Jon Darpón, consejero vasco de Salud, cumple estos días un año al frente de la sanidad de Euskadi, que sigue siendo un referente inexcusable en el conjunto del Sistema Nacional de Salud (SNS). Pese a su demostrada y dilatada experiencia como gestor sanitario, debido a su reconocida inquietud que le ha hecho cambiar de trabajo con cierta frecuencia, Darpón accedió al Departamento bajo la alargada sombra de Rafael Bengoa, su predecesor en el cargo, bien considerado en todo el sector y aún más con su nuevo y mediático destino: asesor del presidente Obama para la reforma de la sanidad de Estados Unidos. En sus años de gobierno, Bengoa había logrado iniciar un cambio profundo en el modelo sanitario vasco y dirigirlo hacia la cobertura de un nuevo fenómeno asistencial: la cronicidad.
No era fácil para Darpón el gestionar un legado tan avanzado e innovador, más aún procediendo de un independiente que trabajó para un Gobierno no nacionalista. Con todo, el consejero ha logrado construir un discurso propio, coherente con sus siglas políticas y que entronca bien con la tradicional eficacia de los gestores y políticos vascos para lograr que su sistema sanitario sea referencia permanente en el SNS. Y lo ha logrado incorporando la esencia del discurso Bengoa y yendo aún más allá: “El modelo actual ha llegado donde ha llegado”, se le ha escuchado decir hace unos días en Madrid. Es decir, acta de defunción.
Tamaña muestra de rotundidad en el análisis no es posible sin una alternativa bien elaborada y meditada que permita sustituir lo nuevo por lo viejo, o por lo muerto. Y Darpón la tiene: más que en prestar atención sanitaria gracias a los muchos y variados recursos de los que dispone, el consejero ha fijado su propósito político en generar salud. Y para lograrlo, nada mejor que un documento maestro, el Plan de Salud de Euskadi 2013-20120, que permita orientar y planificar el sistema hacia el bienestar de las personas, más que a la cobertura de sus enfermedades.
El enunciado es bonito y fácil de firmar. Ahora bien, su puesta en práctica obliga a profundos cambios estructurales, iniciados ya en País Vasco y que ahora Darpón quiere llevar hasta sus últimas consecuencias. Comenzando, por ejemplo, por la integración de niveles asistenciales, con lo que toma partido claro por un debate suficientemente abierto para encontrar pros y contras en la secular separación, en la deseada coordinación, y desde hace poco, la rotunda integración.
Darpón no quiere oír hablar de primaria ni de especializada, sino de paciente. Y aquí sí, separar por completo: los que precisan de una atención de consultas y los que requieren asistencia quirúrgica. La mezcla de unos y otros, como ocurre en cualquier hospital del SNS hoy en día, es un obstáculo claro para conseguir resultados en salud, que es su auténtico objetivo, más que reducir esperas o incrementar el número de operaciones.
La defensa de la integración asistencial implica un cambio formidable en los roles de los profesionales y, sobre todo, una reducción de estructuras directivas. El consejero es un firme partidario de trabajar con equipos reducidos, eficaces y que permitan evitar la excesiva fragmentación de tareas que caracteriza a las actuales organizaciones sanitarias. La estructura directiva del Departamento se ha reducido en un tercio, y para algunos centros, las previsiones apuntan a recortes de hasta un 40%.
Darpón quiere pocos directivos. Pocos, pero, sorprendentemente, políticos: prefiere la confianza a la profesionalidad. En este sentido, el consejero no duda en ir a la contra públicamente de la opinión más generalizada: es mejor disponer de gerentes profesionales. Quizá le influye más el ver que esa opinión es tan solo un deseo que no termina siendo realidad: “Yo también le escuché a Bengoa que había que despolitizar el sistema, y cuando llegué no lo vi en absoluto despolitizado”, ha dicho.
En realidad, al consejero parecen molestarle esos debates que, a su juicio, no contribuyen, o lo hacen de una manera muy reducida, a los grandes objetivos que debe tener un sistema sanitario. Así, es partidario de ir poco a poco en medicina personalizada, de ser prudente en la incorporación de innovación farmacológica y de no ampliar la colaboración público-privada.
En solo un año de gestión, el consejero Darpón ha tomado el testigo de la autoridad y el diagnóstico de Bengoa y, sobre su modelo, está dispuesto a evolucionarlo y llevarlo más allá, para que Euskadi siga siendo el faro que guíe la necesaria transformación del resto del SNS.