El Sistema Nacional de Salud (SNS) dirige una vez más su ojos hacia Andalucía, por su importancia objetiva (es la autonomía más poblada), y también por la trascendencia natural de sus decisiones, que son interpretadas desde un punto de vista técnico y particularmente político, por su impertérrita e inabordable condición de feudo socialista.
Pues bien, la presidenta Susana Díaz ha dado a conocer su nuevo Gobierno y, en lo que aquí interesa, no es posible interpretar su decisión como un rutinario ascenso del anterior viceconsejero. Que Aquilino Alonso se haya convertido en consejero de Salud, a secas, sin más competencias que las de la asistencia sanitaria (ya de por sí sobresalientes), es toda una declaración de intenciones de hacia dónde gira Andalucía en su concepción de la sanidad y también del propósito sociosanitario.
Es evidente que la presidenta Díaz considera la sanidad como uno de los pilares de su Gobierno. Como servicio público que es y por la importancia presupuestaria que tiene, le otorga una sola Consejería, lo cual resultaba casi obligado después de decidir aumentar los departamentos de su nuevo Gobierno. Si la Junta debe estar más presente (y más pendiente) de los problemas de los andaluces, no se hubiera entendido que la salud no fuera una de esas materias con suficiente valor como para no darle en exclusiva una sola Consejería, y todo el despliegue administrativo que ello implica.
Algunos verán este indisimulado paso en favor de la mayor presencia del Estado (porque las autonomías también lo son, aunque algunas no lo parezcan) en la gestión de la sanidad como un retroceso en el propósito, ciertamente controvertido, de abrir el sistema a nuevos agentes y entidades que puedan sumar y añadir para conformar un SNS que se caracterice más por la diversidad y eficiencia de sus recursos que por la naturaleza de sus dispositivos y estructuras, muy mayoritariamente públicas. Pero nadie habrá podido llamarse a engaño con los propósitos de Díaz pues desde que se la pudo escuchar siempre defendió una sanidad pública con mayúsculas.
También es posible advertir -y aquí seguro que tomarán buena nota algunos otros inminentes presidentes autonómicos que están preparando sus próximos gobiernos- un voluntario alejamiento de la ilusión sociosanitaria. Díaz ha decidido mantener a la consejera Sánchez Rubio, pero centrada en parte de sus anteriores competencias –Bienestar Social e Igualdad-, lo cual es también muy importante, porque tienen peso propio, pero terminan desactivando el propósito administrativo de acercar, hasta seguramente, fundir el plano sanitario con el social.
Seguimos por tanto sin dar con un ejemplo de éxito en el que lo sociosanitario guíe por entero la acción de gobierno. Hasta ahora, lo que ha habido son estructuras que agrupan ambos cometidos, pero sin la necesaria coordinación y casi simbiosis que recomiendan casi todos los expertos. De hecho, tan fácil es juntarlos como dividirlos, como ha quedado claro una vez más en el nuevo Gobierno andaluz.
Comentario aparte merece el titular de la nueva Consejería de Salud, un Aquilino Alonso que ya de primeras se ha ganado el primer mérito de ascender de viceconsejero a consejero, lo cual no suele ser muy habitual, no sólo por las contadas autonomías que tienen este cargo sino porque dar el salto a la primera línea a muchos les ha supuesto todo un Everest.
No ha sido este el caso de Alonso, que culmina con este nombramiento una trayectoria de médico experto en salud pública y en prevención de riesgos laborales y de gestor bregado en las estructuras asistenciales del Sespa asturiano, donde llegó a ser el número 2 del Servicio. Más técnico que político, ha realizado su primer guiño como consejero a sus compañeros profesionales, a los que ha prometido complicidad. Falta le va a hacer cumplir este primer propósito, puesto que en Andalucía, como en casi todo el SNS, la relación con los profesionales se ha deteriorado mucho con la crisis y todo esfuerzo será pequeño para poder restablecerla.
Andalucía sigue importando y mucho, también en la sanidad, y sus políticas son un importante referente de lo que el PSOE puede ser capaz de hacer si logra conformar una mayoría suficiente en las próximas elecciones generales.