Nos entristece la
pérdida del Prof. Suñé el pasado 26 de noviembre de 2017, porque deseamos conservar el respeto y afecto, a nuestro lado, de esas personas que por admiración nos han servido de ejemplo en nuestro progreso científico y personal. Una personalidad académica y magistral, que con sus servicios ha contribuido ampliamente al
desarrollo de la carrera de farmacia, a la farmacia como servicio social y que ha proporcionado muchos beneficios generales a todos los españoles.
El profesor Suñé cuenta con un currículo extraordinario, nació en
Mollet del Vallés (Barcelona) el 5 de mayo de 1928 y desde su infancia fue una persona vital, energética y muy trabajadora, que le condujo a un ascenso universitario cargado de méritos.
Debemos de consignar aquí algún detalle de su historial universitario, cuando en 1959 siendo catedrático de farmacia galénica planificó el
Museo de la Historia de la Farmacia en la Facultad de Farmacia de Granada. Fue en el año 2008 cuando se culminó el museo. No llegan a ocupar en una mano los museos de farmacia en nuestro país. Este museo lleva su nombre, y por tanto, esta impronta no dejará en el olvido, ni pasará inadvertido el nombre de tan encomiable hombre y maestro.
Prof. Dr. José María Suñé Arbussà.
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En 1971 consigue la
cátedra de Historia de la Farmacia y Legislación Farmacéutica en la Facultad de Farmacia de Barcelona, y en 1974 adquiere la posición de Jefe de Servicio de Farmacia del
Hospital del Valle Hebrón de Barcelona. En 1977 fue nombrado académico numerario por la Real Academia de Farmacia de Barcelona, y posteriormente presidente de la misma.
Me gustaría conmemorar muchas cosas con el Prof. Suñé, de las experiencias personales y las particulares del Hospital del Valle Hebrón de Barcelona. Cuando comencé mis actividades clínicas en dicho hospital
tuve la suerte de encontrar a un gran maestro, y sobre todo a un tutor. Por ello deseo hacer más énfasis en lo humano, que es lo que prevalece con más intensidad en mi recuerdo. Posiblemente sea ésta una faceta menos accesible a tantos ilustres farmacéuticos que han tenido para él palabras de encomio por sus innumerables méritos científicos.
El profesor Suñé tenía gran brillantez en sus exposiciones, distinguibles por su gran profundidad, un hombre de ciencia muy bien organizado y sistemático; con altitud de miras, pero siempre a tu disposición y alcance. Lo que hacía tenía una gran dosis de humildad. Y era
una pieza clave en nuestra sanidad porque trabajaba mucho, era erudito, un gran experto en la Farmacia española, y además, visionario. Con él se ejercitaba la inteligencia, siempre había un análisis sistemático de la situación, podías ver los pros y los contras, y sobre todo, podías aprender mucho de su ideario.
El profesor Suñé hizo escuela en su propio desarrollo académico, con muchos discípulos. Este gran mérito es envidiable y que personalmente echo en falta en mi experiencia, que me ha acarreado con tanta ida y venida (países, conjeturas, universidad) para ser farmacólogo clínico en España, por ser ser discípulo de
Louis Lasagna M.D., Sc.D.
Efectivamente, yo también
me considero uno de sus discípulos, pues mi relación con el Prof. Suñé resultó corta pero intensa, casi limitada a mi pertenencia del hospital, pero sin dejar nuestra relación a pesar de los avatares en las respectivas vidas profesionales que nos distanciaron. De estudios realizados con su apoyo en el hospital partieron varias publicaciones científicas.
El Hospital del Valle Hebrón fue un caldo de cultivo para las
nuevas generaciones de farmacéuticos que deseaban una formación en la farmacia hospitalaria del Prof. Suñé. Además de cambios estratégicos para optimizar su funcionamiento había una actividad educativa, seminarios terapéuticos, que daban acogida a muchos farmacéuticos de dentro y fuera del hospital. Recuerdo esos momentos de compañerismo donde se debatían temas de la actualidad terapéutica.
El papel de la
farmacia de hospital del Prof. Suñé era clave en el Comité de Farmacia del Hospital donde convenían los intereses de eficiencia de las 3.000 camas, en un hospital de alto nivel y especializado. En dicho comité fui incluido a participar, por la influencia que pudiera ejercer un farmacólogo clínico, un honor personal ante distinguidos compañeros de departamentos y servicios; duró hasta 1983, donde por decisiones de la Generalitat tuve que declinar. Consecuentemente dejó un mal recuerdo en todos los miembros del comité, porque además tuve que emigrar a Basilea (Suiza). Aquellos momentos tienen una semblanza con la actualidad político-social de Cataluña.
Siempre que pude recurrí a mi tutor, al profesor Suñé, quien hizo mucho por mí. Con gran acierto me apoyó en mis decisiones, como si fueran recomendaciones que un padre da a su hijo.
Un hombre cargado de valores, y muy generoso con los suyos. Por cuanto aporta toda su trayectoria como persona, fue un hombre de honor y de palabra. Por eso quiero dejar patente mi reconocimiento y agradecimiento, que si siempre con gran respeto se lo expresé. Ahora, una vez más, lo quiero reivindicar con estas palabras.
Así pues, conjuntamente con el
Servicio de Farmacia del Profesor Suñé, realizamos pequeñas conferencias en el hospital, donde concurrían expertos americanos de distintas universidades estadounidenses. Posteriormente, tuve la suerte de que el profesor Suñé escribiera un capítulo de mi libro
“Clinical and Social Pharmacology. Postmarketing Period” (Editorial Aulendorf, Alemania, 1985), donde hizo una brillante exposición de “Hospital Pharmacy in Spain” del momento.
Cuando ya estaba en Madrid tuve la oportunidad de desarrollar los “Encuentros” en el Iltre. Colegio Oficial de Médicos de Madrid. Los encuentros fueron el
foro de la “farmacología social” donde se integraron todos los colegios oficiales de los sanitarios (farmacéuticos, veterinarios, enfermería, odontólogos, medicina, e instituciones). Pues bien, cuando estaba asentado en la Universidad de Alcalá, tuve el honor de que el profesor Suñé interviniera en el III Encuentro Médico-Farmacéutico Internacional, noviembre 1995 (“La comunicación en la atención sanitaria: Información terapéutica”).
Que mis letras sirvan para recoger
el reconocimiento de todos los sanitarios a esta personalidad, ya que desde 1977 que he tenido el privilegio de haber conocido a un gran hombre, y haber compartido años de relación personal de forma leal en lo profesional y humano.
En resumen, un hombre de ciencia, de convicciones profundas, muy querido y respetado. Siempre estará en mi recuerdo. Descanse en paz.