De entre todos los problemas que tradicionalmente ha venido afrontando la sanidad, el paro no se ha encontrado entre los más importantes. De hecho, durante muchos años no ha sido estrictamente un problema sanitario. Al contrario, la dificultad en ocasiones venía de la mano de la insuficiencia de especialistas para cubrir determinadas plazas. La crisis ha terminado por alcanzar a todos los rincones del sistema sanitario y también al flanco del empleo. Los últimos datos no dejan lugar a la duda: febrero fue el mes que registró mayor número de médicos en paro en todo el Sistema Nacional de Salud.
Si en Medicina el aumento es alarmante, un 50% más en solo un año, en Enfermería y en Farmacia las cosas pintan también mal, especialmente en la primera, según se ha encargado de poner dramáticamente de manifiesto el Consejo General. Los profesionales comienzan a ver que ya no se pueden preocupar solo de sus condiciones laborales y de su desarrollo profesional. Deben empezar a percibir que el paro es un problema real, que también comienza a afectar a sus disciplinas y que, llegado el caso, también les puede tocar a ellos.
El aumento del paro se traducirá en plantillas más ajustadas y en sobrecargas asistenciales que ya se están dando. La idoneidad y calidad de los servicios sanitarios se puede resentir y a buen seguro aumentará la conflictividad profesional y, por extensión, la social.
Varias son las circunstancias que pueden estar contribuyendo al aumento del paro en la sanidad. Tras años de destrucción continuada de empleo en las empresas privadas, los analistas han coincidido en señalar que en 2013 comenzaría la destrucción en el sector público, servicios de salud incluidos. Y así ha empezado a ocurrir a través de la no renovación de contratos y la no sustitución de los profesionales que van jubilándose. No se generan por tanto nuevas plazas y los jóvenes no encuentran su oportunidad y pasan inmediatamente a engrosar las temidas listas.
En el aumento del paro subyace otro desequilibrio del sistema, ampliamente denunciado y documentado, y que no es otro que la falta de una planificación óptima en materia de recursos humanos. Habiendo empleo o sin él, esta ha sido una de las grandes quejas de los profesionales, que nunca ha terminado de ser atendida por las administraciones y que se ha traducido en un sistemático mal reparto entre especialidades saturadas y deficitarias.
Existe la impresión de que el paro en la sanidad no es solo un aviso, sino que irá a más. Lo vienen diciendo los representantes profesionales, que auguran desempleo para 10.000 médicos y 30.000 enfermeros en los próximos meses, quizá este mismo año. Tener a tantos profesionales en el desempleo supondría despertar otra angustia ligada directamente a la formación y a la universidad: el que todo ese capital humano, convenientemente formado, no pueda devolver a la sociedad la inversión inicial realizada en sus aptitudes.
Y la solución no es fácil, como tampoco lo es para el problema del paro en su conjunto. En la política general se habla de políticas expansivas y de crecimiento económico, aunque todavía no se sabe muy bien cómo se podría traducir esto al ámbito de la sanidad. Con una situación de asfixia financiera, que no presenta remedio inmediato y que sí es susceptible de empeorar, nadie aguarda a que las administraciones sanitarias den un golpe de timón y posibiliten la creación de empleo. Pero es precisamente la inacción administrativa lo que asusta aún más a unos profesionales que ya no saben con qué otra circunstancia impensable no hace mucho van a tener que lidiar como resultado de esta crisis maldita e inabordable.