Carlos González con sus compañeras del centro de salud de Moreda: Amaya Leoz (médica) y M. Blanca Pintor (enfermera)
Carlos González, de la parroquia de
Argame, en Asturias, estudió en la
Universidad de Oviedo, a ocho kilómetros de casa: “Siempre me había gustado la Medicina y sí que me llamaba la atención Familia, pero no la conocía muy bien. En cuanto empecé a rotar por el hospital a lo largo de la formación de la universidad, vi claro que lo del hospital no era lo mío, me gustaba más la cercanía, poder valorar al paciente en su contexto”, explica el doctor, que en 2013 se presentó al
examen MIR y aprobó a la primera. “Los días previos al examen son complejos, con nervios y ganas de hacerlo bien, de quitárselo de encima”, recuerda Carlos, que tiene un mensaje para los que están preocupados por ese día: “Tanta dedicación que están echando dará sus frutos”.
Cuando Carlos tuvo que elegir el destino de su residencia no dudó mucho: “Primaba en Asturias, no me quería mover, prefería algún hospital comarcal en el que hubiera pocos residentes de otras especialidades y que ofreciera una formación de calidad”, explica el R4. Tenía dos opciones: Un área muy cercana a su residencia donde estaban muchos compañeros de carrera, o el área siete de Asturias, que corresponde a Mieres, por la que se decantó finalmente: “A mí me corresponden el
centro de salud de Moreda y el
Hospital Álvarez Buylla de Mieres. En la
rotación de Familia, los dos primeros años son en el hospital y los otros dos en el centro de salud”, explica el residente.
“Me llamó la atención el centro de salud de Moreda por sus 9.000 habitantes”, relata el médico, a quien le encanta esa cercanía de los pueblos. En el hospital Álvarez Buylla, en el que ahora realiza guardias una vez al mes, se retirará el programa MIR para los residentes de
Medicina de Familia y Comunitaria pero se mantendrá en
Psiquiatría: “Es un servicio de referencia. Cuando entré yo, había cuatro residentes por año”, lamenta Carlos.
Duras guardias
Para Carlos, las guardias cada vez resultan más difíciles: “Al principio lo llevaba bien porque tenía a otros compañeros residentes conmigo. Había R2, R3, R4… A la mínima duda les tenía a ellos”, recuerda el médico, que a medida que pasaban los años se fue quedando solo: “Las guardias son más duras en los hospitales grandes y la manera de hablar con otros residentes es más laxa. Si tengo que llamar al cirujano es otra forma. Se hace más cuesta arriba a medida que avanza la residencia”, destaca el especialista, que se sintió muy arropado en los primeros días de incertidumbre al llegar al hospital: “Parece que todo lo que estudiaste en los libros cambia. Los pacientes no son como los libros, además de los síntomas que estudias tienen sus impresiones propias. Es duro
enfrentarte a una guardia por primera vez. Los compañeros MIR y los adjuntos me apoyaron mucho, hubo buen ambiente”, recuerda.
Pese a la buena relación con los compañeros, la carga en su hospital es abundante: “El hospital de Mieres ha mejorado una cantidad de servicios y ha aumentado la
demanda asistencial. Son días de estar trabajando sin parar. A un volumen menor que Gijón u Oviedo pero con bastante demanda”, explica el médico, quien tiene una fórmula propia para no desfallecer durante la noche. “Prefiero no dormir y hacerlo del tirón, que parar y dormir media hora. Me supone un absoluto desastre”, confiesa Carlos, que recuerda alguna noche complicada con pacientes en estado de embriaguez.
Centro de salud
Carlos con sus compañeros del Hospital Álvarez Buylla de Mieres.
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Las guardias en el hospital, advierte Carlos, son totalmente distintas a las que cubre en Moreda. “El centro de salud donde estoy requiere que vayas a dos o tres domicilios al día y se conoce al paciente. Tan difícil es una parada en el hospital como en el domicilio, con toda la familia ahí mirando. Si tuvieras más medios quizás te sentirías más seguro”, expone el médico, que alguna vez se ha tenido que enfrentar a algún paciente con
mal comportamiento: “Sí que me he encontrado con gente que eleva un poco el tono. Tratas de reconducir la situación con empatía o cortando por lo sano. Le dices: ‘Ni tú me vas a convencer, ni yo a ti. Lo mejor será que salgas de la consulta’”, relata en un tono tranquilo Carlos, a quien le encanta salir a montar en bici y esquiar.
Pese a trabajar en un lugar de ensueño, Carlos es consciente de que hay actitudes en las que todavía se tiene que avanzar: “Aquí hay una población envejecida que sigue siendo un poco
machista. Los hombres somos ‘el doctor’ y las mujeres
‘la chavalina’ o ‘la mozina’”, denuncia el médico, que describe situaciones corrientes: “A veces estoy con una adjunta y me dirigen la mirada a mí, no se dan cuenta de que quien les ha atendido ella”, ilustra.
Futuro incierto
A Carlos le quedan solo tres meses de residencia y todavía no tiene claro qué será de él a corto plazo: “Yo, como Simeone, partido a partido. El 20 de mayo se termina mi residencia y en abril tengo que entregar el trabajo final sobre el desgaste profesional de los médicos de
Atención Primaria”, explica el joven, quien disfruta quedando con sus amigos para ver un partido del Oviedo. “Tengo mucho amor por Asturias y me gustaría quedarme por aquí”, se sincera.
"Un error médico es bastante duro. Yo he dicho muchas veces ‘lo siento'"
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Aunque a él le encanta trabajar en una zona rural, no comparte el proyecto de Sanidad y las comunidades de
obligar a los residentes a trabajar un año en estas áreas tras acabar el MIR: “Lo que no se puede pretender es culpar a los futuros residentes de los errores en la gestión sanitaria durante años. No se puede hacer algo así sin preguntar al resto. Hay que buscar alternativas sin cargarlo a las espaldas del residente. Hay que hablar con los profesionales porque al que no le guste una cosa puede hacer otra”, argumenta el joven, que en este tiempo ha cursado un
máster y asistido a numerosos cursos.
Para él, es fundamental desconectar de las cosas que le pasan durante la
jornada laboral. “Hay que intentar evadirse porque es imposible no llevarse el trabajo a casa, aunque lo intento. Yo les digo a los pacientes que creo que tienen tal cosa porque en
Medicina, dos más dos no siempre es cuatro y lo que parece una gripe resulta ser una meningitis”, ilustra el doctor, consciente de la responsabilidad que lleva asociada una carrera como la suya.
“Hay veces que te equivocas y aquí el fallo es más importante que en otras profesiones. Un
error médico es bastante duro. Yo he dicho muchas veces ‘lo siento’, me he equivocado y los pacientes lo han compartido conmigo”, relata Carlos, que cree firmemente en la necesidad de
humanizar la Sanidad: “No hay que tener miedo a compartirlo con el paciente. Cuesta pero hay que tener ética, empatía y diálogo y esa actitud paternalista tiene que desaparecer. Hay que ponerse a nivel del paciente, que viene porque tiene miedo y el sistema se lo permite. Luego tú ya verás qué le pasa”.
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