La peor parte de la política (o de los peores políticos) es la indiferencia a la mentira para salvar los trastos y seguir hacia adelante. De ello se han convertido en
magnífico ejemplo dos pesos pesados de la sanidad catalana: Antoni Comín, su consejero, y Montserrat Candini, portavoz en la materia de la formación de ambos, Junts pel Sí.
En una entrevista a Redacción Médica, Candini afirmó que la privatización de la sanidad catalana de la que tanto habla Comín era una mentira; y al consejero, claro, no le sentó bien y
presionó tanto para decir que la mentirosa era ella, como para tratar de arrebatarle la portavocía en el Parlament. Así, tras más de un mes de pelea narcisista entre ambos donde
nada ha importado la gestión política de un bien tan preciado como es la sanidad,
el paliativo aplicado a tanto bochorno ha sido el más cutre: echarle la culpa a este medio. ¿Para qué debatir sobre las evidentes fracturas ideológicas en el seno de una formación donde conviven de forma cada vez más inmiscible neoliberales y socialistas, que además miran por el bien de sus respectivos partidos? Ha sido más sencillo decir que Candini
no se sintió bien interpretada por el periodista, aunque la entrevista se publicó en formato pregunta – respuesta, libre de toda interpretación. Una herramienta, la del Govern catalán, que solo corre un velo estúpido sobre un problema de planificación patente que seguirán pagando todos los catalanes.
También es triste que acabe siendo el periodismo quien plantee los debates internos que debería tener cualquier formación ideológica: un partido, por ejemplo, o una coalición.