Juanmi y Ale posan antes de iniciar el servicio en el parque de El Retiro.
"¿Dónde está el Palacio de Cristal?" Juan Miguel Núñez, Juanmi, responde con una sonrisa, mira a su compañero y reconoce: "Gran parte de nuestra labor cuando estamos en
El Retiro es dar indicaciones, igual que la Policía". Alejandro Valenciano, Ale, deja siempre que sea Juanmi el de las coordenadas, ya no es muy bueno como guía. El chaleco amarillo sobre polo naranja les delata. Al menos ya no llevan mallas, dicen que con ellas se sienten ridículos. Las han cambiado por unos pantalones demasiado largos y demasiado negros para los 32 grados que agobian al madrileño parque a principios de junio. Juanmi y Ale llevan 11 años patrullando a pedales por las calles de
Madrid. Son miembros de la
Unidad Lince del Samur Protección Civil, un equipo especial de voluntarios que dan respuesta a emergencias desde hace 19 años.
Su otra labor, la importante, nada tiene que ver con indicar el camino a los turistas. Consiste en atender cualquier tipo de urgencia, ya sea como
unidad única o dando un primer soporte mientras ganan tiempo hasta que llega un dispositivo que pueda trasladar al paciente al hospital. Sus zonas de actuación son principalmente la
Casa de Campo, el Retiro y Madrid Río, aunque también sirven de apoyo en eventos programados como pueden ser las carreras populares.
Ale y Juanmi cargan las bicis en la ambulacia para desplazarse desde la base del Samur a El Retiro.
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El terreno y la temperatura no solo influyen en la ropa que llevan, sino que determinan el tipo de emergencias que atienden, como explica Juanmi: "Nos movemos mucho al son del sitio y la época del año. Los fines de semana nos encontramos a
deportistas que se caen y se hacen heridas. En verano, patologías relacionadas con el calor; en invierno, alguna hipotermia". Además de este tipo de urgencias más comunes en sus 11 años como voluntarios se han encontrados con
paradas cardíacas, apuñalamientos y atropellos.
Ambos coinciden en que la época más complicada del año es la Navidad. El "servicio estrella", como lo llaman, se desarrolla en las calles cercanas a la
Puerta del Sol, donde la afluencia de público es masiva. El problema con tanta gente es la velocidad a la que se tienen que desplazar. "Imagínate controlar una bici con
más de 20 kilos en las alforjas a una velocidad mínima", dice Ale. A veces tienen que echar el pie al suelo y frenar para no molestar a los viandantes. "Son las menos, porque somos muy hábiles", ríe Juanmi.
Además de poder acceder a lugares muy transitados con más facilidad, las bicicletas pueden servir de
escoltas para una ambulancia, como explica Ale: "En una muchedumbre es más fácil y amable abrirse paso con una bici que con un gran vehículo".
En forma
Para formar parte de la
Unidad Lince hacen falta dos requisitos: tener formación de técnicos en Emergencias y hacer un curso
sobre mecánica de bicicleta, seguridad vial y circulación en grandes grupos y en parejas, pues nunca salen solos a un servicio. En este curso también les enseñan a usar la bicicleta como autoprotección en caso de que necesiten defenderse de alguien o a
usarlas como vallas para asegurar un escenario.
Soporte vital básico en miniatura
Cada bicicleta de la Unidad Lince está equipada para llevar dos alforjas para llevar material del soporte vital básico. Ale lo compara al equipo que lleva una ambulancia "a pequeña escala". Cada pareja del equipo lleva lo siguiente:
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Desfibrilador Externo Semi Automático
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Bala de oxígeno
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Equipo de reanimación cardíaca
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Mascarillas de alto flujo y alta concentración
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Collarines pediátricos y adultos
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Material fungible: vendas, gasas, betadine
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Bolsas de hielo químico
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Mantas térmicas
En la vida real, Ale es actor y Juanmi, enfermero de Emergencias. Compaginan sus profesiones con el voluntariado ya que cada año tienen que
cumplir un número de horas anuales mínimas, pero tienen flexibilidad. "Si me voy de gira tres meses, no puedo estar viniendo", dice Ale. No obstante, sí que mantienen el compromiso para estar al día, actualizados y entrenados.
"Hay que estar en forma", dice Juanmi, que admite que "no es fácil subir una cuestecita cargando 20 kilos". También tienen sus
estrategias para no cansarse inútilmente: "Si cubrimos la Casa de Campo, nos quedamos en la parte de arriba por si tenemos que ir a un servicio llegar antes". Aparece otro turista, Ale finge estar ocupado con su bici para que sea Juanmi quien le indique cómo llegar al estanque. Antes de seguir con su ruta, se dan la vuelta y gritan su lema que, aunque consideran ñoño, repiten con orgullo: "¡Un pedal, una vida!"
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