Las enfermeras mayores de 30 años tienen más probabilidad de sufrir una agresión.
Un estudio realizado a
1.357 enfermeras española muestra que la agresión sufrida por un profesional sanitario en su lugar de trabajo aumenta el nivel de ansiedad de las enfermeras a través de la aparición de
síntomas somáticos. Concretamente, el análisis afirma que una agresión a una enfermera en el trabajo aumenta su ansiendad, no directamente, sino a través de la
aparición de síntomas físicos, como dolores de cabeza, problemas para dormir,
problemas respiratorios y gastrointestinales.
Así las cosas, aunque según el informe
el 89,3 por ciento de las enfermeras agredidas por un paciente indicaron que no habían sufrido consecuencias físicas o psicológicas, hubo una mayor prevalencia de alteración somática entre las trabajadoras que habían sido
víctimas de violencia en el lugar de trabajo frente a las que no habían sufrido este hecho. De esta forma, y según los datos recogidos “la agresión en el trabajo tuvo un efecto directo sobre la somatización física, que a su vez actuó como mediador en el nivel de ansiedad de los
profesionales de Enfermería”.
Según el estudio realizado a 1.357 enfermeras españolas, los agresores no diferenciaron entre si el profesional era hombre o mujer
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En datos generales, de las
1.357 enfermeras encuestadas, el 52.8 por ciento dijeron que habían sufrido una agresión en el trabajo en una ocasión, el 25.2 por ciento había experimentado hasta dos episodios, mientras que el 6.9 por ciento y el 15.1 por ciento dijeron
habían sufrido tres o más agresiones, respectivamente.
En un análisis más exhaustivo de los datos del estudio, se refleja que aunque el sexo del profesional agredido no fue vinculante, sí lo era la edad. En base a los datos, se agrede más a
los enfermeros mayores de 30 años (un 64,2 por ciento de los agredidos) que a los más jóvenes.
Respecto al tipo de agresión,
fue verbal en un 87 por ciento de los casos y un 74,2 por ciento de los mismos los insultos los proferían los familiares del paciente. Respecto a las físicas, los que más atacan a las enfermeras son los propios usuarios del SNS (en un 35,8 por ciento).
Como consecuencia de la agresión recibida, 10.7 por ciento resultaron lesionados o tuvieron algún tipo de consecuencia física o psicológica,
mientras que 89.3 por ciento dijeron que no tuvieron lesiones u otras consecuencias. Sin embargo, se encontró una mayor prevalencia de problemas gastrointestinales, síntomas respiratorios, dolores de cabeza y problemas para dormir entre los trabajadores que habían sufrido situaciones violentas en el lugar de trabajo que aquellos que no.
El lado 'oculto' de una agresión: Dolores de cabeza y problemas para dormir
El estudio además correlaciona negativamente la edad con la ansiedad cognitiva y social, así como con el puntaje de ansiedad global. La sintomatología física, los problemas gastrointestinales y los dolores de cabeza se relacionaron negativamente con la edad, de modo que cuanto mayor era el profesional,
menos presencia de sintomatología.
De otro lado, la ansiedad derivada de las agresiones se correlacionó positivamente con la
presencia de sintomatología física (problemas gastrointestinales, dolores de cabeza, problemas para dormir e infecciones respiratorias).
Cuando se comparó a los grupos de profesionales que habían experimentado agresión en algún momento con los que no, se o
bservaron diferencias estadísticamente significativas en los síntomas físicos presentes. Específicamente, los que habían sido agredidos mostraron más sintomatología que el resto de profesionales.
Con todo ello, la conclusión de todo este estudio es que la agresión en el trabajo aumenta la ansiedad de las enfermeras, sin embargo, no directamente, sino a través de la aparición de síntomas físicos, como dolores de cabeza,
problemas para dormir, problemas respiratorios y gastrointestinales.
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