La salud lleva protagonizando la vida pública española desde hace más de un año, cuando irrumpió la pandemia de Covid-19 y sus consecuencias en el día a día de los ciudadanos.
Ante este escenario, cualquier llamada a las urnas se podía interpretar como una invitación a que los electores dieran su opinión acerca de las decisiones políticas relacionadas con esta nueva enfermedad.
Esa lectura se dio a la candidatura del ministro de Sanidad Salvador Illa cuando dejó el cargo para presentarse como cabeza de lista por el PSC a los comicios autonómicos de Cataluña. Illa logró el mejor resultado de su partido en unas elecciones similares en esta región, y los analistas se apresuraron a decir que su rol de gestor de la crisis pandémica en España había sido valorado positivamente por los votantes.
Poco después fueron los madrileños los llamados a opinar, y este martes 4 de mayo han respaldado mayoritariamente la gestión de Isabel Díaz Ayuso y el Partido Popular al frente del Gobierno de la Comunidad de Madrid. Se ha quedado cerca de la guinda de la mayoría absoluta, pero su triunfo ha sido tan rotundo que se interpreta casi como tal.
Si en el caso de Illa y Cataluña el análisis podría hacer pensar en la influencia de la pandemia, que se entremezclaba en el debate político con otro asunto central como el independentismo, en el de Díaz Ayuso y la Comunidad de Madrid la gestión de la emergencia sanitaria ha sido la única variable en la ecuación.
Díaz Ayuso y su equipo lo tuvieron claro desde el principio. La Comunidad de Madrid fue de las primeras en dar la señal de alarma, cesando la actividad docente en las aulas madrileñas, y pidiendo controles específicos en el aeropuerto de Barajas-Adolfo Suárez de Madrid.
También fue pionera en lanzarse a la búsqueda del material sanitario, desde mascarillas a respiradores, tan necesarios y escasos en aquellos días de marzo y abril de 2020.
Otro de los caballos de batalla de la presidenta fue (y sigue siendo) aprovechar todos los recursos de la red sanitaria para ayudar ante la pandemia, y ha estado pidiendo por activa y por pasiva que las oficinas de farmacia sean tenidas en cuenta para hacer test o para dar respuesta a cualquier otra necesidad generada por este problema de salud pública.
Lo mismo que resolvió con celeridad los pagos a la privada por el inestimable trabajo que hizo esta sanidad cuando se la requirió para dar respuesta a la oleada de contagios graves.
Incluso sondeó la posibilidad de sumar la vacuna rusa Sputnik V para acelerar la inmunización entre los madrileños, algo que se le criticó por no tener aún ni el visto bueno de la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés).
Nuevo equipo en torno al consejero Ruiz Escudero
Tampoco le tembló el pulso cuando hubo que dar un golpe de timón a la propia Consejería de Sanidad y ensanchar sus capacidades ante el colapso que hacía presagiar la rápida transmisión de este coronavirus.
La confianza en el consejero Enrique Ruiz Escudero -médico de formación y buen conocedor del sistema sanitario madrileño- no estaba en duda (como se ha confirmado luego dándole el número dos de la lista electoral), pero había que apuntalar su equipo. Recurrió entonces a un internista de prestigio (acababa de dejar la Presidencia de la SEMI), bregado en la gestión hospitalaria y le dio las llaves del hospital de campaña montado en Ifema. Antonio Zapatero respondió tan bien al desafío que entró poco después a formar parte de la estructura de gobierno como viceconsejero, y es junto a la directora de Salud Pública Elena Andradas la cara visible que semanalmente rinde cuentas de forma pormenorizada a los ciudadanos.
También sumó al médico Fernando Prados, con experiencia previa en la propia Consejería, y que junto a Zapatero formó un buen tándem al frente de Ifema. Su labor le llevó a asumir más tarde la dirección del Hospital Enfermera Isabel Zendal, otra de las piedras angulares de la gestión que Díaz Ayuso ha hecho de la pandemia.
Y culminó la nueva estructura con Juan González Armengol, un verdadero especialista en urgencias hospitalarias, al que situó estratégicamente como viceconsejero al frente del Servicio Madrileño de Salud (Sermas).
La gestión sanitaria de la pandemia estaba profesionalizada con este equipo.
Las infraestructuras sanitarias también dieron votos a Ayuso
Además de las personas con los conocimientos adecuados, Díaz Ayuso y su equipo consideraron que la situación requería infraestructuras sanitarias adecuadas no solo para afrontar la primera ola, sino para poder gestionar las probables siguientes (ya vamos por la cuarta).
Y ahí recurrió a la inmensa capacidad de los hospitales madrileños, punteros en su mayoría por sus profesionales sanitarios y por sus tecnologías y tratamientos farmacológicos, y añadió en primera instancia el hospital de campaña de Ifema para desatascar urgencias y plantas de los hospitales, y posteriormente el Enfermera Isabel Zendal.
El Gobierno regional se benefició en ambos casos de unos ingenieros hospitalarios de primer nivel mundial (ha reconocido recientemente con una Cruz del Dos de Mayo a la Asociación Española de Ingeniería Hospitalaria) y del soporte de unas empresas de gases que dieron una respuesta ejemplar que ha salvado vidas y evitado sufrimiento en la Comunidad de Madrid.
Estas infraestructuras también las proyectó Isabel Díaz Ayuso para sostener una de las patas más destacadas de su plan de gestión de la pandemia: abrir en la medida de lo posible la actividad comercial y empresarial. La presidenta regional madrileña consideró que las restricciones severas ante el coronavirus traerían igualmente consecuencias negativas a la ciudadanía en forma de desempleo, quiebras de pequeñas y medianas empresas, desahucios y serias dificultades económicas en las familias. Y así buscó el equilibrio.
Con las elecciones que ella misma convocó a mediados de marzo dejaba en manos de los votantes de la Comunidad de Madrid el veredicto a toda esta gestión. Los resultados de las urnas ahí están. Y el trabajo estratégico de estos protagonistas sanitarios en este largo año, también.