Hace unos 30 años, concretamente en el final de los 80, unos cuantos antes de la publicación en 2003 de la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS), comenzaron a surgir en el seno de los programas docentes de postgrado, sobre todo en los de Medicina de Familia y Comunitaria, proyectos que tenían como objetivo construir las bases conceptuales, responsabilidades y mecanismos de incentivación y reconocimiento de una figura central del sistema de formación sanitaria especializada: los tutores MIR.
Diversas disposiciones legales emitidas en años posteriores, la última más significativa en 2008 (RD 183/2008) han intentado desarrollar, entre otros, los aspectos mencionados previamente, pero la implantación práctica de una parte significativa de ellos no ha sido, ni mucho menos, completa o satisfactoria. En la actualidad los tutores MIR se hallan en una situación que, sin temor a caer en exageraciones, puede ser calificada de muy deficiente. Sirva de botón de muestra de esta afirmación el hecho de que son legión los profesionales sanitarios de los centros acreditados para la docencia que cuando les ofrecen la posibilidad de acceder a la condición de tutor huyen como alma que lleva el diablo.
Los tutores MIR no tienen un grado mínimamente aceptable de reconocimiento profesional y social, en la práctica no suelen disponer de una reserva de tiempo suficiente para poder desarrollar con garantías su actividad tutorial y, en definitiva, no se sienten adecuadamente recompensados en ningún aspecto, incluyendo su valoración en el ámbito de la carrera profesional, siendo muy frecuente que tampoco disfruten de mecanismos de incentivación y reconocimiento en el campo económico.
Estas circunstancias negativas proliferan en el conjunto de nuestro sistema sanitario, con el agravante de la existencia de disparidades muy importantes entre las distintas CCAA.
Es preciso acabar de una vez por todas con esta situación y exigir a las administraciones competentes y a las organizaciones profesionales y sociedades científicas que dejen de mirar para otro lado, que prioricen adecuadamente la docencia especializada en los centros sanitarios, ubicándola junto a la asistencia y la investigación en el centro de su estructura de planificación y gestión y que la doten con los recursos necesarios. Somos conscientes de que este tema es difícil que forme parte de las prioridades cotidianas de las consejerías de sanidad y de los gestores de los centros acreditados y por ello sería necesario que el Ministerio ejerza plenamente sus competencias en este terreno e introduzca los cambios pertinentes en las disposiciones legales que regulan esta figura y especifique que la falta de su cumplimiento satisfactorio por parte de las CCAA tendrá consecuencias sancionadoras en cuanto a la renovación de la acreditación docente de los centros y servicios.
Son ya demasiados años los que llevamos asistiendo al deterioro lento, pero claramente progresivo, de esta figura central de la docencia especializada en España. Ha llegado el momento, ante la pasividad de las administraciones y otras instituciones implicadas, de decir basta y pensar en generar estrategias de reivindicación de una mejora clara de las condiciones en que trabajan nuestros tutores. No hacerlo tendrá como consecuencia una profundización del deterioro de nuestro sistema MIR, que podría llegar a hacerse irreversible.