En la etapa de la adolescencia los grupos son fundamentales para la sociabilización, hace años escribí un artículo titulado “Mejor con los pares que con los padres”, para referirme a este tema y explicar la importancia del grupo en la vida y en el desarrollo evolutivo de la adolescencia. En efecto el grupo para los y las adolescentes representa un referente fundamental, lo que ocurre es que no todos los grupos son iguales, existe el grupo de amigos o amiguetes para la convivencia más formal; también está la “pandilla” clásica (p.e. para los guateques y otro tipo de juergas), la panda (p.e. para ir de chiquitos, como bien me señaló Sandra Urdín) y, por fin, está la banda, cuyos objetivos son muy diversos y que pretenden tener un grado de dominio o de otra funcionalidad social, incluso comisión de actos en el límite de lo delictivo o francamente delictivos (desde el vandalismo con el mobiliario urbano hasta las confrontaciones con otras bandas por el territorio).
Es fundamental delimitar el contexto que define a estos grupos de adolescentes y jóvenes. En primer lugar, los integrantes de cada grupo, con variables como la edad, el origen socio económico-cultural de estos jóvenes, el grado de formación (es diferente que sigan con los estudios a que ya hayan abandonado los estudios) y su dedicación (posibilidad de trabajar o se dediquen solo a trapichear).
El segundo factor tiene que ver con el lugar de asentamiento, en los barrios humildes el grupo juvenil se constituye como un referente social y de trasmitir valores de fidelidad, de pertenencia y de convivencia y relaciones personales y afectivas; mientras que en los barrios más acomodados los grupos se dedican más a actividades de ocio y tiempo libre o para la búsqueda de pareja.
Para estos agrupamientos juveniles un punto fundamental consiste en dar respuesta al para qué se establecen estos grupos. En muchas ocasiones estos grupos intentan sustituir o restañar vínculos afectivos y sociales dañados, otra dimensión se refiere a compartir experiencias, aficiones o viajes o bien pretender buscar procesos de identificación o de identidad social.
Los antecedentes personales de los integrantes son muy importantes de analizar, es el caso de las carencias previas de tipo cultural, afectivo, económico o bien de tipo mixto, constituyendo ese terreno tan peligroso, tanto de los propios sujetos como para las relaciones en el seno del colectivo social, de las carencias múltiples. Otro tipo de antecedentes tiene que ver con las experiencias y vivencias propias de violencia machista o violencia en el seno de la familia, ya que constituyen un modelo de reaccionar frente a la frustración y de imponer los propios criterios. El acoso escolar es un antecedente fundamental en dos dimensiones concretas: en la primera consiste en solventar la situación de ser acosado, al unirse al grupo dominante, con lo que se pasa de acosado a ser miembro del grupo acosador y, por lo tanto, se tiene protección; la segunda dimensión la describimos, en un trabajo desarrollado en mi equipo del año 2010, que los jóvenes que no eran sensibles al acoso escolar, por lo tanto formaban parte del complejo del bullying, les costaba comprender que en el caso de la violencia machista la mujer denunciara o se defendiera de esa violencia y justificaban la respuesta de violencia contra las mujeres.
De esta suerte, las funciones de los grupos son muy diversos, unas veces son para ocio y tiempo libre, o para realizar nuevas actividades a diferencia de lo que venía haciendo hasta ese momento dado, en otras es para sentirse protegido ante el acoso u otro tipo de violencias sociales, también puede ser para buscar pareja. Se podría resumir que en el grupo se busca una sensación de seguridad y de satisfacción personal, pero también de vivencias emocionales y afectivas.
