No se sabe si porque no tienen muchas materias para elegir a la hora de prometer o porque realmente es lo que más les preocupa o porque en el fondo llevan un sindicalista dentro. Pero lo cierto es que los presidentes de colegios, muy concretamente de médicos, tienen una particular querencia a convertir en bandera reivindicativa el sueldo de sus compañeros que, aunque objetivamente mejorable, no es un asunto que se encuentre en sus competencias, ni en las importantes ni en las accesorias.
El último ejemplo de esta manía, que confunde el reparto de cometidos institucionales entre corporaciones y sindicatos profesionales, nos viene de Asturias. Alejandro Braña, nuevo presidente colegial, se ha apresurado a decir en sus primeras declaraciones públicas que peleará por mejorar el sueldo del médico. A renglón seguido habría que haberle preguntado que cómo lo hará y que cuáles son esas armas tan escondidas que tiene un Colegio para luchar (y se supone que conseguir) que un médico gane más dinero.
En esta ocasión, que no es la primera ni seguramente será la última, el protagonista no es un advenedizo, ni mucho menos; al contrario, es un hombre colegial, que ha estado a la sombra de la ex presidenta Carmen Rodríguez durante todo su mandato: doce años nada menos, ocupando la Secretaría General, que es como decir que su conocimiento del Colegio es difícil de igualar y seguramente infalible.
La declaración de Braña sorprende, pues viene de alguien con suficiente recorrido que, en efecto, demuestra que sabe qué terreno pisa. Él mismo admite que un colegio no es un sindicato ni un partido político, pero aún así insiste en pelear por unas condiciones de trabajo dignas. El lema es formidable, y puede que hasta algún médico asturiano incauto considere que su Colegio, con el presidente a la cabeza, hará bandera de su reclamación. Pero no.
Porque el Colegio no es un sindicato y nunca podrá sentarse con la Administración para hablar, y menos aún discutir, sobre la idoneidad o no de las condiciones laborales del médico. Algunos entienden que el Colegio está legitimado para hablar de salarios, en tanto en cuanto detenta la representación de los profesionales en todos los ámbitos. Pero esa materia está reservada a los sindicatos, tanto los profesionales como los de clase, que son los que se sientan en las mesas sectoriales de sanidad de cada servicio de salud. El Ministerio también sigue considerando a los sindicatos como únicos representantes de los profesionales, no sólo de médicos, con los que puede negociar materias transversales a todo el Sistema Nacional de Salud como las áreas de capacitación específica o el retraso de la jubilación.
Es evidente que el médico está ahora muy preocupado con su sueldo, después de la persistencia de una crisis que está reduciendo dramáticamente su poder adquisitivo. Y que en esta tesitura, la defensa de la deontología o la ordenación de la profesión o la formación continuada -por citar tres funciones puramente colegiales- pueden parecer fuera de lugar. De ahí que las corporaciones se inclinen a opinar sobre retribuciones para intentar mostrar mayor sintonía con los profesionales. Pero no es su función, no lo era antes ni tiene por qué serlo ahora. A no ser que lo que se pretenda sea desnaturalizar la misión de los colegios o recuperar el terreno perdido en cuanto a representatividad real.
Zapatero a tus zapatos, reza el dicho y los colegios tienen mucho que mejorar sin salir de sus áreas de actuación ni prometer logros en materias que saben que no son de su competencia.