Sorprende y decepciona a partes iguales que el colectivo médico -tanto organizaciones profesionales como sindicatos- con el apoyo de alguna otra profesión sanitaria más, haga gala estos días de tal exhibición de agresividad contra la prescripción enfermera. Por una parte, se atreven a afirmar, con el fin de alarmar a la población, que la prescripción de medicamentos por parte de las enfermeras pone en riesgo la seguridad del paciente. Siendo esto grave, una auténtica barbaridad sin fundamento, no lo es menos el ejercicio de incoherencia que representa que la Organización Médica Colegial (OMC) participe en la redacción de las guías que regulan la prescripción, las apruebe y después las recurra y la lleve a los tribunales.
Precisamente, ante los tribunales tendrán que dar explicaciones todos aquellos líderes profesionales -en contra de la opinión de muchísimos médicos anónimos-, que se atrevan a atacar a la Enfermería o pongan en duda su capacidad para indicar medicamentos, y más, si lo hacen aduciendo un supuesto “riesgo” para la población. No toleraremos ningún ataque al trabajo que hacen cada día las 345.000 enfermeras y enfermeros españolas.
No sabemos a qué responden esos ataques despiadados, si pretenden mantener un estatus social o económico, unos privilegios… pero lo que están proponiendo es una regresión, una involución del sistema sanitario en contra de lo que hacen algunos de los países más avanzados del mundo, desde el Reino Unido, Canadá a Suecia o Países Bajos. Algunos parecen no comprender bien la realidad clínica del siglo XXI.
Que nadie se confunda. Las enfermeras y enfermeros no queremos ser médicos, ni hacer el trabajo de los médicos, queremos desarrollar nuestras competencias con normalidad, de forma colaborativa y con seguridad jurídica. La prescripción enfermera supone un beneficio para el sistema sanitario y los pacientes.
Debemos desmentir otro infundio que hace referencia a que las enfermeras carecen de la necesaria formación en farmacología en el Grado. Las enfermeras y enfermeros de nuestro país cuentan con una preparación excelente, como reconocen todos los organismos internacionales y por supuesto que están plenamente capacitadas para asumir roles y competencias en el marco de una sanidad moderna y avanzada.
También puede resultar preocupante que se intente dejar en el aire la sensación de que estas guías que marcan la actuación de las enfermeras con fármacos, en determinadas situaciones, son unas guías “enfermeras” que emanan de la propia profesión. Nada más lejos de la realidad. Estos documentos se han elaborado con representantes de los médicos, de los farmacéuticos, de las Comunidades Autónomas, las mutuas de trabajo, las Fuerzas Armadas, el Ministerio de Sanidad… Nacen del consenso y son, en el fondo, una reglamentación que agiliza y mejora la atención a los pacientes en el marco de un sistema sanitario moderno y eficaz.
Entrar en un estéril debate sobre la seguridad del paciente es ruin y un insulto a la sociedad.