Los farmacéuticos están viviendo uno de sus peores momentos debido al alcance de medidas administrativas y normativas que están afectando al sector en los últimos tiempos. Una de las circunstancias más adversas, el descenso nunca visto en la facturación de las farmacias, ha sido analizada a fondo por la distribuidora Cofares, muy preocupada por la situación de los profesionales. A través del oportuno informe Impacto de las medidas de ahorro sobre el sector farmacéutico, ha lanzado un mensaje diáfano para concienciar a la opinión pública del arduo escenario en el que sobreviven las boticas hoy en día.
De dicho informe, de 32 páginas elaboradas por la consultora Antares, se desprenden unas conclusiones en las que queda claro el desequilibrio actual entre lo que la farmacia está aportando en esta crisis y lo que la Administración aún le sigue reclamando. No es justo, ni seguramente soportable, que la oficina de farmacia contribuya con un 6 por ciento a la reducción del déficit público, cuando su ponderación económica en el PIB no alcanza el uno por ciento. Parece evidente que los poderes públicos están viendo al farmacéutico como una víctima propiciatoria de sus urgencias financieras y que no están teniendo reparo alguno en exigirle más sacrificios que a otros agentes del sector.
Paralelamente, la larga batalla que desde tiempo inmemorial las administraciones han librado contra el gasto farmacéutico está dando ahora más resultados que nunca. El sector ya no luce flamante como hace unos años, cuando el gasto crecía a un ritmo continuado, por encima de los dos dígitos. Las cifras registran ahora un descenso pronunciado -de más del 20 por ciento en tres ejercicios-, que se traduce en una pérdida de unos 38.000 euros en la facturación media por farmacia. Hemos pasado, en solo unos años, de un sector pujante a otro seriamente comprometido en su viabilidad financiera.
No es posible sostener por mucho tiempo, como parece argumentar con sus hechos la Administración, que el gasto farmacéutico siga desciendo año sí y año también. El efecto de la investigación y la innovación, el aumento de la esperanza de vida y la cronificación de muchas patologías desembocan casi obligadamente en un aumento del gasto, en consonancia con la propia evolución y desarrollo de los sistemas de salud. Lo contrario solo puede responder a una situación excepcional, como esperemos que lo sea la actual crisis, pese a su ya larga duración.
La botica -y también los demás agentes del sector farmacéutico- solo pide estabilidad, equilibrio y seguridad jurídica, cualidades que son inviables con el cambio constante de normativa, legislando cada dos por tres y modificando continuamente las condiciones de la prestación farmacéutica. Lo que Cofares plantea con valentía es que la Administración establezca un marco de estabilidad en el sector, especialmente normativo, en el que cada agente sepa cuáles son los límites y a qué debe atenerse en el ejercicio de su responsabilidad. Se terminaría así con el ambiente de inseguridad jurídica que hoy es plenamente palpable, y en el que, por ejemplo, no se conoce el precio real del medicamento.
Los farmacéuticos son los primeros interesados en hacer del Sistema Nacional de Salud un modelo sostenible. Lo han demostrado evolucionando desde los posicionamientos rígidos de hace unos años en materias como los precios de referencia, la desfinanciación de medicamentos, el copago e incluso la controvertida política de precio más bajo, a posturas más flexibles, en las que las medidas son discutidas, aceptadas e incluso entendidas como necesarias, lo cual implica una notable evolución en positivo.
Y quieren un modelo sostenible porque no es posible cumplir con la función sanitaria si triunfa un sistema en el que el retraso y el impago sean monedas habituales de cambio en los servicios de salud. Los casos de Cataluña y Comunidad Valenciana, los más recientes aunque no los únicos ni seguramente los últimos, sumados al efecto de nuevas medidas controvertidas -las subasta en Andalucía-, no hacen sino dejar márgenes cada vez más estrechos e insostenibles para la supervivencia de las oficinas. No vaya a ser que por sanear el sector a toda costa, fiándolo todo al ahorro y a la austeridad, terminemos por herir de muerte a una prestación tan fiable, efectiva y reconocida como la farmacéutica.