Decía Oliver Goldsmith, escritor y médico Irlandés: “Me gusta todo lo antiguo: los viejos amigos, los viejos tiempos, los viejos modales, libros antiguos y vinos viejos”. La palabra viejo se define en el diccionario de la RAE entre otras acepciones como “deslucido, estropeado por el uso”. Y antiguo se define como algo “que existe desde hace mucho tiempo”. Y ahora viene mi pregunta: ¿Los hospitales son viejos o son antiguos? Y ¿por qué me hago esta pregunta? La respuesta es sencilla. Los problemas de mantenimiento, roturas de cañerías, caída de falsos techos, goteras, etc. que estamos viendo como se extienden por los hospitales y centros sanitarios, ¿a que obedecen? Falta de personal y un mantenimiento adecuado, puede ser un importante factor, pero también lo es el hecho evidente de la obsolescencia por viejos o antiguos de muchos de ellos.

A mi juicio los centros sanitarios no son antiguos, que los hay en abundancia y con edificios que más valdría se convirtieran en museos, es que además son muy viejos. Estructuras arquitectónicas de los años 1960-1970, construidos con un planteamiento y con unas dimensiones que se han quedado fuera de lo que se consideraría ahora como un estándar. Ni el planteamiento de edificios verticales, ni los materiales, ni las instalaciones, ni los metros construidos son los que actualmente se necesitan.

Hay que ser consciente de que un hospital no es algo que tiene una vida eterna, que las necesidades cambian, que el uso produce deterioro, que las necesidades de espacios cambian constantemente, y que todo ello requiere de un mantenimiento preventivo adecuado, unas inversiones para mejoras y actualizaciones que hoy escasean, y sobre todo que se entienda que los centros sanitarios están en permanente vitalidad. No es un edificio inerte, sino que está sometido a uso 24 horas al día, que debe evolucionar a la par que lo hace la propia actividad médica, y adaptarse a las necesidades de cambio constante.

Desde que se diseña un hospital hasta que se ejecuta la obra, en muchas ocasiones pasan demasiados años. Como anécdota diré que en 1996 llegué a la Gerencia del Complejo Hospitalario de Toledo, donde me encontré con un "informe de encargo", que concluía con la idea de que el Hospital Virgen de la Salud debía ser reformado y ampliado. Con ello, se pasaría de unos aproximados 85 metros cuadrados por cama a los 105, si no recuerdo mal. Todo ello absolutamente insuficiente ya en aquella época. Se decidió cambiar el plan y apostar por la construcción de un nuevo hospital. Ahora, 20 años después, este proyecto está llegando a su fin, pero aún no está en funcionamiento el nuevo hospital. Confío y deseo que el hospital, cuando se abra, sea en unas condiciones de necesidades del año 2017, no de hace 20 años.

El hospital es un edificio vivo que debe irse amoldando a las necesidades y que es posible que llegue un momento en el que ya sea del todo imposible su reforma. Este es el momento de plantear su sustitución por uno nuevo. Es aquí donde el concepto de amortización entra o debería entrar en juego. Lo triste y la realidad es que no se aplica. Si se amortiza en 30 o en 40 años, debería ser repuesto al final de este plazo. A veces pensamos en lo caro que es construir un gran hospital, y lo es, pero nos olvidamos que esta es la parte menos costosa. Cada año de funcionamiento cuesta más o menos lo mismo que su construcción.

Para concluir, mantenimiento preventivo, planes directores, inversiones, adecuación en el tiempo, personal de mantenimiento suficiente y preparado, presupuesto, etc. todo ello es imprescindible, pero también pensar en si no sería necesario disponer de un plan de sustitución paulatina de los centros sanitarios, y no hablo de construir nuevos a diestro y siniestro, que ya hemos visto que resultados ha dado, hablo de reemplazar los más viejos y deteriorados y hacerlo con rigor y criterio.
 
 

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