La Ingeniería y la Arquitectura, o el arte de idear y de construir, respectivamente, a partir del conocimiento científico, marcan el progreso del ser humano desde el momento en que éste adquiere consciencia de sí mismo (por eso se le ha bautizado por los biólogos como Homo sapiens sapiens, esto es: el homínido “que sabe que sabe”). Este aspecto crucial del origen remoto de la civilización contemporánea, y, desde luego, de los profesionales ingenieros y arquitectos, ha sido subrayado en la conferencia inaugural del XXXII Seminario-Congreso Nacional de Ingeniería Hospitalaria, celebrado hace una semana en Pamplona y que organiza la Asociación Española de Ingeniería Hospitalaria (AEIH).
En la primera década del tercer milenio –e incluso en los últimos tres años y medio– el hospital ha incorporado la técnica a la atención del enfermo hasta el punto de que no resulta disparatado aventurar que, a muy largo plazo, desaparezca la figura del médico tal como la conocemos hoy y su papel, aunque imprescindible, retroceda ante la hegemonía de quienes conocen la alta tecnología sanitaria.
No en vano, este fenómeno comienza a atisbarse en el entorno de los centros asistenciales, donde los sanitarios acuden cada vez con más frecuencia a los tecnólogos para solventar los problemas cotidianos de su oficio, por lo general personal de mantenimiento y operaciones que incluye al ingeniero especializado.
Por si fuera poco, éste último también es requerido por los poderes públicos no solo para cubrir áreas como la Bioingeniería, la Electrónica o la Informática, sino también para labores directivas sin excluir el primer peldaño del organigrama; es decir, se los reclama también como máximos responsables del centro, tal como ha sugerido en este Congreso el gerente del Clínico San Carlos de Madrid, José Soto, quien ha denunciado que, desde los años 80, ha habido una espantada de ingenieros de las gerencias hospitalarias al no sentirse retribuidos como merecía su cualificada condición profesional.
Estos profesionales, en cualquier caso, disponen cada vez de más campos de acción en el ámbito asistencial. Por ejemplo, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) no se muestran ni mucho menos ajenas a su competencia, y la e-Salud o la m-Health entran de lleno en esta área de conocimiento aplicado, que se extiende más allá de los hospitales y centros de salud y llega al móvil del enfermo y a otros dispositivos de uso domiciliario. Por eso el Seminario de la AEIH dedicó una mesa a este aspecto de las nuevas tecnologías, en el que quedó patente la dificultad de equilibrar la revelación útil de datos del paciente y el respeto por su intimidad (escollo que se puede superar con soluciones como el anonimato y otras regulaciones, tal como se estudia en este momento en el proyecto VISC+ de la Generalitat catalana, que trata de aprovechar la ingente información de los historiales clínicos –big data– para beneficio de la salud comunitaria, y que fue citado en el Congreso por varios ponentes).
Pero la doble jornada de la AEIH, que inauguró la consejera de Salud de Navarra, Marta Vera, y clausuró la gerente del Servicio Navarro de Salud, Cristina Ibarrola, actualizó en forma de comunicaciones otras muchas vertientes de la Ingeniería y la Arquitectura con utilidad sanitaria, caso de la factura eléctrica del hospital y su repercusión en la cuenta de resultados de los servicios regionales de salud; la certificación energética de los complejos asistenciales exigida por la Unión Europea; la formación de los alumnos de Medicina para comprender cómo se diseña un edificio asistencial y familiarizarse, asimismo, con la jerga que emplean los profesionales no clínicos que trabajan en ellos; nuevos modelos para preservar el consumo de energía, la calidad del aire y la seguridad en las organizaciones sanitarias e incluso aspectos de la ciencia como la influencia del entorno arquitectónico en la actividad neuronal y en los ciclos de sueño y vigilia que regula la hormona conocida como melatonina.
La revolución de internet y sus aplicaciones virtuales en Medicina, junto con el progreso tecnológico y el uso de fuentes de energía alternativas sin excluir la electricidad –en el Congreso algunos ingenieros industriales no dudaron de que caminamos a una sociedad “cada vez más electrificada”– constituyen la señal inequívoca del predominio del ingeniero en la sanidad del futuro.