Cristina Narváez interviene a un paciente en quirófano.
“La primera vez que tienes que operar un apéndice, que es la
cirugía más importante que haces en el primer año de residencia, estás muy nerviosa. Hacerlo bien depende de cómo te tranquilicen y te den seguridad quienes te acompañan en el quirófano”. La primera vez de
Cristina Narváez, residente de segundo año de
Cirugía General y del Aparato Digestivo del
Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid, fue con compañeros que “se portaron muy bien” con ella: “No me estresaron lo más mínimo y me dirigieron correctamente. Todo salió bien. Eso te da
confianza y seguridad para las siguientes operaciones”.
Esta primera experiencia de Cristina sobrepasó sus expectativas: “La sensación de subidón que tienes al salir te quita todo el
cansancio, si ha sido una mala
guardia te da igual… Te vas feliz porque lo has hecho tú”. Ahora que es
R2, ella aplica con los
residentes de primer año el
protocolo que siguieron quienes la acompañaron en sus primeras intervenciones: repasar la técnica quirúrgica antes de entrar al
quirófano y corregirles si se les olvida algún detalle. “Tener un plan estructurado de lo que vas a hacer siempre te ayuda a estar más tranquila”, afirma.
LA RESPONSABILIDAD SE ASUME DESDE EL PRINCIPIO
En el Servicio de Cirugía General del 12 de Octubre hay
seis residentes por año y, en cada guardia, hay un MIR de cada curso. “Cuando empiezas, estás todo el tiempo con el residente de segundo año, que, a su vez, está supervisado por el de tercero... Así hasta el R5, que está tutorizado por los
médicos adjuntos”, detalla Cristina.
Reconoce que para ella fue impactante enfrentarse a las
guardias de Cirugía: “Siempre estás supervisada, pero asumes
mucha responsabilidad desde el principio y tienes que aprender a sobrellevarlo. Los
pacientes son tuyos desde que llegan a Urgencias y tú les diagnosticas, les llevas a quirófano, les operas, les haces el seguimiento y les das el alta”.
TENDENCIA A TENER EL EGO POR LAS NUBES
Por los pasillos de los hospitales se comenta que los cirujanos suelen ser un pelín ególatras. Cristina Narváez se defiende de la acusación explicando que tienen que ser “gente muy segura de sí misma”. Al fin y el cabo, la evolución del paciente depende en gran medida de su trabajo: “Puede haber una cierta tendencia a que se te suba el ego, pero, al final, no eres más que otro ser humano preparado y con habilidades que has ido adquiriendo porque te dedicas a hacer eso todos los días. Pero no es la especialidad lo que influye en cómo eres como persona, sino cómo reacciona cada individuo”. Cristina reconoce una cierta competitividad entre compañeros: “Hay veces que se escuchan comentarios de que uno lo hace mejor que otro. En el día a día hay médicos con los que conectas más y otros con los que tienes un trato meramente laboral, pero, en general, todos saben ser compañeros”.
En
quirófano, los residentes más pequeños siempre hacen las intervenciones con un MIR de quinto año y un adjunto: “Primero aprendes todos los detalles y después están pendientes de
cómo te desenvuelves: cómo coges el instrumental, cómo haces el procedimiento, cómo das el punto…”, explica Cristina.
“Al principio solo haces operaciones muy sencillas que te ayudan a coger
destreza quirúrgica, como extraer lipomas o quistes sebáceos y
suturar. Son intervenciones que no entrañan riesgo para el paciente, pero que te permiten coger
habilidad. Los tutores te dejan avanzar en función de tu evolución y cada vez haces procedimientos más importantes”, indica la residente.
INQUIETUD Y VARIEDAD
Cristina decidió hacer una especialidad quirúrgica porque es muy
inquieta: “No me gustaba la idea de estar parada detrás de un escritorio pasando
consulta. En Cirugía también hay consultas, pero llevan poco tiempo y estamos todo el día en movimiento, viendo a pacientes en planta, en quirófano… Me encanta esta actividad y hacer cosas con las manos”.
Cristina Narváez es R2 de Cirugía General en el 12 de Octubre.
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Se decantó por el
12 de Octubre porque quería hacer la especialidad en Madrid,
como su hermana, y en un hospital grande que le ofreciera la posibilidad de enfrentarse a
patologías muy variadas y que, por lo tanto, tuviera mucha diversidad en el quirófano: “Mis expectativas se han cumplido porque veo de todo. Alberga
todas las unidades quirúrgicas que se pueden tener: tiroides, colon, hígado… De hecho, nada más empezar roté por la sección de
hepatobiliar, una de las áreas más desconocidas para mí, y a veces sentía que la situación se me iba de las manos porque no entendía muy bien lo que les pasaba a los pacientes”.
“Otra de las fortalezas de este centro sanitario es que tiene
trasplante hepático y también de
páncreas e intestinal, que no son tan frecuentes. Es genial poder participar en este tipo de cirugías”, destaca Cristina. “El hospital ofrece todo lo necesario durante el MIR, pero cómo
aprovechar las oportunidades ya depende de cada residente”, comenta.
MÁS PRESIÓN QUE OTROS RESIDENTES
Cristina cree que la
presión de los residentes de Cirugía es mayor que la de otros
MIR: “Tenemos
más carga asistencial porque, a toda la carga que también tienen los demás, a nosotros se nos suma el quirófano”.
Además, considera que hay
margen de mejora. En concreto, señala que “ahora se están comenzando a consolidar las
unidades quirúrgicas que se crearon hace unos años y este proceso hace que se vivan muchos cambios a la vez. Todo se tiene que adaptar y afianzar, está continuamente mejorando”.
Respecto al futuro, asegura que no le inquieta: “Agobiarme ahora mismo con qué pasará mañana me impide disfrutar el presente. Mi filosofía es
vivir al día, sin preocuparme porque Dios tiene el control de mi futuro”. Eso sí, le reconforta saber que
todos los residentes que acabaron el año pasado están
trabajando, “unos más contentos que otros, pero trabajando”. En su opinión, “hay que tener claro que, en cuanto te gradúas, vuelves a empezar. Ya eres adjunto, pero comienzas de nuevo y no vas a tener una responsabilidad enorme ni vas a trabajar en el sitio soñado, pero empleo vas a tener”.
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