El ministro Illa parece haber elegido la fecha, mientras escribo estas líneas el 18 de diciembre, día de la Virgen de Adviento, la virgen preñada, más conocida por Esperanza, aunque tiene múltiples advocaciones, entre ellas la de Divina Enfermera. Calculo que deben haberle salido infinidad de competidoras, ya que divinas enfermeras en estos terribles días de la pandemia ha habido muchas. Según una competente autoridad, culpables como muchos sanitarios, que, según su muy autorizada voz, se iban de farra para después poner perdidos de bichos chinos a los pobres enfermos. Una de las medidas de castigo ha sido dejar de contar a sus víctimas o contarlas mal, así que adivinen si pueden, aunque yo me atrevo a “adivinar” que cerrarán el año con más de noventa mil afectados y cerca de cien muertos. Y sigo creyendo en que las divinas enfermeras y los restantes miembros del personal médico y sanitario merecen mucho más la gloria que el castigo.
Pero el ministro nos da en este día de la Esperanza la gran nueva, ¡llega la vacuna! No sabemos en qué orden y forma se va a administrar. Si bien, eso no acierta a preocupar al 66% de los españoles, que ya han manifestado su intención de no ser pioneros en este capítulo. La vacuna viene de laboratorios e investigadores muy acreditados, y aunque el anómalo record de velocidad que ha acompañado su desarrollo provoque ciertas reticencias, parecen insuficientes para el pesimismo. Otras cosas son los complejos y críticos medios de transporte y almacenamiento hasta su aplicación. Ahí sí creo que el gobierno nos debe algunas explicaciones. Pero, tranquilos, que las dará. No sabemos cuáles, pero las dará.
Mientras tanto, portavoces juegan con el parámetro de moda: incidencia acumulada en las dos últimas semanas por comunidades. Si damos al promedio de 209 un margen de tolerancia de 7% (no exagerado), quedan por encima Cataluña, Castilla-La Mancha, Valencia, País Vasco, Madrid y… ¡Baleares! Sorprendente que sean unas islas las que encabecen esta poco grata clasificación, cuando hace nada se las tenía aparte por sus condiciones que las hacían candidatas a lo más seguro. Y no encabezan de cualquier manera, sino un 25% o más sobre las de su grupo y un 55% sobre la media. Entre las afectadas por la llegada de temporeros (mantenidos muchas veces en condiciones que rozan lo inhumano), Baleares supera en un 50% a Aragón y en un 140% a Andalucía o a Murcia. ¿Qué explicación puede darse? Si vemos como en ese grupo de “cabeza” se incluyen Madrid, Valencia y Cataluña, zonas también de demanda turística evidente, lo primero que se nos ocurre es que los visitantes lúdicos son más dañinos que los laborales. Si no, la pregunta sería sangrante: ¿nos siguen engañando en los números?
Con 1.800.000 infectados reconocidos, 50.000 muertos y 150.000 restablecidos, me falta mucho para cuadrar cuentas. Paso por alto contagiados porque para mí fue y es una cifra imposible de saber. Pero los muertos se cuentan con facilidad. El INE o las funerarias dicen mucho más que un cansino parte de televisión. España llevaba años entre 400 y 425 mil decesos. Si este año los superaremos en 65 ó 70 mil, no son muertos de carretera. Son los muertos del covid. Lo que la vacuna tiene que corregir.
Si no, siempre podremos encomendarnos a la Virgen de la Esperanza.