No obstante, el grupo juvenil también se pueden tener peligros que se derivan de esa integración y funcionamiento del grupo. Efectivamente, pueden crearse vínculos disfuncionales para sustituir y rellenar esas carencias afectivas, emocionales y vinculares previas que han acontecido a lo largo del proceso de desarrollo. En otras ocasiones, realizan actos que limitan con lo legal o francamente trasgreden la ley social (vandalismo, peleas, comisión de delitos como asaltos). También es el núcleo donde se inician las conductas adictivas, con todo lo que ello comporta de alteración del proceso mental, de comisión de delitos y de destrucción personal. Es fundamental contemplar las conductas adictivas comportamentales o conductas adictivas sin sustancias, donde los teléfonos móvil y las redes sociales obtienen la calificación de contactos prioritarios, hay que señalar que en España se tiene un primer smarphone en torno a los 10 años, cuando la recomendación de los expertos señalan los 14 años como la mínima edad para poseerlos, el teléfono móvil adquiere un valor de comunicación y relación prioritaria, con todas las distorsiones que ello comporta, tanto en la interacción social, como en los contenidos.
Se podría decir que el grupo en la etapa juvenil es necesario, pero se precisa un control razonable. No todos los grupos son malos, se ha de aceptar que un grupo juvenil deriva hacia la agresividad porque busca una solución inmediata ante una dificultad, sea de la índole que fuere. Por ello habría que relacionarlo con la tolerancia a la frustración, con baja capacidad de aceptar la frustración y la capacidad mental dificulta el acceso a la reflexión, por factores diversos (inmediatez, exceso de valoración de lo deseado, baja capacidad de elaboración mental) en estas condiciones, se facilita el paso al acto, esa actuación es una especie de descarga del malestar “actuada” por el comportamiento externo y su expresión es la externalización como respuesta agresiva o incluso violenta.
Frente a tantas aportaciones que tienen contenidos negativos, cargados de culpa o de queja, se precisa realizar propuestas que busquen alternativas para afrontar estas situaciones. La primera característica consiste en la participación de los propios jóvenes en buscar una salida para estas situaciones tan complejas y preocupantes, es decir, si los jóvenes son el problema, los propios jóvenes deben ser considerados como parte activa de la solución. No es extraño que la sociedad presione para buscar una solución en la represión judicial para abordar este tipo de comportamientos sociales, es cierto que la acción policial puede ser necesaria, pero solamente cuando hay comisión de delitos o conductas disruptivas en el comportamiento social, pero la respuesta policial y legal se muestra insuficiente en grado sumo, según los diferentes estudios internacionales y que ya evidenció Michel Foucault en su obra “Vigilar y castigar” hace más de 50 años, donde aborda los límites de esta intervención en la violencia juvenil.
La tendencia a aislar a este tipo de grupos puede tener un efecto paradójico, consistente en apartar de las relaciones sociales normalizadas a estos grupos a los que se considera tan “perniciosos”, pero ese apartamiento y aislamiento social también evita los factores correctores de la convivencia social y que se erijan los valores del grupo como los únicos y a los que hay que rendir pleitesía, por ello se debe evitar la creación de guetos, tanto de barrios o dentro de una zona.
El gueto más común consiste en las instituciones para la infancia y la adolescencia, existe una visión dura pero romántica que tiende a un final satisfactorio para el niño, como puede ser el “David Copperfield” de Charles Dikens, pero es mucho más ajustado el análisis de Anthony Platt en su obra “La `protección de la infancia o la invención de la delincuencia infanto-juvenil”, publicado en 1981. Efectivamente, en la institución de la infancia y la adolescencia aparece un cuadro denominado “institucionalización” que termina afectando a la estabilidad emocional y vincular de niños, niñas y adolescentes, facilitando la eclosión de sentimientos de rabia y desolación que favorecen la comisión de disfunciones comportamentales como forma de reafirmación personal y de respuesta ante las normativas, que se interpretan como represivas. La única alternativa posible es la creación de grupos de convivencia pequeños, de vida familiar sustitutiva o acogimiento familiar, en estos grupos pequeños se puede recomponer un andamiaje afectivo y emocional que podría restañar las carencias previas.
