Acaba el verano para la mayoría de los españoles y, a partir de mañana, volvemos progresivamente a la
rutina del curso escolar.
Desde el punto de vista de la
actualidad sanitaria de nuestro país, más allá del terremoto estival como consecuencia de la declaracion de emergencia por parte por la
Organización Mundial de la Salud (OMS) por la
viruela del mono, afortunadamente sin consecuencias importantes en nuestro país, apenas ha pasado nada salvo las reacciones de diferentes instituciones representantes de los galenos ante la guía emitida desde el
Ministerio de Sanidad y publicacida en el BOE, para la
indicación por parte de la enfermería de medicamentos sujetos a prescrípción médica para infecciones urinarias no complicada en mujeres mayores de 14 años.
Es decir, salvando un montón de excepciones descritas en la guía,
se permite a la enfermería prescribir dos antibióticos que en cualquier momento pasarán a ser sustituidos por otros diferentes. Y es que esto de las guías para la dispensacion de medicamentos por parte del personal de enfermería sujetos a prescripción médica, más allá de ser perfectamente variables y más en función de los sujetos, en mi opinión, es un error porque van en la dirección equivocada al
confudir y mezclar lo que debe ser las competencias en el diagnóstico con las competencias sobre los cuidados.
Es decir, las instituciones representantes de los médicos los han recurrido porque dicen que invaden sus competencias porque el diagnóstico inicial es una competencia que de forma exclusiva les corresponde a ellos para poder hacer
lo más importante en Medicina: el diagnóstico diferencial.
La verdad es que tienen razón porque el diagnóstico diferencial en Medicina sólo se puede hacer desde el máximo conocimiento hasta la particularidad, y eso
por formación le corresponde a los médicos.
"Los representantes de la enfermería erran el tiro al insistir en que se les permita actuar a través de guías que son un camino hacia ninguna parte"
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Ahora bien, también creo sin duda, que los medicos tienen que tener generosidad y apertura de miras para poder de verdad
permitir colaborar en el seguimiento y control de los cuidados de los pacientes a otros profesionales como la enfermería con lo que ello implica con respecto a la
dispensación de medicamentos u otras funciones que puedan entenderse incluidas dentro de esos cuidados. Lo que está claro, del mismo modo, es que no puede ser que el primer nivel de atención, el que hace el diagnóstico diferencial, que es la clave, sea el personal de enfermería quien lo realice.
Y por eso creo que todo esto de las guías es una fantástica forma de perder el tiempo, el dinero y los recursos de todos los españoles dado que primero cambian constantemente y segundo porque más allá de las guías,
posibilidades de aplicar protocolos hay tantas como personas. A los hechos me remito porque en 10 años se han aprobado 10 guías y cada vez que se saca una adelante tenemos todo tipo de problemas. ¿No sería más inteligente pararse y replantear las cosas desde el principio?
Definición de cuidados del paciente
La clave de todo este embrollo, bajo mi criterio, está en la definición de cuidados de los pacientes. Porque si bien el
profesional médico es el responsable del diagnóstico y el tratamiento, de los cuidados, tradicionalmente, el responsable es el personal de enfermería.
Cuidados siempre bajo la indicación de los médicos y trabajando de forma colaborativa con ellos.
Y esos cuidados, ahora que científicamente hemos conseguido que la
policronicidad y el envejecimiento sean una realidad en nuestra sociedad implican, por supuesto, la dispensación de medicamentos para hacer seguimiento y control de esos pacientes, pero siempre bajo el diagnóstico y el control previo de los médicos.
Es decir, las competencias del personal de enfermería se han ampliado porque
el concepto de los cuidados sobre los pacientes ha cambiado en las últimas décadas y eso requiere una reforma de las competencias profesionales de forma global y transversal que permita que los pacientes puedan ser atendidos de forma multidisciplinar por otros profesionales sanitarios; como por cierto pasa sin mayores problemas con otras profesiones para sus respectivos campos de actuación como
odontólogos y podólogos, aunque en su caso también tienen competencias sobre el diagnóstico de procesos propios de su especialidad.
Esa reforma en el concepto de las
competencias del personal de enfermería junto con el desarrollo pendiente de su especialización para que puedan alcanzar niveles de atención de cuidados a pacientes más complejos en disciplinas como la
Oncología, la
Cardiología o la
Medicina Intensiva son movimientos absolutamente necesarios si queremos tener una oferta sanitaria que de verdad se adapte a las
necesidades de los pacientes en el siglo XXI.
Por eso, humildemente, creo que los representantes de la enfermería erran el tiro al insistir en que se les permita actuar a través de
guías que son un camino hacia ninguna parte con muchisimas piedras en el camino.
El debate es qué consideramos ahora cuidados para los pacientes, porque
el problema no es que falten médicos, ni que haya más pacientes.
El problema radica en que los pacientes de ahora requieren
muchos más actos de control y seguimiento que los de hace 30 años, que están haciendo los médicos y podría hacer el personal de enfermería.