El interminable caso Gürtel ha vuelto a situar en el disparadero a la ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato, en un fin de semana complicadísimo también para el PP, el Gobierno y el presidente Rajoy por el goteo de informaciones de otro caso, el del extesorero Bárcenas. En esta situación, lamentablemente familiar porque no es la primera vez que a Mato se le relaciona con Gürtel, la comunidad sanitaria asiste perpleja al devenir de los acontecimientos, preocupada por las posibles consecuencias de un mayor desgaste político de la ministra o, sencillamente, por su dimisión o relevo.
No nos corresponde a nosotros juzgar la veracidad de las informaciones policiales ni las interpretaciones periodísticas sobre el origen de determinados gastos familiares de la ministra. Tampoco poner en duda la honradez y la honestidad con las que Mato asegura haber procedido en sus treinta años en política. Lo que sí es obligado es advertir que una ministra cuestionada políticamente y mal valorada por la sociedad no es el mejor activo para un Sistema Nacional de Salud atenazado por la crisis económica.
La sanidad pierde cuando su ministra debe emplear parte de su capital y bagaje políticos en defenderse de insidias, como la misma Mato ha calificado las noticias de este fin de semana. La sanidad se debilita si el debate de sus muchos y acuciantes problemas se convierte en una discusión sobre el futuro de su ministra. La sanidad flaquea cuando la política, la mala política, prevalece sobre el trabajo de los profesionales. Y esto es lo que puede ocurrir si Mato no logra despejar su trayectoria del fatídico influjo Gürtel.
Sí estamos seguros de que, pese a la complicada semana -o semanas- que afronta la ministra, su departamento seguirá funcionando a pleno rendimiento en aquellas áreas en las que poco a poco se están logrando importantes avances. Esas iniciativas y proyectos que el Ministerio está intentando levantar y liderar, y detrás de los cuales trabajan muchos profesionales que, pese a los problemas, siguen dando lo mejor de sí mismos en beneficio de nuestra sanidad.
Afortunadamente, una cosa no quitará la otra. Pero convendría evitar que, pase lo que pase, la sanidad vuelva a perder por culpa de cuestiones o sucesos puramente políticos.