Los
profesionales médicos, como cualquier otra persona, no están exentos de
sufrir un accidente a lo largo de su vida, ya sean accidentes domésticos, laborales, de tráfico, etc. Y no hay persona más consciente de ello que un profesional sanitario, quien diariamente ve como en las salas de Urgencias llegan personas que han sufrido todo tipo de accidentes que pueden llegar a
provocarles secuelas graves en su salud o, incluso, poner en riesgo su vida y, en ocasiones, les puede llegar a provocar graves secuelas que alteran radicalmente su vida.
En estas situaciones, el paciente tiene que hacer frente a una realidad totalmente nueva marcada por
una gran incertidumbre. Las lesiones provocadas en el accidente le impiden desempeñar su actividad laboral y
necesita reinventarse para poder seguir manteniendo la calidad de vida que tenía antes del infortunio, tanto la suya, como la de sus familiares. En definitiva, supone un trastorno económico y emocional muy grave.
Ahora, imaginemos que el paciente es un cirujano y sufre una caída en su casa provocándole una lesión en el dedo pulgar de su mano dominante, viéndose afectado el ligamento colateral cubital y el ligamento colateral radial, causándole
una pérdida de estabilidad y de movilidad en la mano. A priori, no supone una lesión grave que ponga en riesgo su salud, pero sí que le impide realizar intervenciones quirúrgicas correctamente, debido a la
pérdida de destreza en su mano, lo que le imposibilita utilizar los útiles con la pericia adecuada.
"Los médicos, como cualquier trabajador, no están exentos de sufrir un accidente a lo largo de su vida (doméstico, laboral, de tráfico, etc.)"
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Por tanto, esta situación le supone una
incapacidad profesional total que le priva de seguir realizando su trabajo, y se verá obligado a
cobrar un subsidio de la Seguridad Social, que está muy lejos de sus ingresos netos mensuales. Este desfase económico supone una gran pérdida del nivel de vida tanto del profesional como de sus familiares. Es una pena que todo el esfuerzo dedicado, las innumerables de horas de estudio, de guardias realizadas y noches fuera de casa que le han permitido obtener una tranquilidad económica y un estatus social, totalmente merecidos,
se vean truncadas por un acto tan banal como una caída en casa.
En cambio, si este cirujano hubiese tenido contratada una
póliza de Vida + Incapacidad Profesional con Uniteco, no tendría que hacer frente a esta desoladora realidad. Si el médico tiene 35 años, unos ingresos mensuales de 4.000 euros y, lleva trabajando desde los 25 años, deberá de hacer frente a un desequilibrio mensual de 3.056 euros, ya que el subsidio de la Seguridad Social tan solo llega a los 944 euros. No obstante,
esta cruda realidad no solo afecta a los médicos más jóvenes, sino que también para profesionales de 45, 55 años, etc, quienes tendrían que hacer frente a un desequilibrio económico superior a los 5.000 euros.
Y, esto solamente por perder la movilidad de una mano.
¿Qué ocurriría entonces si habláramos de una invalidez absoluta o incluso de fallecimiento? La situación empeoraría exponencialmente y el desequilibrio también. Si sufre una invalidez absoluta, con Uniteco el capital contratado se duplica, de forma que no solo le ayude a cubrir los gastos fijos, sino también aquellos gastos que por no valerse por sí mismo, va a tener que afrontar (reforma de la casa para adaptarla a su nueva realidad, persona que le ayude ya que su cónyuge tiene que trabajar...). Además, si el profesional fallece en el accidente,
los beneficiarios percibirán el doble del capital contratado y el triple si fallece por un accidente de circulación.
En definitiva, esta realidad no solo supone un trastorno laboral, sino que es una alteración emocional muy grande para todo su entorno familiar, que va a tener que adaptarse a una situación económica y social totalmente nueva y no precisamente favorecedora.