Es evidente que
afrontamos una alerta sanitaria de dimensiones inéditas que ha desbordado todas las previsiones y en todo el mundo.
Cada vez son más los países que adoptan medidas de confinamiento para limitar la movilidad obligando a permanecer en las casas y paralizando la actividad productiva de manera generalizada para hacer todo el esfuerzo posible cara a
derrotar al COVID-19 y evitar todo el daño posible a la salud de la población y, en especial, la de los más vulnerables.
Asistimos atónitos a situaciones difíciles y vivimos días que ponen a prueba la fortaleza de nuestras instituciones, de nuestra sociedad y de nuestro sistema sanitario;
cuando acabe todo el proceso epidémico, tendremos que recomponer muchas heridas sociales e institucionales.
Esto es así porque seguiremos en alerta (aunque no sea oficialmente) ya que
la pandemia del coronavirus no será la última y necesitaremos rearmar nuestro sistema sanitario, así como reforzar la capacidad de gobernanza global de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la propia
Unión Europea para afrontar próximas situaciones que, seguro, volveremos a vivir. Por eso estoy seguro que será inevitable rectificar en todos los países el hecho de no haber previsto una protección con una
reserva estratégica de productos, material sanitario y medicamentos para luchar contra futuras pandemias para minimizar su impacto.
Ahora,
toca apostar por la aplicación estricta de las contundentes medidas adoptadas para que consigan contener al maximo el contagio y evitar así el daño a la salud a cuantas más personas mejor y, en especial, a las personas más vulnerables y con factores de riesgo.
Pero
es fundamental que cada uno de nosotros cumplamos a rajatabla la restricción de quedarnos en casa y las recomendaciones de las autoridades sanitarias para la prevención del contagio, porque son las que se sabe con total evidencia que funcionan eficazmente.
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Lavarse las manos
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No besar
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No abrazar
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Mantener una distancia mínima de 1,5 metros
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Usar pañuelos desechables
Son
conductas imprescindibles que están a nuestro alcance y que ayudarán a protegernos y proteger a los demás.
Tendremos que
hacer una evaluación de la gestión cuando todo acabe reconociendo que el
COVID-19 nos ha superado a todos tanto en España como en todos los países. Se valorará la eficacia de las medidas adoptadas sobre todo por la intensidad de los confinamientos y su capacidad de conseguir el aislamiento social y la disminución del contagio.
"Ha quedado de manifiesto que los recortes en la sanidad pública han debilitado de manera innecesaria al
sistema sanitario; también que los profesionales que trabajan en la disciplina de la Salud Pública y la Medicina Preventiva son imprescindibles tanto en los momentos de alarma sanitaria como en los que se trabaja de manera callada y anónima"
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Nunca antes en los tiempos modernos se ha visto una pandemia con este impacto en la salud y en la economía global. Habrá muchos analistas que, con mirada retrospectiva, juzgarán solamente las insuficiencias de la respuesta institucional. Algo típico en los análisis de la gestión de las pandemias. Pero habrá de tenerse en cuenta que el COVID-19 nos ha superado a todos y que hasta la
declaración del estado de alarma la estrategia seguida no arroja ninguna medida oficial que no haya sido avalada de manera unánime por las autoridades centrales y autonómicas.
La evaluación de lo hecho será imprescindible en una sociedad fuerte y democrática. De esa evaluación yo les anticipo una conclusión inevitable:
será necesario invertir mucho más en sanidad pública, en prevención y en protección.
Ha quedado de manifiesto que
los recortes en la sanidad pública han debilitado de manera innecesaria al
sistema sanitario; también que
los profesionales que trabajan en la disciplina de la Salud Pública y la Medicina Preventiva son imprescindibles tanto en los momentos de alarma sanitaria como en los que se trabaja de manera callada y anónima. España ha desinvertido en el sistema sanitario en su conjunto y, en particular, en salud pública, en prevención y en este tipo de profesionales en los últimos años y eso habrá que corregirlo.
También ha quedado de manifiesto que
habría sido un acierto haber aprendido la lección tras la pandemia por la Gripe A en 2009 y haber invertido en protección con una
reserva estratégica con material de protección para sanitarios, cuerpos y fuerzas de seguridad, militares o protección civil; también previsiones de equipamiento medico de cuidados intensivos para un escenario hipotético como el actual. De haber hecho eso en Europa y en el mundo en los últimos 8-9 años, hoy las cosas serían diferentes.
En España habría supuesto una inversión menor de 3.000 millones de euros.
Ahora toca arrimar el hombro. Mañana, invertir en más prevención, más protección y en fortalecer la sanidad pública. Estoy seguro que será así. Mientras tanto,
gracias a los profesionales sanitarios que atienden a los pacientes y gracias también a los que desde las disciplinas científicas de la salud pública ayudan a ganar esta batalla.