Es un hecho que los
médicos y dentistas en España reciben cada vez más
reclamaciones. Sus causas no son el motivo de esta reflexión, solo pretendo dar visibilidad a algo que queda oculto al gran público, que es la trastienda de lo que experimentan los médicos cuando sufren una reclamación.
La inmensa mayoría de los casos que gestionamos tienen un elevado porcentaje de éxito en la salvaguarda de los intereses de sus involuntarios protagonistas. Pero antes de que llegue el esperado fallo judicial absolutorio, pueden pasar hasta 10 años y, sobre todo, muchas cosas que merecen la pena dar a conocer para comprender la verdadera dimensión de
lo que supone una reclamación para un profesional sanitario.
"Cuando un médico recibe una reclamación, lo normal es que se alarme. No es plato de buen gusto recibir una reclamación o una citación judicial"
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Cuando un médico recibe una reclamación, lo normal es que se alarme. No es plato de buen gusto recibir una reclamación o una
citación judicial. Si la vía elegida por el denunciante es el
ámbito civil, es habitual que figure la cantidad que se reclama, que no suele ser una cantidad pequeña. Imagine solo por un momento que le llega un escrito en el que
se le reclama un millón de euros.
En el
ámbito penal, la cosa no mejora ya que en el escrito que se recibe, se comunica la investigación por la comisión de un delito, algo ya bastante grave por definición, como un
homicidio o haber provocado lesiones graves a otra persona.
En el ámbito
contencioso-administrativo, la citación llega al
Servicio de Salud correspondiente, y es éste quien se lo traslada a sus superiores, quienes inician a su vez una investigación interna para trasladarla a los
servicios jurídicos propios para recabar toda la información.
Lo normal es que estas comunicaciones se reciban con
ansiedad y preocupación. Son temas muy serios y existe una
sensación de desamparo muy difícil de quitarse de encima. La solución pasa siempre ponerse en manos de unos
buenos abogados experimentados y especializados en Derecho Sanitario, profesionales cuyo día a día es lidiar con este tipo de cuestiones.
En este contexto,
el médico entra en un terreno desconocido en el que se siente perdido. Un buen abogado es capaz de explicar los distintos pasos que va a seguir la reclamación, solicitar la documentación necesaria para argumentar su defensa jurídica y perseguir que
prevalezcan sus derechos.
Existe un paralelismo claro con la propia labor profesional del médico. Cuando un paciente llega a una consulta con algún
problema grave de salud, el trabajo del médico no es solo diagnosticar y aplicar tratamientos. Una parte muy importante es la relación con el paciente en la que se le ofrecen alternativas, se explican causas y consecuencias, en definitiva, se da la dimensión real de su problema. Esto es, normalmente, liberador, ya que uno sabe qué le ocurre, que está en buenas manos y cómo se puede resolver.
Por esto, la actuación más importante es que perciba la tranquilidad de que su caso tiene solución sabiendo que, al delegar en
manos expertas existe la esperanza de que todo va a salir bien.