Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la crisis climática será el principal problema de salud pública en el siglo XXI. Sólo en España, hay casi 30.000 muertes anuales atribuibles a los efectos de las altas temperaturas y la contaminación atmosférica, ambos asociados a la quema de combustibles fósiles. Además, el aumento de las temperaturas también conlleva unas condiciones climatológicas favorables para la expansión geográfica de vectores como mosquitos y aumento de su periodo de actividad en nuestro país, aumentando los casos de enfermedades transmitidas por estos, como puede ser el caso del virus del Nilo occidental o del dengue. Así, el impacto del cambio climático en la salud de la población a nivel global es ya una realidad que requiere de una respuesta por parte de los gobiernos y de los sistemas sanitarios.

La actividad de los sistemas sanitarios presentan una huella de carbono considerable, siendo responsables de alrededor del 5 por ciento de las emisiones mundiales. Una cifra que sería equivalente al quinto país del mundo con más emisiones y que supera al transporte aéreo y marítimo juntos. Puesto que el objetivo de los sistemas sanitarios es cuidar de la salud de la población, tienen una especial responsabilidad moral a la hora de reducir su impacto medioambiental, siguiendo el principio básico del juramento hipocrático: primum non nocere, primero no hacer daño.


"Puesto que el objetivo de los sistemas sanitarios es cuidar de la salud de la población, tienen una especial responsabilidad moral a la hora de reducir su impacto medioambiental"



Ahora bien, la descarbonización de los sistemas sanitarios debe siempre garantizar la seguridad del paciente, el beneficio terapéutico de los tratamientos y la calidad de los servicios, sin que el impacto medioambiental del propio sistema sanitario sea por sí solo un criterio para modificar la atención sanitaria. En este caso, la descarbonización del sistema sanitario contrasta con otros sectores como el transporte, que no solo no conlleva un riesgo inmediato para la salud de las personas, sino que incluso su descarbonización mejoraría la salud de la población en el corto plazo sería positivo.

Esta descarbonización debe también garantizar la tranquilidad del paciente, ya que la confianza de la ciudadanía en el Sistema Nacional de Salud (SNS) es clave para una mejor salud colectiva y una mayor cohesión social. Si bien el SNS debe reducir, como el resto de sectores, sus emisiones y su impacto medioambiental hasta ser compatible con los límites del planeta, su alto valor social y su relación tan directa con la salud de sus usuarios requiere de un abordaje delicado a la hora de su descarbonización. Es necesario tener en cuenta tanto los beneficios para la salud como las posibles consecuencias indeseadas de la descarbonización, así como un mayor esfuerzo a la hora de comunicar y explicar adecuadamente los pasos a seguir para evitar generar desconfianza o alarma entre la población. El objetivo es claro: avanzar en la descarbonización del SNS sin poner en riesgo la seguridad y la salud de la población.

Esto es especialmente importante en una época como la actual en la que las industrias del bulo, los negacionismos y el renacer de perspectivas anti-científicas trabajan para minar la desconfianza entre la ciudadanía y, especialmente, en las instituciones científicas, médicas y democráticas. Nada sería más perjudicial para la descarbonización del sistema sanitario que alguien pudiera vincularla falsamente con poner en riesgo la salud de un determinado grupo de pacientes o culparla del empeoramiento de la calidad asistencial. Los sistemas sanitarios requieren, por tanto de una “descarbonización cuidadosa”, que busque un compromiso, sustentado en la evidencia científica, entre avanzar en la reducción de sus impactos medioambientales y garantizar la confianza, la salud y la seguridad de sus usuarios. Como dice el refrán, “vísteme despacio, que tengo prisa”.


"Nada sería más perjudicial para la descarbonización del sistema sanitario que alguien pudiera vincularla falsamente con poner en riesgo la salud de un determinado grupo de pacientes o culparla del empeoramiento de la calidad asistencial"



Cuando analizamos la estructura de emisiones de los SNS que han calculado su huella de carbono, observamos que en torno al 70 por ciento de las mismas son indirectas, asociadas a la compra de equipamiento médico y no médico y, sobre todo, a la producción y transporte de medicamentos que supone un 20-30 por ciento de la huella de carbono del SNS. Del 30 por ciento restante, un 10 por ciento se debe al consumo eléctrico y el 20 por ciento restante al tratamiento de residuos, consumos de agua y transporte del personal sanitario y los pacientes.

Es fundamental, por tanto, que además de avanzar hacia centros sanitarios más eficientes, resilientes y bajos en emisiones, los sistemas sanitarios tomen medidas para descarbonizar sus cadenas de suministro y, especialmente, la producción de medicamentos. Entre estos destacan dos grupos cuyas emisiones se concentran en el uso y no en la producción, en tanto que se basan en gases fluorados cuyo potencial de calentamiento es muy superior al de otros gases de efecto invernadero: los gases anestésicos y los propelentes usados en los inhaladores presurizados.

Desde el Ministerio de Sanidad hemos avanzado en esta dirección. En primer lugar, tanto la nueva Estrategia de la Industria Farmacéutica 2024-2028 como la próxima reforma de la Ley de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios incluyen disposiciones para que el impacto ambiental de las empresas y, eventualmente, de los medicamentos y productos sanitariospuedan considerarse a lo largo de las diferentes fases regulatorias por las que pasan estos productos hasta que se financian por parte del Sistema Nacional de Salud. También se incorporan una serie de incentivos que permitirán reconocer a aquellas empresas cuyo impacto medioambiental sea menor.

En segundo lugar, tras reunirse con pacientes, empresas y sociedades científicas, el Ministerio de Sanidad está trabajando en una serie de recomendaciones para una prescripción de inhaladores ambientalmente sostenible y clínicamente segura.


"Sanidad está trabajando en una serie de recomendaciones para una prescripción de inhaladores ambientalmente sostenible y clínicamente segura"



Por último, recientemente se ha reunido por primera vez el Grupo de Trabajo de Anestesia Verde en el que expertos en el ámbito de la anestesiología sostenible discutirán cuáles son las mejores prácticas y medidas a considerar para reducir el impacto ambiental de los gases anestésicos manteniendo la calidad asistencial.

Estos son los primeros pasos hacia un SNS que no solo cuide de la salud de la población, sino también de la salud del planeta. Porque no hay personas sanas en un planeta enfermo.