EDITORIAL
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27 mar. 2013 18:56H
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La breve Semana Santa llega para aliviar a una sanidad tan revuelta como el tiempo de este marzo lluvioso como pocos. No hay mejor termómetro de la temperatura del sector que las veces que su día a día salta a los medios de información general, lo que en lo poco que llevamos de año ha ocurrido en más ocasiones de las necesarias.

Ya sólo el persistente cuestionamiento de la ministra Ana Mato, con peticiones insistentes de dimisión por parte de la oposición y de no pocos medios de todos lados y sectores, sería suficiente razón para dar por malo el arranque de 2013 para el Sistema Nacional de Salud (SNS). Lo dijimos aquí y debemos insistir: no es bueno que la ministra de Sanidad sea noticia por asuntos ajenos a la sanidad porque, al final, la que más pierde es la sanidad.

Si febrero fue un mes terrible para Mato y la mejor noticia para ella fue que terminara sin dimisión o destitución, marzo ha transcurrido para sus intereses políticos más apaciguado. Sin embargo, nadie puede decir que su situación haya mejorado un ápice. A poco que salga un nuevo informe policial sobre las andanzas de su ex marido –o una nueva interpretación de algún documento ya conocido-, Mato volverá al disparadero, del que, por otra parte, es difícil escapar si se tiene una valoración tan pobre por parte de la ciudadanía, como constatan con insistencia las encuestas del CIS.

Así es muy complicado regir un SNS que, pese a estar transferido, necesita de un liderazgo reconocido y sosegado. Sólo así es posible influir en decisiones y esquemas sobre los que, en pura teoría, no se tienen muchas de las competencias necesarias para disponer de una capacidad real de decisión.

Mientras el caso Mato no se resuelve, de una u otra manera, otros frentes siguen peligrosamente latentes en la sanidad. El más perceptible es el encendido debate sobre las fórmulas de gestión de los centros sanitarios que, algunos han convertido un exclusivo debate sobre la presunta privatización de hospitales y centros de atención primaria. La polémica -que no hace sino recoger el testigo de las mantenidas cíclicamente desde la aprobación de la Ley 17/1997 de nuevas fórmulas de gestión- ha rebrotado en Madrid, con el proyecto de la Consejería de cambiar la gestión de seis hospitales, pero está teniendo repercusión en todo el SNS, obligando a los responsables políticos a posicionarse al respecto.

Lamentablemente, el debate está siendo más político, mucho más político, que técnico. Y ahí está la foto de Tomás Gómez, secretario general de los socialistas madrileños, presentando el recurso de inconstitucionalidad contra la ley que ampara la externalización de los hospitales y lanzando frases políticas (“apartheid sanitario, desmantelamiento, ruptura del aseguramiento"…), incomprensibles para los expertos en gestión que llevan tiempo reclamando un auténtico debate en torno a los modelos existentes, todos, para compararlos y poder concluir en cuál o cuáles son los mejores.

Lo único cierto es que, aunque esperada, es tan corta la Semana santa, que a la vuelta seguiremos hablando de los mismos temas.


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