Cuando yo sea adjunta, trataré a residentes y estudiantes de igual a igual, pues a todos los une la misma meta, y cada uno de ellos tiene sentimientos, dudas, temores e ilusiones.
"Respetaré a los residentes MIR con sus personalidades variopintas"
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Cuando yo sea adjunta, trabajaré incansablemente, tanto o más que mis residentes. Porque es mi deber darles ejemplo, y dicho ejemplo empieza por la cooperación y el compañerismo.
Cuando yo sea adjunta, haré uso de la jerarquía únicamente para instruir. Seré quien aporte a mis residentes artículos y libros. Seré quien les aconseje en su trayectoria, siempre desde mi experiencia y nunca desde el paternalismo. Seré el hombro en el que podrán apoyarse en cualquier momento, tal y como yo, a día de hoy, sigo precisando uno. Todos somos vulnerables.
Cuando yo sea adjunta, responderé a todas las dudas de mi residente con cariño y aprecio, valorando sus ganas de aprender y su motivación. No fingiré horrorizarme, ni mucho menos proferiré comentarios de la talla de
“¡Cómo es posible que no sepas ESTO a estas alturas! ¡Si ya eres R3!”. No. Porque nadie nace enseñado. Y porque deseo alentar al residente a que siga preguntándome sin miedo.
Cuando yo sea adjunta, si desconozco la respuesta a la pregunta que me plantea al residente, contestaré con franqueza un
“no lo sé”. Porque un médico jamás tendrá la verdad absoluta, y uno no deja nunca de formarse. Y buscaré la solución con el residente, como un equipo, pues todos estamos juntos en este camino.
Cuando yo sea adjunta, haré todo cuanto esté en mi mano para que el residente brille. Pero no en lo que a prestigio respecta, sino a su interior.
Respetaré a los residentes con sus personalidades variopintas y con sus propias idiosincrasias.
No haré de ellos réplicas grises idénticas entre sí, sino modelos diversos de buenas personas, personas humildes y trabajadoras, personas a quienes brindaré la oportunidad de alcanzar también la excelencia clínica. Porque la medicina es tanto ciencia como arte, y el arte nace del corazón.
"Deseo alentar al MIR a que siga preguntándome sin miedo"
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Pero, muy especialmente,
cuando yo sea adjunta seguiré recordando. Recordaré aquella temida Selectividad tras la cual casi me quedo a las puertas de la Universidad. Recordaré los seis años de carrera, los exámenes finales, las prácticas, las recuperaciones. Recordaré las horas de estudio del MIR, las ojeras, esa ansiedad que se clavaba en el pecho tan adentro, que persistía incluso los meses posteriores al examen.
Y
recordaré los cuatro años de residencia y cómo, entre la neblina brumosa de mi memoria, persistirán los nombres de aquellos adjuntos quienes, pese a la competitividad, pese a las guardias interminables, pese a todo el esfuerzo titánico, supieron mostrarme por qué escogí esta profesión. Médicos que me comprendieron, que me conocieron, que confiaron en mí y que hicieron de cada día un reto para seguir evolucionando y mejorando. Cuando yo sea adjunta, quiero lograr algo así con mis residentes.
Y lo haré sin olvidar que, una vez, hace algún tiempo, también yo fui una de ellos.