

No quiero terminar con pesimismos. Desdiciendo a Einstein, espero que los que tienen que hacerlo se levanten, dejen de ver lo que pasa y actúen con valentía y profesionalidad