En nuestra práctica médica, en ocasiones, hemos de tomar decisiones difíciles. Unas decisiones que tienen que ver con la vida de la persona a la que estamos atendiendo. Esto supone una gran responsabilidad para el médico. La persona enferma pone en nuestras manos el cuidado de su salud, pero también pone en nuestras manos su vida cuando ésta depende de la evolución de una enfermedad incurable, avanzada, en fase terminal. Por ello, la formación para adquirir esta habilidad es tan necesaria para hacerlo del todo bien y ayudar de la mejor manera posible a nuestro paciente.

Pero no sólo bastará con poseer esta habilidad. Deberemos tener en cuenta, sobre todo, la opinión de la persona a la que estamos atendiendo. Ella será quien nos dirá la dirección que debe adoptar la decisión a tomar. Hemos de tomar las decisiones adecuadas, de acuerdo con los valores del enfermo y de la buena práctica médica. No olvidemos que la autonomía del enfermo es el valor central de la Medicina que más ha cambiado en los últimos años.


 "La autonomía del enfermo es el valor central de la Medicina que más ha cambiado en los últimos años"



Los médicos tradicionalmente hemos tenido un amplio margen de autonomía clínica para decidir cómo tratar a nuestros enfermos. Es verdad que los médicos seguimos valorando nuestra autonomía clínica y profesional, pero al mismo tiempo hemos aceptado nuestra obligación de respetar la autonomía del enfermo, siendo los propios enfermos los que deciden en definitiva sobre los asuntos que les afectan. Hemos de tener en cuenta que el respeto a las decisiones autónomas de los enfermos se ha impuesto en la práctica médica diaria como norma reguladora de las relaciones entre los profesionales y los enfermos. La principal característica de la relación médico-paciente es, en la actualidad, el reconocimiento médico de la autonomía del paciente.

La Ley es respetuosa con la idea de que quien mejor conoce lo que es más favorable para sí mismo es el propio paciente, después de ser correctamente informado. El médico respetará el derecho del paciente a decidir libremente, después de recibir la información adecuada sobre las opciones clínicas disponibles. Es, por tanto, un deber del médico respetar el derecho del paciente a estar informado en todas y cada una de las fases del proceso asistencial. Como regla general, la información será la suficiente y necesaria para que el paciente pueda tomar decisiones.


"Es un deber del médico respetar el derecho del paciente a estar informado en todas y cada una de las fases del proceso asistencial"


Nuestra aspiración tiene que ser adoptar las mejores decisiones desde la prudencia ética y clínica. Disponer del adecuado conocimiento es necesario, pero no suficiente para tomar decisiones prudentes. Tomar una buena decisión es algo más que hacer una elección razonable entre varias opciones. Se trata de tomar la mejor decisión que está a nuestro alcance, es decir, aquella que estaríamos en condiciones de defender y justificar frente a otras posibles, lo que significa tomar una decisión responsable, una decisión de la que estamos dispuestos a responder dando las razones que la fundamentan.
El responsable de la toma de decisiones es el médico, pero el protagonista es el paciente. Sin embargo, también el médico tiene derecho de veto si se encontrara envuelto en una potencial decisión que considerara inútil o perjudicial para el paciente. Tomar y una decisión responsable y prudente se garantiza cuando es fruto de la adecuada deliberación. Los clínicos solemos tener, a veces, una visión un tanto sofisticada de proceso de toma de decisiones tal como se plantea desde la bioética académica que se ha demostrado en ocasiones como un mundo erudito y especializado. Sin embargo, este proceso es una tarea que, a diario, en Medicina paliativa, tiene lugar a la cabecera del enfermo de un modo intuitivo. La prudencia y el compromiso personal siguen siendo los principales elementos para mejorar el rendimiento profesional y el respeto al enfermo, tomando buenas y correctas decisiones.