El diseño fundamental consiste en fomentar zonas específicas para que se desarrollen actividades de ocio juvenil y que tengan locales adecuados para ello, con la dotación de recursos que sean preciso. De forma complementaria, es muy importante que se diseñen actividades comunitarias y sociales que se dirijan a la adolescencia y la juventud, con el fin de sentirse útiles para la convivencia del conjunto de la sociedad.
Si existieran contenidos emocionales asociados a estas situaciones, sería preciso evaluar la posibilidad de un tratamiento en los servicios de Salud Mental, pero es muy necesario que el enganche terapéutico sea bueno y no se cargue el efecto terapéutico en lo que se debe o no se debe hacer. Michel Diatkine decía que los problemas sociales y comportamentales se conoce bien el proceso, pero la intervención es muy difícil, y la eficacia limitada, porque no solo tiene un componente individual y mental, como decía Freud, cuando lo real invade se dificulta o anula la capacidad de analizar y actuar de forma correctiva. Los profesionales de la Salud Mental infantil deben saber discernir lo que es propiamente un efecto de problemas mentales, o bien es algo que no tiene que ver directamente con un problema de salud mental. Es cierto que pueden existir factores constitucionales, pero se limitan a la capacidad de aceptar la frustración, el estilo del perfil cognitivo para la interpretación y la percepción, es decir son los rasgos temperamentales básicos, que se establecen como factores psicobiológicos, es decir de vulnerabilidad de las personas.
Nelson Mandela repetía insistentemente que el factor más importante para realizar un cambio social revolucionario era la educación. En el caso de las bandas se comprueba que están constituidas, en su mayoría, por chicos, en menor proporción chicas, que han abandonado la escolaridad y/o han presentado un fracaso escolar reiterado. En este contexto hay que reiterar que el factor de riesgo de más impacto para la presentación de conducta disocial en la adolescencia y etapa juvenil es el abandono escolar. Así que se ha de reiterar lo que insistía el gran pedagogo brasileño Paolo Freire: crear escuelas es prevenir estancias carcelarias, algo que ya había formulado en España Victoria Kent, durante la segunda República.
Tampoco hay que ser romántico en esta perspectiva, pero sí que debemos reiterarla. En la primera década del siglo pasado se publicó el famoso “Poema pedagógico” de Antón Semiónovich Makarenko donde expone que la educación de la infancia solo podía ser completa cuando en este proceso se incluía dentro de las normas y costumbres de la colectividad, siendo la colectividad el único espacio donde la infancia podía desarrollar sus capacidades. Pero con el tiempo, el propio Makarenko escribe dos obras donde matiza su propio método pedagógico: "Technique of the organization of educational process" y "Lectures about education of children", en ellas limita la opción rígida que había expuesto en su primera gran obra, que ha sido la más famosa de ellas, en estas obras reconoce la individualidad, el peso de la subjetividad, frente al colectivismo que había guiado su primera obra y sus desarrollos prácticos iniciales.
Un último punto a señalar: la familia. En el seno de la familia es donde se crean las bases seguras, como decía John Bowlby, para establecer un reconocimiento de las conductas de apego y del funcionamiento vincular, base para una estabilidad, continuidad y seguridad en la vida afectivo-emocional. Pero la familia también es el núcleo fundamental donde se establecen las bases de la convivencia, del respeto y de los valores éticos y sociales. Un dato: en estos grupos de chicos y chicas que se subsumen en las normas de las bandas, suelen tener problemas relacionales en el seno de su propia familia, incluyendo la violencia familiar ascendente o violencia filio-parental.
El problema de la violencia social y su dimensión o ramal en la infancia y la adolescencia es un tema muy complejo y con múltiples factores que interactúan entre sí. Por ello, la respuesta y la alternativa no puede realizarse con medidas simples y, mucho menos, de efectos inmediatos. Ha de construirse una alternativa real con un diseño que se ajuste a las evidencias científicas que poseemos y eso comporta adecuar la legislación y la redefinición de las instituciones que se dedican a prestar atención a la infancia y la adolescencia.