Creación y curación. Dos palabras que hacen las veces de faro encargado de marcar el camino de aquellos que deciden dedicarse a la Medicina. Una profesión en la que los horarios son poco más que un formalismo al que la vocación arrincona hasta el punto de convertirlo en prácticamente insignificante. Y es que todo esfuerzo resulta poco cuando se trata de dar un salto, en ocasiones definitivo, en el tratamiento de una enfermedad. Sin embargo, y aprovechando la estela de este sentir absolutamente mayoritario entre los profesionales, surgen quienes se dedican a manipular o falsear trabajos en busca del beneficio propio. Son las ‘ovejas negras’ de la investigación médica.
Cuando uno piensa en una revista dedicada a la publicación de trabajos relacionados con el ámbito médico, el nombre de ‘Lancet’ viene a su cabeza de forma prácticamente automática. Pues bien, hasta su editor, Richard Horton, ha llegado a poner la veracidad de muchas de estas investigaciones que, tal y como ha llegado a asegurar, son “sospechosas o incluso falsas” en una sorprendente, por abundante, cantidad de ocasiones. El escándalo que esta misma semana ha salpicado al Instituto Karolinska, que alberga en su seno al organismo que otorga el premio Nobel de Medicina, ha supuesto el último motivo para no quitarle la razón a Horton.
Paolo Macchiarini.
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Llegados a este punto, cabe preguntarse qué puede hacer temblar los cimientos de una institución tremendamente reputada. Para encontrar la respuesta resulta necesario llegar a un nombre: Paolo Macchiarini. Este cirujano italiano, que ejerció como jefe de Cirugía Torácica en el Hospital Clínico de Barcelona y destacó por sus novedosos trasplantes de tráquea utilizando células madre, fue primero contratado y posteriormente mantenido en su puesto pese a que una investigación llevada a cabo por el propio Instituto Karolinska en la que determinó que había cometido actos calificados como “mala conducta científica” y contar con imprecisiones en su currículum después de realizar tres intervenciones saldadas con dos fallecidos y un paciente que aún se encuentra hospitalizado por sus efectos.
El de Macchiarini ha sido el último, pero desafortunadamente no es ni mucho menos el único caso de estas prácticas. No todas son iguales, pero sí que guardan dos importantes elementos comunes, el de poner en riesgo la seguridad de los pacientes y el de manchar la reputación de estos héroe anónimos sin cuyo esfuerzo no se entiende el enorme salto en la esperanza de vida que se ha dado en la última mitad de siglo. LA REVISTA de Redacción Médica bucea en los casos más llamativos de esta lacra a erradicar.
Los más sonados
Eric Poehlman.
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A la hora de hacer una recopilación de los casos de médicos envueltos en casos de fraude, resulta prácticamente imposible evitar el protagonizado por Eric Poehlman, científico estadounidense que ostenta el dudoso honor de ser el primero del país que terminó en prisión por falsificación de datos en una solicitud de beca. Especializado en artículos sobre la genética de la obesidad, en 2005 fue condenado a una pena de encarcelamiento de un año por falsear 17 solicitudes para recibir ayudas del Instituto Nacional de Salud. Además de ello, la sombra de la duda ya le perseguía en forma de acusaciones por manipular el resultado de investigaciones en las que defendía el uso de inyecciones hormonales como terapia sustitutoria para la menopausia.
Dar con la fórmula de la vacuna que acabe con el VIH es uno de los grandes retos de la investigación médica. De ello se valió otro de los integrantes más destacados en la lista de defraudadores en este ámbito, Dong-Pyou Han. Este surcoreano, profesor de Ciencias Biomédicas en la Universidad Estatal de Iowa (EEUU), añadió sangre humana a la sangre de conejo con la que llevaba a cabo sus pruebas para hacer creer que la vacuna diseñada conseguía tener efecto a la hora de frenar el desarrollo del virus. Con este método consiguió becas de investigación por valor de 19 millones de dólares por los que terminaría, al igual que Eric Poehlman, entre rejas.
Jon Sudbo.
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Los casos anteriormente mencionados se quedan, sin embargo, lejos en inverisimilitud respecto al que tuvo como implicado al noruego Jon Sudbo en 2006. Y es que este médico y dentista dio un paso más allá de la manipulación de datos para, directamente, inventárselos. Lo hizo, además, sin el necesario rigor científico que convirtiera su ‘trabajo’ en mínimamente creíble, lo cual no impidió que publicara en revistas tan prestigiosas como 'Lancet'. La ‘bomba de relojería’ que había activado terminó explotando al intentar vender como científicamente demostrada la utilidad de varios antiinflamatorios de uso común a la hora de reducir el riesgo de cáncer de boca en pacientes fumadores. Un método para el diagnóstico precoz de tumores bucales o la defensa de la falta de efecto entre la extracción de células de la boca de un paciente y su mortalidad son solo dos ejemplos más de la capacidad de inventiva de Sudbo.
¿AVANCE SIN IGUAL O LA ENÉSIMA FARSA?
Sergio Canavero.
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Trasplantar la cabeza de una persona al cuerpo de otra. Parece el argumento de una película de ciencia ficción, pero no es así. Eso es lo que se ha propuesto hacer el cirujano italiano Sergio Canavero, que ya cuenta con el primer paciente dispuesto a someterse a una intervención en la que se contempla que el cráneo del paciente, congelado, esté una hora separado del resto del cuerpo. La operación, cuya realización se prevé para finales del año 2017, ha causado una enorme controversia que no ha estado exenta de críticas por parte de quienes creen que no estamos más que ante algo físicamente inviable en estos momentos.
También en España
Si bien resulta muy difícil encontrar situaciones tan descabelladas en el ámbito de la investigación española, lo cierto es la lacra del fraude también hace periódicamente su aparición en el ámbito médico de nuestro país. El último de ellos se saldó con la detención de cuatro médicos y dos farmacéuticos en Albacete el pasado mes de julio por un presunto delito de estafa consistente en la falsificación de recetas que vendían en el extranjero.
Que la profesión médica sea una de las que cuentan con más confianza por parte de los ciudadanos no es una casualidad. Detrás de esa valoración hay muchos años de trabajo intenso y riguroso que resulta fundamental para la Medicina. Ellos son el motor que hace que esta disciplina sea una ciencia en continuo avance, y la inmensa mayoría de profesionales honran esa labor con una dedicación a prueba de farsantes como estos que, por otra parte, comparten algo: terminar siendo descubiertos.
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