La Universidad de Oxford publicó hace unos meses un informe desalentador: el 35 por ciento de las profesiones que existen hoy en día en Reino Unido corren el riesgo de ser sustituidas por robots. Sin embargo, ¿hasta qué punto es esto cierto y, de ser así, en qué medida puede afectar a los profesionales sanitarios? Para Víctor Muñoz, catedrático y responsable del laboratorio de Ingeniería Médica de la Universidad de Málaga, la alarma es exagerada. “Cuando hablamos del trabajo del robot en la sanidad, es para un trabajo que ayude al profesional, no de sustitución”, aclara. Lastrados seguramente por los cyborgs de las películas de ciencia ficción, que han penetrado con fuerza en el imaginario colectivo, Muñoz baja las expectativas y reduce la ambición de la inteligencia artificial a que “en unos cuarenta años la máquina tenga capacidades similares a las de un niño de seis años”.
El robot Da Vinci.
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A juicio de este experto en robótica, el problema cuando se habla de este campo es la idea que tenemos de 'robot' porque no siempre ha de tener forma humana o reconocible: “Un quirófano entero puede ser un robot”, matiza. Además, el desafío probablemente imbatible respecto al ser humano es la manera de pensar de este. “Sabemos que en veinte años vamos a diseñar ordenadores más potentes que el ser humano pero la cuestión es construir la mente humana, esa que toma decisiones por raciocinio pero también por emociones, sentimientos...”, matiza.
No obstante, sí existen campos en los que la robótica ha irrumpido con cierta severidad y para quedarse. “Hay tres grandes ámbitos: quirúrgico, rehabilitación y asistencial”, cuenta Muñoz. En el primero, el gran protagonista es el Da Vinci, “que le da mucha más precisión de movimiento al cirujano”. Claro que es en las otras áreas donde están los avances más singulares y quizá curiosos para los ojos de la mayoría. En rehabilitación “están muy avanzados los exoesqueletos para ayudar en la recuperación de lesiones porque hacen que el usuario sienta que flota mientras va midiendo sus capacidades y ayudándole a recuperarse”. Y también la robótica asistencial, para la que se han desarrollado máquinas “con fisionomía de mascotas, que ayudan a personas con enfermedades cognitivas”. “Pueden dar el aspecto de un juguete pero no lo son; controlan si esa persona está activa, si se ha tomado la medicación, incluso tienen juegos que en realidad son ejercicios para mejorar sus habilidades”, narra este investigador.
La robótica sanitaria española: cuestión de amistad
El día a día de los investigadores de robótica sanitaria no es fácil. “Es una investigación que resulta muy cara en un país donde además no hay demasiada inversión”, explica Muñoz. Este catedrático descubre también otra carencia reseñable: “Nos faltan infraestructuras donde juntar a ingenieros con cirujanos porque, a día de hoy, trabajamos de forma independiente y si tenemos contacto es más por amistad que por exigencias de los programas de investigación”, asegura. En cuanto a la penetración de la robótica sanitaria en el Sistema Nacional de Salud (SNS), el Da Vinci es el más extendido. Con un coste algo superior al millón de euros, está presente en varios de los grandes hospitales del país y facilita mucho los movimientos y precisión del cirujano. Por lo demás, la presencia de robots en la sanidad pública española es “muy baja”, paralela al protagonismo de nuestras investigaciones. “Y eso que hay dos máquinas españolas: la ERM, Endoscopic Robotic Machine; y Broca, un brazo robótico para procurar una cirugía poco invasiva”, desgrana este catedrático malagueño.
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La compañía Riken parece que es consciente del esfuerzo que cuesta mover a muchos pacientes, por ello ha diseñado
Robear. Se trata de un robot pensado para ser confortable, pues sus brazos y cuerpo (al menos las zonas con las que contacta el paciente) son mullidas. Sus posibilidades permiten levantar, sentar y hasta trasladar a los enfermos, lo que evitará grandes esfuerzos a celadores y auxiliares de enfermería. Por otro lado, la amabilidad está garantizada y estudiada hasta el extremo, pues se ha apostado por una cara de amable osito para que este trate con los pacientes.
El camino de Toyota en la robótica sanitaria es puntero. En su trayectoria ha diseñado el
Human Support Robot, que sirve como soporte para atender pacientes; el
Carte Assist Robot, creado especialmente para transportar pacientes con escasa movilidad; y el
Walk Assit Robot, construido específicamente para ayudar a caminar aplicado a las piernas. Sin embargo, el hito (por el momento) de la firma ha sido
Robina, un prototipo que está destinado a proporcionar ayuda directamente en la atención médica y enfermera. Además cuenta con un aspecto humanizado y lejos de ser asexual, Toyota ha apostado por un aspecto (y nombre) femenino.
El dispositivo Robina.
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Panasonic fue la primera compañía que pensó que crear robots que pudieran ser introducidos en hospitales era una buena idea. Esto ocurrió hace diez años y poco a poco han ido mejorando las posibilidades de
Hospi. Se trata de una máquina que permite mejorar la dispensación de medicamentos agilizando las rutinas de los enfermeros. Bien es cierto que el éxito del sistema no fue muy marcado: su coste (casi 100.000 euros por unidad) y la adaptación que era necesaria para que funcionara, hizo que solo se vendieran dos unidades en todo el mundo.
Zora ha llegado al mundo de la mano de la empresa QBMT y su fin es ayudar en tareas de estimulación, rehabilitación y animación en personas que requieran de estos cuidados. Su aspecto humanoide y de cara amable logra que el paciente no piense que está en el médico, lo que favorece que se relaje. Por lo visto, sus usos también se han visto en niños autistas.
Aunque no ejerce un trabajo directo sobre el trabajo del sanitario, realiza una tarea esencial: la desinfección. Se trata del bautizado como
Little Moe, que utiliza rayos UVA de tipo C, de gran agresividad, para eliminar los virus que quedan en una estancia donde una o varias personas ha estado en cuarentena. Su uso, según la empresa Xenex, es de gran utilidad en epidemias como la del ébola. De hecho, una de sus principales funciones es la desinfección para evitar el contacto directo del enfermo con el profesional sanitario, evitando contagios por accidente como el de la auxiliar de enfermería Teresa Romero.
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