Los últimos coletazos vacacionales traen la noticia de la dimisión de Patricia Lacruz como directora general de Farmacia del Ministerio de Sanidad, la única que hasta la fecha había tenido el departamento desde que Pedro Sánchez llegara a La Moncloa.
Su presencia era la más clara herencia de la breve etapa de Carmen Montón en la sede del Paseo del Prado. Vinieron juntas procedentes de la Consellería Valenciana, con una idea de lo público muy clara, tiñiendo la iniciativa privada de una sospecha perenne. Y esa bandera ha marcado el paso de esta Dirección General durante los últimos cuatro años.
La figura de Lacruz siempre estuvo relacionada con alguna filia y notables fobias, que traicionaron incluso a veces su propio ideario progresista a la antigua usanza. Por eso deja algún amigo, y bastante gente descontenta en un sector tan sensible para el progreso científico y social de un país como el farmacéutico.
Muchas voces la señalan en privado como el freno de mano de la incorporación de la innovación terapéutica a la cartera del Sistema Nacional de Salud. Pacientes, médicos e industria la han sufrido desde sus diferentes perspectivas. La falta de diálogo con los actores del sistema sanitario ha sido tan evidente que hasta el Consejo General de Farmacéuticos se ha animado a reprochárselo en su despedida.
En su haber queda su respuesta a la avalancha de la pandemia; más allá de su acierto, no escatimó esfuerzos durante aquellos días de nervios y desesperación para los responsables sanitarios, y el hecho de que haya tenido que ir al juzgado por las decisiones de entonces es algo que seguro que ha influído en su adiós.
Igualmente el ir y venir constante desde Valencia a Madrid es un probable factor de desgaste en la vida personal y profesional.
Es muy posible que el sector no la eche de menos, sobre todo porque su sucesor, César Hernández, es alguien muy bien valorado por la mayoría de interlocutores. De Lacruz quedará la experiencia de una etapa en la que se podrían haber hecho muchas cosas de provecho para España, y solo hubo voluntad o atrevimiento para alguna.