Mark Solms, neurocientífico y autor del libro 'El manantial oculto'.
Uno de los grandes rompecabezas que la
humanidad lleva tiempo intentando resolver desde tiempos inmemoriales es la mente humana. Recientemente se ha puesto sobre la mesa un
nuevo enfoque para entender qué aspectos llegan a regir la humanidad, debatiéndose entre
las emociones o la razón. Uno de los principales ideólogos de esta teoría es
Mark Solms, neurocientífico surafricano que defiende dos conclusiones que rompen con el esquema defendido por muchos especialistas a lo largo del último siglo: “Los
sentimientos más profundos no son producto del córtex, sino del tronco encefálico, además de que la conciencia no es una función perceptiva, sino afectiva. Se trata de la
forma más básica de lo que una persona llega a sentir”. Por otra parte, Solms defiende iniciar un
debate ético sobre la conciencia artificial, cómo debería tratarse y qué daño podría causar potencialmente un robot consciente a los humanos.
Al ser preguntado sobre cuál es el origen y el significado de la conciencia humana, Solms detalla en
Redacción Médica que “este elemento tiene sus raíces en algo mucho más básico. No solamente el ser humano tiene conciencia, sino que también la poseen
muchos animales y me atrevería a decir que todos los vertebrados son conscientes”. Para el especialista, la conciencia se remonta “al menos hace 550 millones de años, cuando el
cerebro de los vertebrados evolucionó”, aunque el experto no pone el foco en la “conciencia cognitiva para comunicarnos, sino en
sentimientos mucho más básicos”. El origen de todo es para Solms sensaciones como “sentir hambre, dolor o sueño. Fundamentalmente la
conciencia se basa en los sentimientos”. El significado más elemental de la conciencia es “hasta qué punto se está bien o mal en relación a lo que biológicamente importa para nuestra existencia”.
Llegar a crear una conciencia artificial mediante la Inteligencia Artificial (
IA) es para Solms una posibilidad más que realista, debido a que
“la consciencia forma parte de la naturaleza, no es algo fantasmal. No es un elemento que existe en otra dimensión más allá del universo, por lo que es un fenómeno natural”. Si se consigue entender la estructura de cualquier fenómeno natural, el especialista está convencido de que “el ser humano será capaz de ingeniar una versión artificial de ello".
"La conciencia forma parte de la naturaleza, por lo que el ser humano será capaz de ingeniar una versión artificial de ello"
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Mientras la conciencia esté hecha del mismo material que el resto del orden natural de las cosas, "
no hay razones para pensar que es imposible diseñarlo”. Llegados a este punto, el neurocientífico está convencido de que “la primera conciencia artificial que se diseñará simplemente estará analizando su propio estado y
qué bien o mal se siente en su propio cuerpo. Este paso ya es inminente”.
El origen de la conciencia radica en el tronco encefálico
Solms analiza todos estos procesos en su último libro titulado '
El manantial oculto', en el que una de sus principales conclusiones es que la conciencia
no permanece ligada al córtex cerebral: “En el último siglo la mayoría de neurocientíficos creían que el
núcleo de la conciencia radicaba en el córtex y creo que es un error. Este espacio permite llevar a cabo todas nuestras funciones de forma inconsciente. En otras palabras, las funciones del córtex no tienen porqué realizarse de forma consciente”. Otro de los argumentos que el neurocientífico pone sobre la mesa es que el córtex “solamente realiza
procesos conscientes en la medida que es activado por el tronco del encéfalo, la verdadera fuente de la conciencia”.
La segunda gran conclusión extraída por el especialista es que la forma básica de la conciencia “no es la percepción, no es la vista o el oído, sino que es la
generada en el tronco encefálico, que genera sentimientos profundos. Sentir sueño, sed o sensación de alarma son ejemplos de las
formas más básicas de la conciencia”.
Si la conciencia no es
únicamente propiedad de la especie humana, Solms remarca que es necesario iniciar un debate ético al respecto: “Si los animales tienen sentimientos y hay evidencia científica de que es así, es necesario saber cuáles de ellos cumplen esta norma para aprender a
comportarnos de forma adecuada con ellos”.
La convivencia entre el humano y la conciencia artificial
Este razonamiento es inmediatamente ligado por Solms acerca de
cómo el humano debe comportarse ante una conciencia artificial: “Si se crea una máquina consciente con sus emociones, nuestro comportamiento debe ser el mismo que el que se tiene con los animales. Una máquina con emociones sufre, por lo que ¿es ético causar deliberadamente daño,
apagarla y matarla? ¿Es ético explotarla únicamente con fines industriales?”.
¿És ético explotar una conciencia artificial con fines industriales o causarle deliberadamente daño hasta matarla?
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Otra de las cuestiones éticas que el especialista pone sobre la mesa es
qué daño podría causar potencialmente un robot consciente a los humanos: “Si existen máquinas que se motivan a sí mismas, con unos valores similares a los humanos, como es el instinto de supervivencia, se debe considerar la posibilidad de que tales máquinas compitan con nosotros y puedan entrar incluso en conflicto. La conciencia es un enigma ético muy grande y debe abordarse con gran atención”.
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