Kepa Urigoitia, secretario general del Sindicato Médico de Euskadi y presidente del Colegio de Médicos de Álava.
Cuando uno ve por primera vez
Kepa Urigoitia experimenta algo así como un viaje en el tiempo. Una travesía que te traslada a otra época, en la que sólo sobra el mobiliario moderno para sentir la nostalgia de antaño. Un look en el que no pasa desapercibido su bigote de agujas, ahora recortado, y por el que en algunos círculos se le conoce como el nuevo Jaime de Mora y Aragón, aquel noble que triunfó como promotor inmobiliario en Marbella, casualidad, ciudad donde Urigotia pasa las vacaciones con su familia. El secretario general de Sindicato Médico de Euskadi y también presidente del Colegio de Médicos de Álava llega desde Vitoria a nuestra redacción de
LA REVISTA de Redacción Médica en Madrid para enfrentarse a su entrevista más íntima:
Cuando les dijo a sus padres que quería ser médico, ¿se llevaron una alegría o una desilusión?
Más bien un disgusto. La ilusión de mi padre es que yo fuera arquitecto, una utopía que se vio reforzada cuando el psicólogo del colegio, a través de un test, les dijo a mis padres que tenía habilidades para dedicarme a la arquitectura. Años después, se llevó un desengaño cuando le dije: “papá, quiero ser médico”. Aun así, tengo que agradecerles que respetaran mi decisión.
Es usted médico de Familia, psiquiatra y también sexólogo. ¿Cómo se salta de especialidad?
Cuando hice la carrera pensaba que me dedicaría a la Psiquiatría porque me sentía atraído por el psicoanálisis y todo lo que le rodeaba. Entré en la Sexología de la mano de Efigenio Amezua -director de del Instituto de Sexología Incisex- y quise profundizar en ello, por ello hice tres años de especialidad en la Universidad de Marsella (Francia).
Kepa Urigoitia, en un momento de la entrevista
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Su mujer también es sexóloga. Cuénteme, ¿cómo se conocieron?
El catedrático de Psiquiatría del Colegio Universitario de Álava me pedió que diera clases. Allí me encontré a una señora que ya tenía identificada por la prensa que también daba clases allí. Y hasta hoy. Somos esa 'rara avis' que después de 30 y tantos años todavía sigue junta, creo que somos una especie en extinción, el matrimonio longevo es algo que ya no se lleva.
Llegó a trabajar como psiquiatra en Salvatierra, un pequeño pueblo alavés, y en Lesaca, en Navarra. ¿Le llamaba la sanidad rural?
Cuando terminé la especialidad de Psiquiatría quise primero tener una experiencia en Atención Primaria, a pie de cama, de la rural. Trabajé un tiempo en Lesaca y luego me enteré de que había una plaza disponible en Salvatierra. Pero pasó el tiempo, me fui a París, donde seguí formándome y me olvidé del asunto. Sanidad me localizó a través de mis padres y me dijeron… “¡Te hemos dado la plaza de Salvatierra!", a lo que yo respondí: "¡Pero si yo no he pedido nada!". Y tuve que ir porque me dijeron que hacía falta un médico en el pueblo.
Me han chivado que en Lesaca tuvo una mala experiencia …
SÍ, me amenazaron. En Lesaca, donde yo cubría las dos plazas de médico que había, había entonces 247 caseríos, todos con sus escaleras que tenías que subir con el maletín. Trabajando allí, el Ayuntamiento me comunicó que habían llegado unas amenazas contra mí, de tal manera que yo y mi coche corríamos peligro. Cuando metes en un mismo saco amenazas y la época en que ocurrió, es lógico que pienses en ETA. Pues no, fue la extrema derecha. Al final no pasó nada, prueba de ello es que estoy sentado aquí haciendo esta entrevista. Las amenazas no tuvieron la culpa de que no me dieran finalmente la plaza en Lesaca, pues estaba como interino, y que optaran por un navarro de pura cepa. Recuerdo que incluso hubo en el pueblo una manifestación para protestar porque no me habían dado la plaza. Acabó viniendo la Guardia Civil a disolverla e incluso salió en los periódicos.
