El concepto 'just in time', la 'filosofía del Justo a Tiempo' (JIT), es un sistema de producción que fue implementado por primera vez en Toyota, gracias a Taiichi Ohno, durante la década del 70. Con ello se buscaba satisfacer las demandas de los consumidores con el mínimo retraso. Este concepto va íntimamente unido al de eficiencia, algo que podemos definir con las palabras de Paul Samuelson que dicen algo así: “Por eficiencia se entiende el uso más eficaz de los recursos de una sociedad para satisfacer las necesidades y deseos de las personas”.

Esta introducción, enmarcada en un contexto claramente industrial, un segmento social en el que prima la necesidad de satisfacer las necesidades de los consumidores/clientes en un tiempo adecuado, manteniendo siempre la eficacia y la eficiencia en el centro de todos los procesos, me sirve para centrar el artículo que quiero desarrollar, eso sí, hablando de sanidad y no de industria.

También es cierto que la Sanidad Pública lleva muchos años desarrollando un modelo en el que la tendencia es hacia una industrialización del proceso asistencial. Cualquiera que se dedique a la gestión sanitaria se familiariza con conceptos tales como 'input y output', “estructura, proceso y resultados”, medicina basada en la cantidad, no en la calidad o la evidencia científica, trabajar con la vista puesta en las listas de espera y en las inversiones que den rédito electoral (una buena noticia acompañada de una foto vale más que las necesidades de los pacientes). El paciente y los profesionales no están en el centro del sistema, lo de “humanizar” solo es útil para colocar al frente de una dirección general al inútil de turno, a alguien que alcance su mayor nivel de incompetencia, como diría Peter, o recolocar a quien se debe un favor.

Vivimos momentos de cambio en los paradigmas de la Sanidad, el médico es un “obrero” más, muy cualificado, pero un obrero que realiza trabajos a destajo, muy rápidos, no siempre adecuadamente realizados, sin controles de calidad que echarían por tierra todo el proceso. Se les exige más y más, no se tolera que existan listas de espera vergonzosas que generen malestar en los pacientes. Siempre hay ese gerente / director médico que, al igual que el gran Gila, llama y dice:

- ¿Está el jefe de admisión? Que se ponga.

- Dime jefe supremo, que necesitas, ya sabes, siempre a sus órdenes.

- No quiero volver a salir mal en el ranking de las listas de espera más elevadas. Necesito más producción, más presión, hay que producir más.

- Tranquilo jefe, esto tiene solución, ya sabes que dónde caben 30 en una agenda, caben 40; que apuramos y en una sesión quirúrgica apretamos un poco y metemos otra cirugía o que dónde citan 8 resonancias se hace un hueco y entran 10.

- Perfecto, venga, saca el látigo y a por ello.


Siguiente episodio. El jefe de admisión repite la conversación con los jefes de servicio.

Estos, que temen por sus cargos, protestan, maldicen para sus adentros, pero asumen que es lo mejor para él y quizás ayude a contratar a ese residente que termina y necesita; sigue la cadena y, el paciente, un número más de la lista recibe asistencia, “uno más que ve al médico, pero al que no puede ver el médico”.

Esto es ficción, aunque como tantas veces se dice, la realidad supera a la ficción. Esta es la realidad de nuestra sanidad pública, pero con diferentes motivaciones, también de la sanidad privada. Hace unos días presencié cómo se daba opción de primera cita disponible en una clínica privada para dermatología para final de febrero. Ya en ningún sitio se atan los perros con longaniza.

Deterioro de la asistencia pública


¿Dónde quiero ir a parar? Pues es sencillo, quiero denunciar el deterioro de la asistencia sanitaria, que el concepto 'just in time' está muy bien para aplicar en las industrias, que incluso si se quiere adaptar a la sanidad se podría hacer, pero dándole un nuevo sentido, un sentido que no puede ser otro que el de satisfacer las necesidades de los pacientes en tiempo y forma, no todos necesitan ser atendidos con la misma prioridad, puede haber esperas que son asumibles y otras que no lo son, y todo ello, sin olvidar que en todo esto están los profesionales, médicos y facultativos, también otros profesionales, que necesitan atender bajo este mismo concepto de 'just in time', siempre con parámetros de calidad y evidencia por encima de los de cantidad.

Todo esto me lleva a la misma conclusión de siempre, la que en varios artículos en esta misma tribuna he desarrollado, necesitamos “dinamitar” en SNS, derribarlo y reconstruirlo, reiniciarlo, modernizarlo a la vez que le devolvemos a los conceptos básicos de una sanidad humanizada centrada en dar satisfacción a los pacientes y, sin rubor digo que también a los profesionales. Una sanidad gestionada por profesionales, alejada de la mano de unos gestores/políticos que solo quieren sacar rédito electoral de ella. Por encima de todo, el paciente, siempre de la mano de los profesionales.