Ismael Sánchez / Ha tenido que ser un recién llegado,
el ministro Alfonso Alonso, el que le diga bien claro y alto al sector cuál es la manera de alcanzar una mejor sanidad. La cooperación, un término bajo sospecha en el Sistema Nacional de Salud, ha sido la gran protagonista de la XIV Cena de Verano organizada por Sanitaria 2000. El ministro, muy campechano y muy directo, ha verbalizado a su manera lo que está en la mente de todos; pero el resto de premiados, también a su manera, han venido a subrayar igualmente que sin la colaboración entre administraciones, sin el trabajo en equipo, sin el acuerdo por encima de la discrepancia política, el sistema se debilita y es menos capaz de atender sus crecientes responsabilidades.
Padrosa (izquierda) y Etxeberria, dos genuinos gerentes de servicios autonómicos de salud.
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La experiencia es un grado en el caso de la c
onselleira Mosquera, a la que se percibió emocionada en sus palabras de agradecimiento. Son precisamente sus muchos años de servicio al sistema los que le permiten mirar hacia atrás y alrededor y saber que las dificultades de antes, de siempre, son las mismas o más que ahora y compartidas por todos los que gestionan responsabilidades sanitarias. No hay espacio para la competitividad y sí para la comprensión porque los problemas de uno, son en el fondo los de todos.
Josep Maria Padrosa fue premiado como alto cargo, pero él arrimó el reconocimiento al ascua de su gremio intransferible: el de los
gerentes de servicios autonómicos de salud, como
Jon Etxeberria, también premiado; todo un cuerpo de servidores públicos, que no son ni gestores ni políticos ni todo lo contrario, pero que logran el milagro de que la asistencia sanitaria se preste día a día, con una naturalidad y una eficacia que aburre y asombra a la vez. Puede que las tranquilas y agradecidas palabras de Padrosa, el más longevo de todos los gerentes autonómicos, sonaran a despedida, con las elecciones catalanas a la vuelta de vacaciones. Pero sobre todo, sintonizaron con el sentir de la noche: vamos todos en el mismo barco.
Hay muchos tipos de cooperación, y una que por fuerza se va a tener que abrir paso en la nueva legislatura de la Comunidad de Madrid será la que une a la Administración con el paciente. Este es el reto macanudo de
Julio Zarco, un alto cargo convencido de serlo, que tiene ante sí la posibilidad de transformar el sistema, humanizándolo de verdad y erradicando de raíz los malos hábitos que pueden convertir la asistencia en un servicio ruin, mal encarado y obviamente deficiente. Está por ver, y lo sabremos, pero seguro que recurre a la colaboración entre pacientes, profesionales y gestores.
También hubo menciones expresas a políticas conjuntas y consensuadas, como las de
Carlos Moreno al referirse a los recursos humanos, que no son ni pueden verse como un asunto exclusivamente autonómico. Al reivindicar que debe haber una visión conjunta (nacional, ministerial o global, como quiera llamarse), estaba de hecho apostando por la cooperación, además de elevando el alcance a veces controvertido que en esta materia tiene el Ministerio. O las de
Martín Blanco, al referirse al proyecto de ley de garantías y sostenibilidad del sistema sanitario público de Andalucía, nacido para reforzar la sanidad andaluza y que obligadamente deberá aprobarse por un obligado consenso entre las distintas fuerzas políticas.
Pero, aparte del ministro, el que con más ahínco aludió a la cooperación fue el secretario general de Sanidad, un
Rubén Moreno exultante, que no quiso regatear ninguna sensación al Premio. Quizá porque ya ejerció similar responsabilidad, como le recordó Alonso, cuando fue el secretario general de Gestión y Cooperación con la
exministra Villalobos. O quizá porque desde su posición, como auténtico facilitador de las relaciones entre el Ministerio y las autonomías, ha podido comprobar lo que nos hace más fuertes como sistema: el trabajo conjunto en la crisis del ébola, en la respuesta a la hepatitis C y en el caso de difteria, tres formidables ejemplos para menos de un año de responsabilidad que Moreno ha sabido afrontar y resolver con aplomo, para mayor gloria del ministro.
Pero la gloria de verdad, en fin, se la llevó la cooperación, que a veces ni está ni se la espera. Pero su aroma no nos abandona.
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