La salud no es lo que era. Tampoco el sistema sanitario atiende todo lo concerniente a la atención sanitaria, ni podrá atenderlo.
Lo predictivo, la carta astral basada en la genómica, los tratamientos personalizados como trajes a medida, están asomando de forma incipiente y ya apuntan a que serán tratamientos caros. Es decir a un coste elevado, reducido para algunas carteras de servicios y a una forzada priorización desde el sistema público. Probablemente será un choque de trenes: lo limitado de los recursos públicos y la selección/discriminación de algunos pacientes.
El nivel de salud de la población no depende tanto del sistema sanitario, pero la atención sanitaria ante el incremento de población más envejecida, con más patologías y más vulnerable, debe abordarse por su magnitud y debe cambiar su enfoque. El actual paradigma curativo, aún a pesar de los incuestionables avances tecnológicos y científicos que lo posibilitan, minusvalida el cuidado y la calidad de vida. Las enfermedades son procesos, las pruebas diagnósticas son ítems que lastran las listas de espera, y los pacientes están más cosificados que considerados integralmente, incluso “troceados” por la especialización. De tal manera que el discurso político está más en las listas de espera que en otra cosa, y sin embargo lo sanitario y socio sanitario afecta cada vez más a las personas, es el problema del día a día, y solo hay voluntad electoral y cortoplacista, para asuntos que son estructurales.
Las enfermeras, expertas en el cuidado, conocen bien qué pasa, incluso cómo abordar más adecuadamente la atención a los pacientes crónicos, para que no sigan cosificados, para que transiten en los niveles de atención con más comodidad y accesibilidad. No se entiende la hospitalización sin ellas, ni la vigilancia clínica, ni la relación directa y más frecuente con los pacientes y sus familias. Los equipos no serían tales sin enfermeras, que aún siendo tan resolutivas no están en los puestos estratégicos gerenciales, ni en la política sanitaria acorde con su valía: una enfermera no podrá imitarla un robot, como leía hace unos días. Será esencial.
Ante la epidemia de obesidad, sedentarismo, aparición de eventos cardiovasculares, no se apuesta por la figura de la enfermera escolar, ni la promoción de la salud como estrategia transversal y de obligado cumplimiento. Ante la crisis se ha respondido con el ahorro, no con la excelencia, y con la pérdida de oportunidad para que la prevención primaria disminuya estas morbimortalidades. La enfermera es esencial, aquí también.
En tiempos del cuidado la enfermera debe avanzar y desde una reflexión interna entender que no se debe tanto al sistema público o a la empresa privada, sino que como experta del cuidado debe desarrollar un ejercicio autónomo, optar a un establecimiento sanitario propio, si quiere en definitiva, que para ser no ha de depender de otros profesionales, ni éstos “acreditar” sus actuaciones. La visión y misión enfermeras son propias, no han de ser interpretadas por otros profesionales, y su importante contribución en los equipos sanitarios no ha de ser de subordinación, ni de sumisión. Pierde el sistema si no empodera a las enfermeras y si no lo hace, perdemos todos. Pierde el sistema sanitario por el atrasado discurso político desde el enfoque mediatizado por lobbies corporativistas, que lanzan alarmas a la población cuando ven amenazado su beneficio. Solo el reconocimiento a la competencia de los profesionales sanitarios, la consideración y la confianza mutuas permitirá avanzar.
Desarrollado un camino sin techo de cristal en lo académico, en igualdad con otras titulaciones; siendo una realidad las especialidades enfermeras, pero infradotadas éstas en número de plazas y no vinculadas a puestos de trabajo, diferida aún la prescripción enfermera, teniendo que afrontar retos tan trascendentes como los apuntados ¿Qué ocurre con las enfermeras, entonces? ¿Queremos como usuarios del sistema sanitario tanto público como privado, que mejoren las perspectivas de atención de salud con una nueva visión y la decisiva participación de las enfermeras?. Solo cabe una última reflexión, ¿están todas las enfermeras dispuestas a sumarse a un proyecto de avance en autonomía, en competencias y en responsabilidad?. Estoy convencido de que será posible. Quienes gocen de una cómoda zona de confort, también deben ser partícipes del proyecto y facilitarlo.