Me consta que no es la primera amenaza que recibe… Apenas hay algo publicado, ¿qué le pasó con el entonces consejero Rafael Bengoa?
Fue durante una rueda de prensa. Allí estábamos los tres sindicatos para denunciar cómo los recortes estaban afectando a la calidad asistencial. A la mañana siguiente, un amigo me llama y me dice “¡Pon la tele, que está el consejero!”. La encendí y vi a Rafael Bengoa poniéndome a caldo perejil. Decía que me iba a denunciar por lo civil, por lo penal, por lo militar, que me iban a colgar por los pulgares, y todo porque yo había dicho que en Euskadi se estaban colocando las prótesis más baratas aunque fueran las peores para ahorrar. Un periodista de El Correo lo había publicado pero es algo que no salió de la boca de ningún portavoz del sindicato. Entonces, Bengoa le encargó al viceconsejero, el señor Fernandez -que hoy me saluda cariñosísimo- que me denunciara ante la Comisión de Odontología del Consejo General de Médicos. Cuando se emitió el dictamen no lo hice público para no hacer más saña, pero sí que trasladé la respuesta al departamento de Salud. Archivaron la denuncia y le dieron un tirón de orejas al viceconsejero diciéndole que, ¡ojo!, que tuviera cuidado con libertad de expresión, y más si viene de un sindicalista.
Kepa Urigoitia en un desayuno informativo de Europa Press junto al consejero de Salud, Jon Darpón y los otros dos presidentes de los Colegios de Médicos vascos, Cosme Naveda (Vizcaya) y Manuel Bengoechea (Guipúzcoa).
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¿Desde cuándo luce usted ese bigote que le ha hecho tan identificable en todo el colectivo?
¡Desde hace muchos años! Pero aunque no lo parezca mi ‘look’ ha cambiado mucho con el paso del tiempo. Cuando terminé la carrera incluso lucía una melena muy larga. Soy de la opinión de lucir un aspecto diferente en cada etapa de la vida. Tengo guardado en casa con mucho cariño una escultura que me hizo un paciente, me puso pantalón vaquero, melena y un maletín. Tengo buen pelo, como me dijo el peluquero: “o canas o calvicie”, y me han tocado las canas.
Nació usted en San Sebastián, pero vive en Vitoria. ¿Prefiere el xirimiri donostiarra o, parafraseando a Arguiñano, el frío de Siberia-Gasteiz?
En Vitoria estoy muy a gusto. La ciudad me ha acogido, es innegable que Donosti tiene su encanto. Lo que sí echo de menos es el mar y eso que ¡no sé nadar! De hecho, estuve a punto de ahogarme en La Concha, cuando un amigo de mi padre intentó enseñarme. Esa experiencia salió fatal porque me llevaron en un bote, me ataron una cuerda a la cintura y me tiraron al mar. Fue una sensación horrible, todos los vieron la escena acudieron a socorrerme. Mi profesor me dijo: “Mañana, a la misma ahora”. Y yo, como hacen los niños obedientes de 10 años, me presenté puntual a la cita. Esa vez se le ocurrió meterme en el puerto viejo con una lata de aceite Carbonell atada con cuerda de esparto a la espalda. Me planté y le dije a mi padre: “lo siento, pero voy a seguir sin saber nadar porque a mí este no me enseña”.
¿Se le puede ver en las fiestas de la Virgen Blanca o es más reservado?
Claro, me pueden encontrar cenando o comiendo, dando una vuelta o en los toros. Pero no soy amigo de los barullos, porque además no bebo y ya se sabe que si no te tomas unas copas no te introduces en la fiesta, te vas distanciando… Lo que hace gracia al que lleva cuatro copas, no le saca la sonrisa al que no lleva ninguna.
