La variabilidad clínica es una vieja conocida del Sistema Nacional de Salud, tan sorprendente como peligrosa. Sorprendente porque parece increíble que, con un caudal informativo impensable no hace mucho y con la tecnología de nuestra parte, cada vez más, las diferencias en la práctica de los profesionales persistan. Y peligrosa porque no se trata de un defecto más del sistema, sino que afecta directamente al bien más preciado: el paciente. Julio Ancochea, jefe de servicio de Neumología del Hospital de La Princesa, ha insistido en el tema con motivo de la presentación del Proceso asistencial integrado del paciente con EPOC exacerbado para añadir un nuevo calificativo: “La variabilidad no es justificable, no tiene ningún sentido. El hecho de que haya personas que mueran cuatro y cinco veces más en unos sitios que en otros es inaceptable”. De aquí que iniciativas como la presentada en el Ministerio de Sanidad, gracias al impulso de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), sean imprescindibles en la sanidad actual para reducir, y ojalá que en un futuro eliminar, esa variabilidad clínica que no puede dejar de preocuparnos y abochornarnos a todos.