Rafael Yuste.
“No se trata de conocer la anatomía del cerebro, sino de saber cómo funciona”. La frase encierra la clave para comprender la causa y el curso de las enfermedades mentales y neurológicas, cuando no de explicar algo tan insondable como es la consciencia, es decir, por qué el ser humano se percibe a sí mismo y opera con aparente libre albedrío. Un interrogante alejadísimo del alcance actual de la ciencia y que podría no tomarse demasiado en serio si no fuera porque quien la pronuncia es conocido como uno de los científicos más influyentes del mundo en el campo de las neurociencias: el español Rafael Yuste, director del Centro de Neurotecnología de Nueva York y líder del Proyecto ‘Brain’.
Este científico madrileño se doctoró con una tesis sobre los métodos de laboratorio para medir lo que sucede cuando se ‘encienden’ las neuronas para, bastantes años después, idear un plan a escala mundial enfocado precisamente en ese cometido, el de cómo detectar la formación de circuitos que dan vida al cerebro humano. “Propuse mi idea a la Casa Blanca con un pequeño equipo de colaboradores en 2011”. La acogida a su proyecto fue tan buena como para que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lo mencionase en su Discurso sobre el Estado de la Unión poniéndolo a la altura de la carrera espacial. A este aliciente hay que sumar la asignación de una cantidad millonaria –6.000 millones de dólares– para su desarrollo en las dos próximas décadas.
Rafael Yuste es, por tanto, un 'galáctico' de la ciencia. Ello no le impide, sin embargo, hablar con la humidad de quien solo cumple con su obligación profesional. Aprovechando una reciente visita a Madrid para impartir una conferencia en la Universidad Autónomá de Madrid, LA REVISTA de Redacción Médica se sienta con este madrileño, perfecto símbolo de la llamada 'marca España', que está decidido a romper con unos límites que parecían insuperables.
Exuperio Díez Tejedor, jefe del Servicio de Neurología del Hospital La Paz de Madrid; Rafael Yuste y el Eduardo López-Collazo, director científico del Idipaz.
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Durante el encuentro, confiesa la razón por la que, a su juicio, los estadounidenses han integrado el Proyecto ‘Brain’ como asunto de Estado. “Se dieron cuenta de que, por cada dólar que se invirtió en el Proyecto Genoma Humano, revirtieron 123 de beneficio directo al país solo quince años después”, explica. Según cuenta, el suyo fue concebido como un trabajo de campo equivalente que podía dar los mismos o más réditos con el tiempo.
“Nuestro objetivo consiste en delimitar la actividad de los circuitos del cerebro, que hemos descubierto que se rige por patrones de grupos de neuronas que, en inglés, llamamos
ensembles y que respaldan la hipótesis de que el cerebro es un sistema emergente”, precisa.
“Nuestros estudios apuntan a la evidencia de que los disparos eléctricos de las neuronas se hacen en grupos identificables, y, en consecuencia, no se puede estudiar el cerebro a partir de células individuales”, sino de su acción conjunta, “igual que sucede, por ejemplo, en el ferromagnetismo (la actividad magnética no parte de un solo átomo, sino de la interacción entre ellos).
¿Se aproxima entonces Yuste, con esta revelación, al problema de la consciencia? Por lo pronto no se cuela en ese jardín insondable para los científicos, pero sí apunta en esa dirección cuando reconoce las enormes “implicaciones sociales y culturales” que tendrá el Proyecto Brain de salir adelante. Del mismo modo que se ha secuenciado el genoma completo del ser humano desde que los científicos anunciaron el proyecto en 2000, ahora Yuste hace una prospección del trabajo que lidera a solo cinco y diez años vista.
LA CIENCIA AVANZA A BASE DE ROMPER DOGMAS
La teoría que plantea Rafael Yuste sobre los circuitos de células rompe con el dogma científico de Santiago Ramón y Cajal, ya que abandona la idea de que la neurona individual se erige como el centro del funcionamiento del cerebro y propone una forma de verlo completamente diferente, algo así como una especie de superficie de la que emerge la actividad nerviosa cuando distintos grupos de neuronas se ‘ponen de acuerdo’. El propio Cajal describió las uniones entre las neuronas como una “selva” en la que se pierde todo investigador, el mismo entramado que ahora pretende desenredar Yuste con el que quizá se revele como el proyecto científico más ambicioso del siglo XXI.
Por lo pronto, un lustro bastaría para hacer las primeras mediciones de cómo funcionan los circuitos cerebrales a partir de 50.000 neuronas. Y, en una década, ese número llegaría al millón, lo que equivale a la totalidad del hemisferio cerebral de uno de los mamíferos más pequeños que existe, la musaraña etrusca, que se convertiría en el primer ser vivo con parte de la fisiología de su cerebro perfectamente conocida.
“Las técnicas que usamos miden el potencial de acción de la membrana de cada neurona; en un segundo paso, manipulan su actividad y, por último, aplicamos técnicas computacionales para saber cómo funcionan los circuitos”, sentencia.
Acto seguido, enseña una secuencia de vídeo en la que una mujer aquejada de tetraplejía logra mover un brazo robótico con el pensamiento. “Si ahora somos capaces de conectar unas pocas neuronas motoras al ordenador y lograr que esta mujer coja un vaso de agua y lo beba por sí misma por primera vez en su vida”, podemos aventurar lo que se conseguiría si supiésemos cómo funciona la totalidad de las neuronas que alberga el cerebro –razona con tono seductor–. Y hay apoyos de las comunidad científica, los laboratorios y el gobierno estadounidense como para que el Proyecto ‘Brain’ se acerque a su propósito “en unos diez o veinte años”.
Rafael Yuste imparte la conferencia en la UAM.
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Tras su corta visita al Idipaz, Yuste imparte, por fin, su conferencia. Al tratarse de la facultad en que él se vio como estudiante, se dirige con especial cariño al auditorio, repleto de futuros médicos deseosos de emularle. “No os acomplejéis cuando vayáis fuera de España porque lo que aquí se os enseña se reconoce en todos los países del mundo”, les asegura. Pero también les recuerda el grado de exigencia por el que tiene fama esta Universidad y les emplaza a que lo sigan cultivando. Y es que, a su parecer, la próxima generación será la primera beneficiaria del Proyecto 'Brain'.
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