En estos días han coincidido dos informes, uno titulado "State of Health in the EU Companion Report 2019" elaborado por la Comisión Europea cuya exégesis se podría resumir en una sola frase: España se sitúa en el furgón de cola de Europa en gasto sanitario público, y sin embargo y en general, los ciudadanos gozamos al parecer de mejor salud y de una mayor esperanza de vida. El segundo el informe del Ministerio de Sanidad sobre Listas de Espera SISLE-SNS correspondiente a la última oleada que pone de manifiesto la más que compleja situación por la que atraviesa la bolsa de pacientes que se encuentran en situación de lista de espera prolongada, más allá de lo razonable.

Estos dos aspectos podrían parecer contradictorios, pero no lo son una vez que toda espera que más allá de los límites que pudieran calificarse como aceptables denota una carencia de los recursos necesarios, en este caso en el sistema público de salud, en definitiva, una falta de inversiones acordes con la creciente e incesante demanda asistencial motivada en muchas ocasiones por el fenómeno de la cronicidad, la fragilidad y la dependencia.

Este hecho plasmado en los datos del propio ministerio se ve reforzado por la reticencia en el discurso político a la utilización de los recursos que provienen de la iniciativa privada y que podrían contribuir sin duda a poner freno y solventar este goteo al alza de pacientes que engrosan de forma pertinaz las listas de espera.

La reforma del sistema y la colaboración estratégica y la búsqueda de mayores sinergias posibles entre la sanidad de titularidad pública y privada se hace imprescindible



En definitiva, gastamos o mejor dicho invertimos poco en sanidad (en relación con el Producto Interior Bruto se sitúa en un porcentaje inferior a la media de la UE) y suspendemos en listas de espera una vez que estas se encuentran muy por encima de las de nuestro entorno geográfico con diferencias notables entre territorios y comunidades autónomas.

Al mismo tiempo el informe de la Comisión y otros recientemente publicados por organismos internacionales de referencia apuntan hacia tres grandes problemas suplementarios que se ciernen sobre nuestro sistema sanitario, el gran número de sanitarios que se van a jubilar en los próximos años, la emigración de profesionales de este sector a otros países que ofrecen mejores condiciones laborales y la deriva sociodemográfica de nuestro país lo cual se traduce en que España pueda ser el país más envejecido del planeta tras Japón con todo lo que ello supone en términos de retos y barreras a la viabilidad y sostenibilidad del sistema.

Entre todos estos aspectos se vislumbran otros relacionados con la equidad y la igualdad de oportunidades de acceso a las tecnologías diagnósticas y terapéuticas más vanguardistas y avanzadas y a los fármacos más innovadores. Respecto a estos aspectos ya se han pronunciado organizaciones de referencia como por ejemplo la Sociedad Española de Oncología Médica quien a través de sus responsables recientemente mostró su preocupación “con la disparidad de tiempos que transcurren hasta que el oncólogo puede prescribir y el paciente puede acceder al tratamiento”. O Fenin a través de sus informes acerca de la necesaria renovación del equipamiento tecnológico implantado que evite su obsolescencia.

Ante un panorama esperanzador en términos de indicadores de salud refrendado por los datos que refleja el informe de la Comisión Europea, pero a la vez preocupante por los hechos comentados, por la carencia de publicación de resultados de salud de una forma reglada salvo excepciones y por la necesidad de impulsar, desarrollar y reconocer el imprescindible protagonismo que ha de ostentar el paciente y el profesional en la toma de decisiones, se hace necesario aplicar soluciones estratégicas colaborativas y sinérgicas como por ejemplo el desarrollo de una medicina más participativa, poblacional, preventiva y personalizada, la reforma estructural y adecuación del sistema a la realidad actual y venidera, aplicar criterios de máxima eficiencia en la gestión, la mejora de la gobernanza, la máxima cooperación privada-pública, fomentar la incorporación de la innovación y los procesos de I+D de una forma decidida y estratégica y la financiación finalista y suficiente entre otras.

En definitiva, la enfermedad no admite esperas ni incertidumbres y la calidad de un sistema sanitario se mide por los resultados sanitarios que obtiene basados en indicadores de eficiencia, accesibilidad, calidad, seguridad, resolución asistencial, percepción del propio paciente, comunicación y excelencia en el servicio. Aquí se encuentra la clave del futuro.

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