Insultar, gritar, acusar, culpabilizar, aislar, amenazar, manipular, despreciar, presionar, engañar, ignorar, además de la violencia física, son formas de maltrato que sufren muchas mujeres en el mundo. Un problema cuya erradicación debe involucrarnos a todos como sociedad. Cuando conmemoramos el
Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer conviene recordar que la violencia de género contra las mujeres puede adoptar diversas formas y debe ser combatida en todas sus manifestaciones. Atenta contra los derechos humanos y constituye un importante problema de Salud Pública con impacto en su salud física, psicológica, sexual y reproductiva. Basta con saber que, según la OMS, una de cada tres mujeres en el mundo ha experimentado alguna vez violencia física o sexual por parte de una pareja íntima, o violencia sexual perpetrada por una persona distinta de su pareja.
En España, según la última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, el
32 por ciento de las mujeres mayores de 15 años ha sufrido en su vida
violencia física, sexual y/o psicológica por parte de parejas o exparejas.
Sin embargo, muchas de estas mujeres, por la situación de manipulación que están viviendo, ni siquiera reconocen que están siendo maltratadas y
justifican actitudes vejatorias que vienen envueltas en un reproche por la ropa que se ponen, por quedar con un amigo a tomar un café o porque tienen que ‘esconder’ que tienen más talento o ganan más dinero que su pareja.
Una vez más, la prevención contra este tipo de actitudes, a través de una
adecuada educación cultural y social, entendida también desde el prisma de la salud, es el primer paso para la erradicación de estas situaciones. Porque, como bien recuerda la enfermera Irene García
en el reportaje que publicamos en nuestro canal de YouTube, la violencia de género es un hecho transversal que afecta a todos los estamentos sociales y económicos.
Los profesionales de Enfermería desempeñan un importante papel en este ámbito debido a la
relación de cuidado que se establece con las personas a las que atienden. Por un lado, detectar estas situaciones de forma precoz contribuye a realizar una intervención temprana. Al mismo tiempo, la relación de cuidado entre enfermera y paciente permite valorar de forma integral a la persona, su entorno familiar y social y por tanto, actuar en consecuencia, tanto desde el punto de vista de la atención física, como psicológica.
Además, las enfermeras y enfermeros, como expertos en cuidados, deben ser capaces de transmitirles que el sistema sanitario es el lugar al que deben acudir y que lo perciban como un
lugar de cuidados seguros para ellas y para sus hijos. Es preciso ayudar a romper el ciclo de violencia y que tengan la plena garantía de que cuando acuden solicitando ayuda, han dado el primer paso hacia la solución de su problema. Deben percibir que siempre se las acoge y escucha con respeto y con plena garantía de confidencialidad y privacidad.
En definitiva, y tal y como decía al principio y como también recuerda la Organización Mundial de la Salud, la violencia de género es un
problema de Salud Pública que requiere de intervenciones conjuntas desde todos los ámbitos educativos, sociales y sanitarios y que, a su vez, involucre a toda la sociedad como parte de la solución.
Debe ser prioritario orquestar políticas de actuación que recojan el punto de vista y la experiencia en cuidados de la profesión enfermera, dado que Enfermería es uno de los baluartes de la educación para la prevención y promoción de la Salud, además de ser la profesión sanitaria con mayor accesibilidad y contacto frecuente con la mujer a lo largo del ciclo vital, lo que le permite la posibilidad de detectar precozmente los casos de maltrato, en cualquiera de sus manifestaciones. Sigamos trabajando para erradicar esta lacra.
Todo el mundo tiene derecho a una vida sin violencia.