El movimiento antivacunas se sustenta, en España y en cualquier parte del primer mundo, sobre la base de que dudar 'mola', incluso de las cosas demostradas científicamente. Ante este postureo, las autoridades deben estar atentas para que no sucedan en la medida de lo posible casos como el del niño de Olot que murió por culpa de no estar vacunado contra la difteria. Y cuando se habla de instituciones no hay que olvidar a las corporaciones profesionales como las de médicos, enfermeros, farmacéuticos... Un problema con el que se está topando nuestro país radica en la postura tibia de algunos de estos actores. Es el caso de la Organización Médica Colegial (OMC), que no quiere acabar de mojarse sobre los médicos que claman su doctrina antivacuna, y anda siempre por un filo muy peligroso. Lo peor de todo es que la OMC comparte casi espacio físico con, por ejemplo, el Congreso de los Diputados, separados por escasos metros en la madrileña Plaza de las Cortes, y ese coqueteo con la indefinición puede ser contagioso a diputados y decisores. La evidencia científica merece una postura más firme, no un postureo...