A las cosas hay que llamarlas por su nombre y creo que todo el mundo coincide - con más o menos simpatía - en que la relación entre el sistema sanitario público y el sistema sanitario privado, en lo que respecta a la asistencia sanitaria, ha cambiado sustancialmente desde la pandemia a este momento.

La realidad es que con el 20 por ciento de los recursos del propio Sistema Nacional de Salud (SNS) y el 40 por ciento de los recursos totales de nuestro sistema de Salud, la concurrencia del sector privado con el sector público ha tenido historicamente mucho más de relación necesaria que de voluntaria. No me refiero a la discusión entre financianción, aseguramiento y provisión, sino a algo mucho más simple: la necesidad que tiene el Estado de disponer de los recursos sanitarios suficientes en nuestro país para tratar de garantizar la protección de la Salud de sus ciudadanos.

El problema es que actualmente esa necesariedad ha pasado a hacerse obligatoria para tratar de mantener medianamente el nivel de acceso al sistema, tanto a servicios como a prestaciones, por parte de la población. Cuando se pasa de la voluntariedad a la obligatoriedad ya no se puede hablar de relación colaborativa, sino de complementariedad entre el sector público y privado.

Es decir, tenemos un modelo sanitario que tiene dos sistemas que se complementan para tratar de dar la asistencia a la población: un sistema sanitario público y otro sistema sanitario privado. No tenemos un sistema sanitario pùblico que garantiza la protección de la Salud de la población y si necesita cuenta de forma puntucon los recursos del sector privado.


"La relación entre el sector sanitario público y el sector sanitario privado es de complementariedad. Y no hay parasitación, sino simbiosis"




Si este razonamiento lo llevamos a la atención sociosanitaria, mental u odontológica, con más del 70 por ciento de los recursos en manos del sector privado, casi que la colaboración debería ser al revés, claro.

Pero, por no salirnos de la atención sanitaria “convencional”, lo que sí es una realidad es que esa complementariedad se puede llevar a cabo a través de diferentes fórmulas, más o menos colaborativas o voluntarias, de las que dispone nuestro ordenamiento normativo - el concierto, el convenio singular o las concesiones - pero esa complentariedad también llega a través de la red sanitaria privada, que está por fuera del Sistema Nacional de Salud, y que a través de un seguro sanitario utilizan habitualmente casi 13 millones de personas o el 26 por ciento de la población incluyendo el mutualismo administrativo, que sería otra forma de trabajar conjuntamente las dos partes.

La colaboracion público privada quedaría o sería mas propia cuando las dos partes de forma voluntaria se juntan para un propósito común. Por ejemplo la creación de la empresa “pública” para la adquisición de terapias avanzadas, Terafront, es una forma voluntaria por la cual dos empresas farmaceúticas han hecho una empresa con el sector publico para este fin. O, por ejemplo, cuando una comunidad autónoma llega a un acuerdo con una empresa tecnológica para que le preste el servicio de atención domiciliario.

Es verdad que la forma en la que se pueda producir la colaboración en la asistencia puede entrar dentro de la voluntariedad entre las partes, pero con respecto a la forma de establecerse, no con respecto al fondo del asunto. Y todo muy cogido con pinzas porque sea como fuere, ¿alguien se imagina que en aquellas ciudades en las que por ejemplo sólo haya un proveedor sanitario privado le dijera mañana al sistema sanitario público que no quiere colaborar en las listas de espera porque  ”prefiero cerrar dos plantas ya que no me sale a cuenta la colaboración” o “prefiero cerrar el hospital y hacer pisos”? O que nuestro grupo HM Hospitales en Madrid, que no tiene acuerdo alguno de asistencia con el servicio público madrileño, lo cerraramos de un día para otro (lo cual estaríamos en nuestro derecho de hacer, por cierto), cuando atendemos el 15 por ciento de la demanda asistencial de la Comunidad de Madrid sin ningún contrato que nos comprometa más allá de nuestros clientes.

Historicamente desde algunas corrientes ideológicas muy extremas se nos ha tratado de ofender y marcar el terreno refieriendose con términos como que “parasitamos” la Sanidad pública y cosas similares. La realidad es que siempre fue una excusa para tratar de justificar la insuficiencia, también histórica, de recursos por parte del sector sanitario público. Nuestro sistema sanitario viene de un modelo en el que en la dictadura franquista (el Estado entonces) concertaba habitualmente con recursos públicos o privados de manera indiferente. La realidad es que en el año 1963 había 150 hospitales públicos en nuestro país para la atención de los pacientes generales y unos 600 hospitales privados, y ese gap no se consiguió compensar de forma suficiente como para poder decir que la Sanidad pública colabora con la privada “si lo necesita”.

Ahora que el envejecimiento y la policronocidad es una realidad que ha condicionado que los actos sanitarios hayan aumentando en cuanto a su frecuentación, y los recursos escasean - tanto para el sector público como para el sector privado - hablar de colaboración es estar alejado de una realidad cada vez clara. La relación entre el sector sanitario público y el sector sanitario privado es de complementariedad. Y no hay parasitación, sino simbiosis. No hay colaboración, sino complementariedad.