NO SIN MI IPAD
A pesar de su look nostálgico, Kepa Urigotia, es todo un ‘adicto’ a las nuevas tecnologías. No se separa de su Ipad y en él mete toda la información que necesita para sus dos trabajos, el de secretario del sindicato y el de presidente del Colegio de Álava. “Ahora no puedo pasar sin él, estaría perdido”, confiesa. Y mientras detalla un anécdota (más bien pesadilla) sobre un olvido de su tableta en una administración de lotería, cae en la cuenta y su cara cambia totalmente: lleva varios días sin hacer una copia de seguridad de sus archivos más preciados.
Pero al Festival de Jazz sí que irá, teniendo en cuenta sus gustos musicales…
Pues mira, aunque me encanta el jazz, no suelo frecuentar el festival. No soy de ir, prefiero sentarme tranquilamente a escucharlo. Aunque soy hombre, puedo hacer dos cosas a la vez, así que le doy al play mientras trabajo.
Kepa Urigoitia, con su amigo Diego Murillo, que le hizo entrega del premio al Colegio más relevante en los galardones TOP 10 de 2012, organizados por Sanitaria 2000.
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¿Es usted futbolero? ¿Real Sociedad, Alavés o Athletic?
La verdad es que soy muy rarito en este aspecto, pero no en el fútbol sino en el deporte en general. No es que me moleste ver un partido en casa, pero tampoco es que quiera ir expresamente a verlo. Si tengo que ser de algún equipo, me quedo con el Alavés, pero debo decir que soy socio del Pontevedra. Soy amigo de Diego Murillo, el presidente de AMA, y su hija es la presidenta de este club. Aún no he ido al campo, pero lo haré pronto, cuando el Pontevedra suba a primera división. En casa sí hay futboleros de verdad. Mi mujer es el Athletic porque es de Bilbao y para ella es una religión.
No me diga que tampoco le gusta el baloncesto, teniendo en Vitoria al Baskonia
Tengo que decir que sí, sí me gusta, pero prefiero verlo en casa, en la televisión. Es más cómodo. Aunque me pierdo el ambiente, pero me gusta tener todas las estadísticas al alcance, las personales, las canastas… Lo suelo ver con mi mujer hasta que se va, porque es tan fan del Baskonia que se pone muy nerviosa y no puede ver el partido.
¿Qué hace Kepa Urigoitia cuando no está en el colegio ni en el sindicato?
Hay muchas cosas que me gustan, pero no tengo mucho tiempo. Hay algo que he aprendido con los años y por estos trajines que llevo ahora de para arriba y para abajo. Hablo del placer de ponerme las zapatillas. El placer de llegar a casa, sentarte, poner música, la televisión o abrir un buen libro.
¿Cómo tiene el sentido del humor? ¿Era de los fans incondicionales de ‘Vaya Semanita’?
Me encantaba. Es muy importante reírse de un mismo. También me reí mucho con ‘Ocho apellidos vascos’.
Me consta que una de sus aficiones es restaurar muebles antiguos. ¿Su mujer le deja impregnar toda la casa con olor a barniz?
No, no me deja y es una pena. Un amigo tenía una tienda de antigüedades y me enseñó a restaurar muebles. Practiqué esta afición durante mucho tiempo, de hecho en mi casa hay algunos muebles restaurados por mí. Sobre todo en Salvatierra, porque la casa del médico tenía un garaje y ahí monté el chiringuito. Pero cuando llegué al piso de Vitoria… se acabó.
¿Quién o qué le metió el gusanillo del sindicalismo?
Lo sindical me vino a raíz de la oposición. Yo me presente a las del 82 y me suspendieron, a pesar de que me habían salido. Mi mujer me aconsejó entonces que recurriese, y 15 días antes del segundo examen, me notificaron que se habido cometido un error en el corrector de grafito y que estaba aprobado. Me encerré en casa de las abuelas de mi mujer en Algorta, me puse el chándal, y no me lo quité hasta que pasaron los 15 días. Al final saqué la plaza. Pues bien, a los cinco años, sale una nota diciendo que hay una sentencia que ha dicho que esa OPE se anula. Nos movilizamos todos. Recuerdo que una compañera de Álava dijo: “Hay que sindicarse y tú tienes que ser el secretario”. Así que fundé el Sindicato de Médicos Titulares, que todavía hoy existe porque no le hemos dado de baja. De ahí viene, de la simple casualidad.
