Todo apunta a que las emisiones de deuda pública neta por parte del Tesoro (descontando las amortizaciones de este ejercicio) pueden superar este año los 130.000 millones de euros (aproximadamente 297.000 millones de euros de financiación bruta) teniendo en cuenta que el gobierno podría solicitar al Seguro Europeo de Desempleo (SURE) 15.000 millones para destinarlos a paliar los efectos de esta crisis de la COVID-19 en el empleo y los que pudieran llegar desde otros fondos de reconstrucción o llegado el caso de rescate.

La ventaja que tienen este tipo de “créditos” en forma de deuda solicitados por los gobiernos es que permiten disponer de liquidez para afrontar gastos que de otra forma sería muy complicado, por no decir que imposible asumir, pero el inconveniente también existe y es obvio, hay que devolverlos en el plazo estipulado con los intereses y medidas pactadas y esto supone una hipoteca para nuestro país, una nueva carga que depositaremos sobre las espaldas de una economía ya de por sí debilitada y que tendremos que abordar entre todos con mucho esfuerzo y sacrificio abriendo nuestra realidad a un más que deseable modelo económico sustentado en la innovación y la I+D.

España tiene un recorrido curricular muy destacado en estas materias en todos los sectores y entre ellos muy especialmente en el de la salud y la sanidad. Nuestro país en materia de ensayos clínicos ejerce un liderazgo evidente y puede adquirir mayor importancia si cabe. De hecho, con motivo del Día Mundial del Ensayo Clínico, que se celebró el pasado 20 de mayo la industria farmacéutica ponía de relieve que el 80 por ciento de los estudios que se abren y desarrollan en nuestro país son consecuencia de su perfil eminentemente innovador. En este mismo sentido la propia Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), dependiente del Ministerio de Sanidad a lo largo del ejercicio pasado autorizó 629 ensayos de laboratorios promotores sobre un total de 800.


"España con sus empresas y organizaciones líderes en I+D+i participa en proyectos IMI (Innovative Medicines Initiative), modelos en los que las organizaciones tecnológicas, farmacéuticas, académicas, asistenciales y de pacientes más destacadas abrazan un objetivo común, mejorar la calidad de vida de las personas"


Según los datos del Plan Profarma, iniciativa perteneciente al Ministerio de Industria que “clasifica y califica a las empresas en grupos y categorías en función de su excelencia en diferentes aspectos industriales, económicos y de investigación, desarrollo e innovación” los ensayos clínicos constituyen la primera fuente de ingresos privados para los hospitales españoles e involucran a unos 20.000 investigadores y 120.000 pacientes.

La última edición del proyecto BEST de excelencia en investigación clínica revela que cerca del 60% de los 1.147 millones de euros destinados a I+D en 2017 se dedicaron a ensayos clínicos 662 millones de euros lo que significa un 57,7% del total, invirtiéndose otros 131 millones de euros en investigación básica.

La investigación clínica es clave en nuestro país dada la calidad de nuestros centros públicos y privados, el prestigio de nuestros investigadores y la infraestructura instalada y logística aplicada que dotan de fiabilidad y eficiencia a este tipo de procesos sumamente especializados en el que los pacientes cumplen un papel determinante.  Con estos mimbres España se convierte en un polo de atracción de inversiones en un área de alta especialización.

En el ámbito tecnológico es evidente que una apuesta por las nuevas herramientas tecnológicas destinadas tanto al diagnóstico como al tratamiento, así como las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y la ciberseguridad, y su integración como un elemento más dentro del sistema sanitario son fundamentales e indispensables para mejorar la sostenibilidad y solvencia del mismo y son parte esencial en la transformación de las organizaciones sanitarias.

España participa ya en proyectos de enorme trascendencia como el impulso de alianzas colaborativas europeas de carácter disruptivo como los proyectos IMI (Innovative Medicines Initiative): Harmony (Big Data para la toma de decisiones en el tratamiento de enfermedades hematológicas) y Mopead (Big Data en la investigación de la enfermedad de Alzheimer) entre otros, e iniciativas de enorme trascendencia como el Human Brain Project (tecnología para reproducir el cerebro humano), modelos en los que organizaciones tecnológicas, farmacéuticas, académicas, asistenciales y de pacientes abrazan un objetivo común, mejorar la calidad de vida de las personas.

En este contexto de innovación disruptiva es importante afrontar con decisión el reto de impulsar e incorporar los productos, bienes y servicios de aquellos que realizan una extraordinaria tarea de investigación desarrollo e innovación en nuestro país. No esperemos a que sean otros antes que nosotros mismos quienes demuestren que un avance determinado tiene aplicación, aporta valor añadido y es eficiente. Anticiparse y contribuir desde España a diseñar el futuro con los medios y recursos suficientes es el reto de liderazgo que todos hemos de saber afrontar.