Todos los sectores de la actividad del ser humano están en pleno proceso de transformación, de metamorfosis, por el avance científico y tecnológico, y el sector sanitario, tal y como se viene comentando últimamente en multitud de foros y artículos, no puede ser menos. Vivimos un cambio de época, que ha llevado a que ese avance tecnológico, el grado de especialización de la asistencia sanitaria, la cantidad ingente de información de la que disponen los usuarios por el acceso que permite internet y el incremento exponencial de la demanda sanitaria debido al fenómeno de cronificación de las enfermedades, hayan llevado a cuestionarse la necesidad de “humanizar” esa asistencia sin pararnos a preguntarnos en que consiste exactamente ese fenómeno, o su causante, la deshumanización, y por tanto sin detenernos a analizar cuáles son los cambios que habría que introducir para tratar de re-humanizarla.
Así pues, se habla de la necesidad de introducir cambios relacionados con cuestiones hosteleras –habitaciones individuales o la alimentación– o cuestiones más puramente relacionadas con la mera educación y el respeto a las personas –saludar, sonreír a los pacientes o procurarles el descanso durante el ingreso–, pero, en mi opinión, el problema es mucho más profundo. La deshumanización de la Medicina es el enfriamiento de la relación entre el médico y el paciente. Un enfriamiento que viene caracterizado por la pérdida de afecto del profesional por el paciente que lleva, irremediablemente a la frustración del primero, porque la profesión lleva de forma intrínseca la vocación por el servicio a los demás, y la desconfianza y por tanto la perdida de referencia que debe tener para el paciente el profesional.
Frustración, apatía e indolencia que conlleva desconfianza y con ella y de manera directa la medicina defensiva, la mal praxis, la iatrogenia y el maltrato del profesional al paciente y viceversa, obligando todo esto a un proceso de reflexión que detenga este devenir que sólo conducen a la polarización de la medicina y del humanismo y que requieren cambios profundos en la manera de enfrentarnos a la relación con los pacientes para que el avance científico y tecnológico mejoren la asistencia a los pacientes desde la base de salvaguardar los principios que la sustentan desde hace más de dos mil años.
Cambios, que en mi opinión pasan por la educación del profesional y el cambio en la organización del sistema sanitario, más que en el cambio del paciente, el cual siempre acude al sistema sanitario en una situación siempre de desventaja.
Con respecto a la educación, la empatía del profesional debería de ser adecuadamente arraigada durante su fase de formación y constatada en las sucesivas re-acreditaciones a fin de que la tecnología no nuble que lo que tenemos delante es un ser humano con condiciones personales individuales que no se pueden soslayar. Es el profesional, el sistema, el que se debe de adaptar a las necesidades del paciente y no al revés.
Pero lo más importante es cambiar el enfoque de la asistencia sanitaria. Reorganizar el sistema a fin de poner realmente al paciente en el centro. El profesional necesita más tiempo para estar con el paciente y el paciente necesita más tiempo para pasar con su médico. Es necesario reinventar la atención primaria a fin de que el médico del paciente vuelva a recuperar la confianza del mismo y dejar de utilizarla, únicamente, como filtro para contener el gasto sanitario y ordenar una planificación de recursos, que hace que una vez que llega el paciente al hospital se quede solo, sin referencias.
El médico de atención primaria debe de entrar en el hospital y ser la garantía de que no existe solución de continuidad entre él y su paciente, coordinando la información y haciendo que el paciente sea realmente consciente de que es participe de su proceso. El médico de atención primaria, o médico de confianza del paciente, debe de reclamar el protagonismo propio que tiene en el proceso por el que pasa su paciente, más que en tratar de reclamar habilidades sobre lo que está o no en su ámbito de competencia. Y esto sería perfectamente extensible al personal de enfermería, al cual habría que dejar actuar según su nivel de competencia y capacitación, y me estoy refiriendo al asunto de la prescripción, porque el avance tecnológico y la especialización no afectan sólo a la clase médica y también tienen un papel fundamental en el devenir diario del paciente y su enfermedad.
La sostenibilidad del sistema es un discurso acabado. Un entretenimiento o una distracción que no nos deja ver que lo importante no está en tratar de poner a disposición del paciente la última tecnología, o todas las coberturas posibles de forma gratuita, sino que debería de empezar por valorar lo más básico y posiblemente lo más eficiente; que el paciente pueda pasar tiempo con el profesional y recupere la confianza en él y en el sistema.