Las cosas se resisten a ser como antes. Pero... ¿Cuándo es antes? Hablamos de la pandemia, que nos ha marcado tanto. Hablamos de la
pandemia, el
confinamiento y más allá: de la
jungla telemática en la que habitamos. En casa, hiperconectados; la
consulta médica, telefónica; en clase, telemáticos; las reuniones, online.
Pero, ¿qué ha pasado en realidad? ¿Acaso la
digitalización, de la que hace pocos años no sabíamos casi nada ni a dónde nos iba a llevar, no nos ayudó también a comunicarnos en las fases más duras de la pandemia? Lo cierto es que
el mundo se está transformando a nuestro alrededor y, en los últimos años, lo está haciendo a tan gran velocidad que tenemos dificultad para adaptarnos. Y en ese río revuelto, siempre pescan los furtivos. Y para echar más leña al fuego, nadie mejor que el consejero de sanidad del gobierno de Díaz Ayuso en la
Comunidad de Madrid. No podemos dejar de destacar sus palabras: "Nuestro
modelo sanitario está pensado en los años ochenta, un modelo que venía del modelo cubano, que ya tiene que evolucionar hacia una
asistencia primaria de enfermería y asistencia telemática". Lo primero parece un mensaje de la guerra fría y lo segundo se olvida de los negativos efectos de la
Contrarreforma de la Atención Primaria de hace más de una década en el
Sistema Nacional de Salud Británico (NHS). Sin comentarios.
En ese
ambiente distópico que se está configurando, las cosas se resisten a ser como antes, decíamos. Y también, es que hay intereses que se empeñan en que así sea. Esos intereses están, naturalmente, en privatizar y, como es lógico, no se diferencian gran cosa de otros intentos que ya hemos visto antes, y se parecen a los demás, además de en todo lo que llevamos dicho, en una cosa en la que todos coinciden: están empeñados en que del
deterioro de lo público surja el beneficio de lo privado, el negocio. El paso del tiempo nos hace viejos pero también nos enseña a ir atando cabos. Ya hemos visto desfilar por delante de nosotros a los mismos intereses, con distintos disfraces. El modelo Alzira, sin ir más lejos.
No viene mal un comentario al margen: en ese ambiente distópico, y un poco bufo, que nos está tocando vivir,
entre la pandemia y la guerra se han colado también unas declaraciones de un responsable militar de EEUU acerca de unos
posibles ovnis sobrevolando el espacio aéreo norteamericano. Da miedo pensar que ese señor sea un máximo responsable de la seguridad global, en este mundo cambiante, multipolar, con distintos focos de tensión y que en este momento ya se está confrontando en una
guerra de desgaste en terreno europeo.
"Sabemos que el deterioro perseguido de los servicios públicos, de la sanidad pública, en cuanto se escarba un poco, justifica un nuevo-viejo modelo de ascenso de los intereses privados"
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Vivimos un tiempo complejo, de incertidumbre y desazón, como señala el
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Es un hecho que ya va para largo que, entre esas cosas que se resisten a ser como antes, que nos van llevando a un callejón sin salida, está la invasión rusa de Ucrania, en la que, cómo dice Habermas, lo importante es que no acabe enfrentándonos a una disyuntiva desesperada: intervenir activamente en el conflicto o abandonar a Ucrania a su suerte para no desencadenar la primera guerra mundial entre potencias con armas nucleares. Esto es, el objetivo consiste en
no traspasar las líneas rojas que llevarían a Rusia al uso del armamento nuclear. Da que pensar. También los efectos del antropoceno de la emergencia climática en la que nos hemos precipitado.
Volvamos en cualquier caso al propósito de nuestro artículo, el
momento crítico de nuestro sistema sanitario del que tanto se habla últimamente. Con el tiempo se evoluciona, hay quien se dulcifica mientras otros se endurecen, y siempre aparece un nuevo diseño, o una nueva configuración, capaz de un análisis más amplio. Por eso sabemos que el deterioro perseguido de los servicios públicos, de la
sanidad pública, en cuanto se escarba un poco, justifica un nuevo- viejo modelo de ascenso de los intereses privados, de los seguros privados, como
vasos comunicantes. Porque como se dice en las conclusiones de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la Atención Primaria los problemas que vivimos no justifican un cambio de modelo, sino la aplicación efectiva de un modelo de
atención integral y multidisciplinar desde la propia comunidad, como propugna la declaración de Alma Ata.
¿De verdad que el sistema no queda indefenso por el hecho de que se haya recortado la formación de especialistas en los
gobiernos conservadores, así como los presupuestos año tras año, como pasa también en la Comunidad de Madrid? Con
menos camas públicas en los hospitales y un adelgazamiento de los presupuestos para sanidad y, en particular, para la Atención Primaria, también se contribuye a la
privatización. Se dice en el ya comentado informe de Naciones Unidas, seguro que con buena intención, que la
telemedicina, la atención remota
vía Internet y la
inteligencia artificial permitirán el acceso al sistema de salud a personas en el mundo que hoy no lo tienen. Ojalá que esto sea así. Pero lo que es inaceptable es que se pretenda lo contrario, que esos métodos sustituyan la
atención personalizada de los que hoy la tienen, en una suerte de
Atención Primaria low cost. Y que no se entienda esto porque tengamos interés alguno en volver a lo más primitivo ni porque la humanidad retroceda a un estado feudal o feral. Precisamente es lo que tratamos de evitar.