Sin las enfermeras el sistema sanitario no funcionaría. Sin embargo, y pese a las evidencias de la importante labor de la profesión enfermera en beneficio de la salud de toda la población, las administraciones sanitarias no terminan de percibir la dimensión del cuidado enfermero. Lo siguen viendo en clave de ‘costes’, en vez de verlo como lo que realmente es: calidad de vida para las personas, con la alta responsabilidad que ello comporta para las enfermeras.
Si necesitábamos algún ejemplo más del alcance que tienen los cuidados enfermeros y que tan patentes están quedando desde el comienzo de la pandemia, ‘Filomena’ ha terminado de constatarlo. Las redes sociales se han llenado de imágenes de enfermeras y enfermeros que, de nuevo, han puesto por delante su responsabilidad y profesionalidad a las inclemencias del tiempo. Unos, caminando horas por la nieve para poder trasladarse a sus puestos. Otros encadenando largas jornadas, ante la falta de relevo. Todos con el único objetivo de sumar, de prestar asistencia a ese paciente que está en su domicilio, o que ha acudido al centro de salud o que se encuentra ingresado en un centro hospitalario. Al que ha tenido que socorrer urgentemente o al que continúa cuidando como paciente institucionalizado en una residencia. Todo ello, sumado a meses de pandemia, sin descanso y sin tregua.
La impresionante labor que están realizando muchos profesionales sanitarios- en nuestro caso concreto, enfermeras y enfermeros- trabajando en ocasiones más de 24 horas ininterrumpidas en los centros asistenciales y sociosanitarios, tanto públicos como privados, en la calle o en cualquier lugar al que son capaces de llegar por cualquier medio, debe ser reconocida en base al esfuerzo y compromiso con las personas y sus cuidados, no solo a nivel profesional, sino a nivel retributivo y laboral, con la estabilidad y desarrollo competencial que les corresponde. En modo alguno las administraciones pueden confundir ‘entrega y compromiso’ con ‘falta de compensación justa’. La situación actual requiere de un plan de recursos enfermeros que recoja las condiciones excepcionales en las que nos encontramos.
Lo que está ocurriendo durante este año, entre pandemia e inclemencias del tiempo, demuestra que, pese a que vivimos en una sociedad altamente desarrollada y con un sistema sanitario que ha alcanzado altísimas cotas de eficacia en cuanto a preservación de la salud y abordaje de enfermedades, sin un engranaje enfermero que gestione, catalice y se preocupe del cuidado de las personas, es imposible hacer frente a fenómenos como los que nos ha tocado vivir. Se trata de un cuidado basado en la evidencia científica llevado a la práctica por las enfermeras y enfermeros, esencial en todo momento y circunstancia, y que ahora es todavía más patente.
Una enfermera conoce bien a la persona y su contexto de vida. Es evidente la influencia directa de los cuidados enfermeros sobre la morbilidad y mortalidad del paciente, sobre los tiempos de estancia hospitalaria, la atención y seguimiento del paciente en Primaria, el cuidado en domicilio y en todo el ámbito sociosanitario.
Por lo tanto, si queremos que nuestro sistema sanitario responda como se le exige, las administraciones e instituciones sanitarias, públicas y privadas, deben generar una estructura que favorezca la práctica enfermera al lado de las personas, familias y comunidades, ya que son responsables de ofrecer cuidados específicos basados en las necesidades de forma humanizada e individualizada, en cualquier lugar o circunstancia.
Generar esta estructura lleva implícito el reconocimiento de las altas competencias científico-técnicas y académicas de la profesión enfermera y, al mismo tiempo y al mismo nivel, el desarrollo pleno de la profesión y de las justas condiciones de trabajo que siguen estando muy alejadas de la realidad y la responsabilidad adquirida, a nivel de retribución, estabilidad laboral, cargas de trabajo, ratios, etc.
Los cuidados son la razón de ser de nuestra profesión y constituyen el motor de nuestro quehacer y, por lo tanto, nuestro foco de atención. En estos días, una vez más ha quedado claro que el cuidado enfermero es específico, individual y contextual. Como también, que las enfermeras dan prioridad a las personas y a la gestión del cuidado de la salud incluso antes de que se produzca la enfermedad o el hecho puntual que requiere de su asistencia.
Por eso, insistimos, un día y otro día más, en la necesidad del reconocimiento claro de la importancia de la prestación de cuidados y del desarrollo profesional enfermero a todos los niveles. Un día y otro, y otro más, hacemos patente la plena disposición de todas las enfermeras y enfermeros para estar allí donde hace falta, incluso sin que se les solicite. La responsabilidad, incluso ética, adquirida libremente en el cuidado de la salud de toda la sociedad, sigue sin estar avalada por el compromiso de las administraciones sanitarias, ni a la hora de contar con las organizaciones y colegios profesionales para planificar de forma precisa y específica los cuidados que necesita la población, ni mucho menos, en una apuesta decidida por el desarrollo enfermero a todos los niveles: profesional, competencial, laboral, social y retributivo que es justo y les corresponde.
La consecuencia de continuar por este camino de inercias adquiridas y desfasadas frena la posibilidad de conseguir un sistema sanitario más eficiente y eficaz. Las enfermeras y enfermeros llevan mucho tiempo demostrando su compromiso con la salud pública para lograr el éxito de una estrategia sociosanitaria eficaz en favor del sistema y de la calidad de vida de la población. Es hora de que las administraciones sanitarias estén a la altura y asuman su responsabilidad.