Por Ismael Sánchez, director editorial de Sanitaria 2000
Más que un roto, a la oficina de farmacia la están haciendo un verdadero estropicio, que será muy difícil rehabilitar. Quizá por eso algunos plantean, aprovechados, el cambio de modelo. Sin embargo, los hay que aún resisten, sin casco ni trinchera, pero con la autoridad que dan los beneficios, los proyectos novedosos y el servicio permanente, pase lo que pase. Es el caso de Cofares, la primera empresa sanitaria del país, como le gusta decir a su presidente, Carlos González Bosch, que seguirá al frente de su Consejo Rector un nuevo mandato.
El suyo es un ejemplo de resistencia concienzuda, educada, puede que no del todo efectiva, pero insistente, seguramente hasta el final. Porque si este Gobierno o el que viene sigue demoliendo las estructuras económicas de la farmacia o si termina consumando el cambio anunciado de modelo, debe saber que siempre tendrá enfrente a una empresa que es más que una cooperativa, pero que mantiene el valor socializador y representativo de esta última. Allá el ministro que quiera tenerla en contra. Aunque su cartera sea la de Economía. Porque no se ganará la enemistad de una sociedad anónima más o menos grande, sino el profundo reproche de todo un colectivo: el farmacéutico.
A Cofares y a González Bosch se les escucha ahora más que nunca antes. Porque la situación es crítica como nunca antes: recesión económica, estrechez financiera, dudas sobre el futuro del modelo y desdén institucional hacia la farmacia. Rompiendo su tradicional prudencia con los medios, González Bosch está procurando multiplicar su presencia para que a ningún compañero le quede duda de que arrimó el hombro cuando más lo necesitaba el sector.
Y eso que la crisis no parece estar afectando a Cofares. Sus socios, los farmacéuticos como individuos, con sus oficinas a cuestas, están pasándolas canutas, pero todos juntos, unidos en la distribuidora, ganan enteros y tienen una salud formidable gracias a la diversidad de proyectos, en logística, en servicios y en exportación, y a una apuesta decidida por la innovación que se traduce de inmediato en aumento de productividad.
El drama de la farmacia no es el drama de Cofares. Aunque el mercado de fármacos esté roto, no le pasa lo mismo a la cuenta de resultados de la distribuidora, ni a su cuota de mercado, cada vez más grande. Tanto que ya no necesita buscar fusiones para ganar tamaño, aunque siga pensando que la concentración es imprescindible. La idea de González Bosch parece más audaz y trasciende los mismos límites de la distribución: el futuro será una Cofares volcada en dar servicios de valor añadido a la farmacia, para que la oficina compre mejor y más barato, con menos coste por logística y con un mejor manejo de los stocks.
El presidente de la cooperativa quiere seguir al frente de una cooperativa, todo lo grande que pueda, con maneras de gran empresa, pero con el capital bien distribuido, nunca mejor dicho, entre miles y miles de farmacéuticos, confiados en una inversión segura y, por encima de todo, útil para su trabajo. Tampoco parece haber espacio aquí para las distribuidoras privadas, aunque ese es y seguirá siendo el principal temor latente, que entren en escena las grandes multinacionales y desbaraten, por otro flanco diferente al administrativo, el modelo.
González Bosch parece dispuesto a resistir, así vengan mil embates más. Y mientras tanto, seguirá poniendo todas sus velas a la recuperación económica del país, la vía más rápida para que la oficina de farmacia reciba oxígeno. Después, y mientras llega el milagro, volverá a hablar con la autoridad que da el éxito continuado y llamará a la reacción de los compañeros farmacéuticos para que no les terminen de arruinar, para que dejen de abrir más agujeros en el cinturón. La voz de la conciencia para evitar el desmantelamiento. ¿Y si no lo consigue? Pues al menos reaccionará en su radio inmediato de acción. Y montará una nueva Cofares.