Urigoitia, en su despacho del Colegio de Médicos de Álava.
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Es sindicalista y además tiene una fuerte faceta colegial. Esto es algo así como ¿a quién quieres más a papá o a mamá?
Quieres a los dos. Ambas facetas son tan complementarias que lo colegial potencia lo sindical y lo sindical para lo colegial es un bagaje importantísimo. A fin de cuentas, estás hablando de defender los profesionales, a la profesión y a los pacientes.
¿Cómo logra no sindicalizar el colegio ni ‘colegizar’ el sindicato? ¿Hay algún truco?
En el Colegio ha habido un par de ocasiones que he entendido que podría haber un conflicto de intereses. Cuando ocurre esta situación, lo que suelo hacer es retirarme de la Junta Directiva y decir “luego me lo contáis”.
¿Tiene el médico que ser un humanista?
Si, rotundamente. Para mí, ciencia sin humanismo no es Medicina. Es una parte esencial que yo veo que falta porque se necesita más tiempo. También falta enseñanza y actitud, porque obviamente el limitarse a la frialdad de transmitir un diagnostico sin más facilita que se cree un muro entre el médico y el paciente. Entiendo que ese muro tiene que estar en parte en pie para que no nos afecten las malas noticias, pero eso no justifica que la Medicina se ejerza sin humanismo.
en corto
Un libro: ‘El Principito’, de Antoine de Saint-Exupéry y ‘El Príncipe’, de Maquiavelo
Película: Cualquiera que me haga reír y no me haga pensar, por ejemplo la francesa ‘Tanguy,¿ qué hacemos con el niño?’
Una ciudad para vivir: Aquella en la que te encuentres a gusto y donde viva tu familia y amigos.
Una ciudad para viajar: París
Un objeto imprescindible: Mi Ipad
Un personaje de su vida:
Iñaki Kortabarría, ginecólogo y ex presidente del Sindicato Médico de Euskadi
Un equipo de fútbol: Alavés
¿Un lema vital?: ¡Sé feliz!
Y, ¿qué le hace feliz?: Estar a gusto con lo que hago conmigo mismo y no marcarme metas imposibles.
¿Habla usted euskera? ¿Cree que se exige demasiado nivel en las OPE?
No, no lo hablo. Soy de una época en la que el euskera estaba perseguido, me lo enseñó un fraile en el colegio, pero ‘de tapado’. Mi padre era ‘euskanausarra’, es decir hablaba con sus amigos en euskera y más de una vez se lo llevaron al calabozo. En cuanto al nivel de exigencia, siempre expusimos que, para que un idioma progrese, lo que hay que hacer es que la gente lo ame. Cuando se impone no se usa y corres el riesgo de llegar incluso a mirarlo con recelo. Se exigía un nivel muy alto en un espacio de tiempo muy corto. No nos hicieron caso. Mire usted, se está exigiendo unos niveles para casi escribir libros en euskera y de lo que se trata es de relacionarte con los pacientes en euskera.
Se ha convertido usted en un representante profesional sin el que no se puede entender la defensa de los derechos de los médicos vascos durante los veinticinco últimos años. ¿Está listo para pasar a la historia?
Yo creo que todos vamos a pasar todos a la historia gracias a Internet.
No sea modesto…
Lo que sale es porque algunos como usted me van metiendo por ahí por internet… Pero no me considero en absoluto tan importante como para eso.
¿Y su familia que le dice cuando le ve en la tele o le leen en prensa?
Se han habituado a que la norma sea esa. Y es como todo, según para lo que salgas te puede parecer bien. Cuando Bengoa me denunció públicamente fue un mal trago para mi familia ... Pero no me ha caído ninguna bronca. Todo tiene un coste familiar, pero tengo un gran apoyo en casa.
¿Qué es más difícil representar a 13.000 médicos o enfrentarte a una entrevista como esta?
Siempre es más difícil aquello a lo que uno no está uno habituado, menos mal que ha sido sumamente agradable y tranquila.
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