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José Ángel Berciano realiza una revisión histórica de las enfermedades neurológicas del 32º presidente de EEUU

Franklin Delano Roosevelt
Franklin Delano Roosevelt


22 dic. 2024 16:50H
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La figura de Franklin Delano Roosevelt permanece en el recuerdo de toda la humanidad. Fue el presidente de Estados Unidos durante cuatro mandatos seguidos, desde 1933 a 1945, gobernó en “la peor crisis económica de la historia”, conocida como la Gran Depresión, y durante la guerra “más terrible” que ha sufrido la población: la II Guerra Mundial. Pero más allá de su perfil político, el también abogado estadounidense se ‘enfrentó’ a una serie de enfermedades neurológicas con las que tuvo que convivir mientras ejercía su labor como máximo representante en Washington.

Una parte de la historia del 32º presidente de Estados Unidos no tan conocida, y que José Ángel Berciano, exjefe de Servicio de Neurología del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla y profesor emérito de la Universidad de Cantabria  ha querido detallar en un estudio.

El objetivo de este análisis, según ha afirmado este neurólogo a Redacción Médica, es realizar una revisión histórica de las enfermedades neurológicas de Roosevelt, y corroborar que la patología paralítica que sufrió desde 1921 fue un Síndrome de Guillain-Barré, y no una poliomielitis como por aquel entonces se creía. A su vez, ha querido complementar la investigación con el relato de cómo vivió sus últimos años de vida sobreponiéndose a una cardiopatía isquémica y a un edema de pulmón crónico hasta el momento de su muerte, causada por una hemorragia cerebral.

La parálisis ascendente aguda de Roosevelt


Así, la relación de Roosevelt con las enfermedades neurológicas comienza en agosto de 1921 cuando empezó a presentar debilidades en las piernas a causa de una parálisis bilateral. Tenía un fuerte dolor en la espalda, cabeza y extremidades inferiores, además de llegar a los 39º de fiebre. Incluso estuvo dos semanas sin poder orinar, necesitando repetidas cateterizaciones urinarias.

En este punto, su mujer, preocupada, empezó a sospechar que podía haber contraído la polio, y así fue. A los 15 días desde el inicio del cuadro de parálisis ascendente aguda, Roosevelt fue examinado por un ortopeda de la Comisión de Parálisis Infantil de Harvard. Presentaba inmovilidad de la cintura para abajo, los músculos de la espalda estaban “muy débiles” y se apreciaba afectación de la cara. También tenía dolor en las piernas con un simple roce. Debido a todos estos síntomas, el médico le diagnosticó poliomielitis, teniendo que ser ingresado en el Hospital Presbiteriano de Nueva York.

Afrontar una discapacidad siendo máximo dirigente en política


Con el paso del tiempo, tal y como señala Berciano en su estudio, la inmovilidad facial, la debilidad simétrica de sus extremidades superiores y tronco fueron disminuyendo. Ya podía ser autónomo en sus deposiciones, y el 28 de octubre de 1921 le dieron el alta del centro hospitalario. Eso sí, la parálisis en las extremidades inferiores no mejoró.

Con un diagnóstico claro y con el desafío de vivir estando paralítico, el que sería presidente de Estados Unidos se empeñó en superar su discapacidad con constancia, esfuerzo y conocimientos sobre su patología. En los años posteriores a 1922, Roosevelt dedicó gran parte de su tiempo a estar en contacto con ortopedas, practicar ejercicios y aplicar los tratamientos que le recomendaban para su mejoría.

De hecho, en 1924 volvió a la vida pública en la Convención Nacional Demócrata para dar un discurso, y fue su primera aparición en público tras haber contraído lo que, en esa época, creían que era poliomielitis, aunque Berciano deja claro en su análisis que lo que realmente sufría el político era el Síndrome de Guillain-Barré, solo que por aquel entonces era una patología prácticamente desconocida.

Roosevelt, "ariete" de la investigación sobre la polio


Con el objetivo de mejorar los síntomas de su enfermedad, Roosevelt se centró en las ‘fantásticas’ historias de los manantiales de Warm Springs, donde sus aguas minerales eran famosas y las personas acudían allí con la esperanza de recuperarse de sus dolencias.

De esta forma y tras experimentar una gran mejora, decidió usar parte de su patrimonio para comprar un balneario en esta región y convertirlo en una organización sin ánimo de lucro para ayudar a la gente menos afortunada a recuperar la funcionalidad tras la parálisis. Y así nació la ‘Warm Springs Fundatión’, una institución que sería clave en 1955 en el desarrollo de las vacunas para la poliomielitis. “Se convirtió en un autentico ariete de la investigación sobre la polio”, ha reconocido Berciano a este periódico.

Afrontar una discapacidad siendo presidente de EEUU


A pesar de todos los esfuerzos por recuperarse, la parálisis en sus extremidades inferiores no remitió y acabó por aceptar su discapacidad. Eso sí, hacía todo tipo de ‘triquiñuelas’ para que la población no fuese consciente de su enfermedad. De hecho, tal y como se indica en el estudio, de las “miles” de fotografías del presidente en la Casa Blanca, solo unas pocas le muestran en silla de ruedas.

El último tramo de la vida de Roosevelt está repleto de altibajos. En marzo de 1944, mientras estaba con uno de sus ayudantes, le comunicó que se encontraba “terriblemente mal” y fue trasladado Bethesda Naval Hospital a que le hicieran un reconocimiento completo. El encargado de ello fue el cardiólogo Howard Bruenn, quien le diagnosticó hipertensión, enfermedad cardiaca hipertensiva, insuficiencia cardiaca y bronquitis aguda. Desde ese momento, este especialista se convirtió en su médico personal hasta su muerte.

Muerte de Roosevelt por hemorragia cerebral


Tras ser elegido presidente por cuarta vez consecutiva, el 20 de enero de 1945 la salud del mandatario volvió a resentirse y, a finales de ese mes, su aspecto comenzó a empeorar. Necesitaba descansar y abandonó Washington rumbo a Warm Springs con el objetivo de rehabilitarse. Pero, tras una breve mejoría, el 12 de abril, y de forma repentina, comenzó a sentir un fuerte dolor en la parte occipital de la cabeza y perdió el conocimiento. Cuando Bruenn le encontró, todavía inconsciente, detectó que presentaba frecuentes contracciones tetánicas generalizadas de carácter leve. Al final, Rossevelt murió dos horas más tarde por una hemorragia cerebral.

Para la realización de este análisis del 32º presidente, el también miembro del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Neurodegenerativas (Ciberned) ha utilizado como material de estudio las distintas informaciones publicadas en las biografías del presidente, documentales, fuentes de información de libre acceso, bases de datos de artículos, documentales y manuales de estudios de “revisiones relevantes”, entre otras.

Como una conclusión breve de todo su trabajo, Berciano afirma que Franklin Delano Roosevelt  gobernó en unas circunstancias “muy difíciles” porque tuvo que lidiar con las “desgracias” de su propia enfermedad. “Es un ejemplo emblemático de cómo superar las adversidades de una patología, especialmente en vista de sus complicadísimas circunstancias”, ha concluido.
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